«Todas mis canciones siempre tenían algo de ejercicio actoral»

Hilario L. Muñoz
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Este viernes en Ciudad Real y el próximo 13 de abril en Daimiel, Pablo Carbonell visita la provincia de la mano de una obra que tiene una larga historia a sus espaldas, 'El Crédito'

«Todas mis canciones siempre tenían algo de ejercicio actoral»

El Crédito es un texto en el que Carbonell, comparte escenario con Armando del Río para crear una comedia sobre cómo una persona haría cualquier cosa para salvar su pellejo, hasta atacar al que tenemos enfrente. Un texto de  Jordi Galcerán, autor de El método Grönholm, Burundanga o El test y que dirige Raquel Pérez.

¿Cómo llega a esta obra?

Llego de rebote porque estaban ensayando la obra Armando y otro actor que, de repente, por un problema familiar tuvo que irse. Yo entré cuando la obra ya la tenían totalmente ensayada, con lo cual me tuve que meter el texto en seis o siete ensayos. La verdad es que está siendo una experiencia maravillosa porque entre Armando y yo se ha generado una química y un conflicto fabuloso. Además, Raquel le ha dado muchísima fisicidad al texto, buscando el conflicto cercano a un combate de boxeo. 

Parece un papel hecho a su medida, uniendo política y humor... 

Creo que esta obra le puede quedar bien a todo el mundo porque trata sobre el dinero y sobre el amor. Trata sobre la codicia y la condición humana más deleznable, pero a la vez, también habla de lo más sublime. Es una obra que tiene muchísimas lecturas e incluso cuando la interpretamos, mi personaje puede decirlo todo mintiendo, ser oportunamente perverso, o ser un hombre honesto que simplemente quiere cumplir con la palabra dada. A veces pienso que es un cínico, a veces pienso que es un pobre hombre. 

En esta obra están usted y Armando del Río solos ante el espectador, durante 90 minutos. 

Para Armando es todavía más complicado, porque hay momentos en los que yo me voy de escena y él se queda hablando por teléfono.  Sí, es duro, pero en realidad es peor perder la concentración de lo que estás haciendo. De repente salir de escena y no volver hasta media hora después debe ser atroz. Tanto Armando como yo disfrutamos muchísimo del viaje emocional que tiene la obra y de escuchar a la gente que se lo pasa genial. Lo pasamos muy bien. Es una obra muy gozosa para un actor. Es un gran caramelo el que ha escrito Galcerán, sobre todo siendo una obra que se ha representado muchas veces, que han hecho grandes versiones. Todavía están en la memoria las grandes funciones que hicieron Carlos Hipólito y Luis Merlo, que llegaron a interpretarla casi mil veces. Por cierto, Carlos Hipólito vino a vernos el otro día.

¿Y qué les dijo?

Se lo pasó muy bien, nos dijo, que nos estaba viendo y decía: «Esto lo podíamos haber hecho nosotros». Nosotros lo hemos llevado a un terreno de combate muy fuerte. Armando del Río, en realidad, es cinturón negro de karate y yo soy mucho más pequeñito que él. Creo que Galcerán quería que esta obra la interpretara una persona atractiva y que el hombre que está muy seguro de sí mismo, que fuese un hombre tirando a ridículo. Creo que lo hemos conseguido. Armando es bastante guapo, está muy bien hecho, y yo tengo mucha facilidad para hacer algo, algo grotesco y un poco surrealista.

¿Se ve mejor actor o músico?

En realidad, actualmente estoy grabando un disco en mis ratos libres, un disco solitario. La música nunca la dejo y me siento muy a gusto haciendo ambas cosas. No quiero renunciar a nada. Yo empecé a cantar porque sabía interpretar. Todas mis canciones siempre tenían algo de ejercicio actoral. Entonces, cuando empecé a cantar, lo que llamaba más la atención era mi faceta payasa. Por cierto, entonces yo no sabía cantar, ahora ya sí. 

En este momento la música vive un tiempo de 'revival' en el que las nuevas generaciones miran a músicos o canciones de los 80 o principios de los 90. No sé si eso es algo que también nota con su música.

Yo no tengo capacidad nostálgica, porque siempre estoy mirando para adelante, pero entiendo que el movimiento natural de la música es que la gente, los jóvenes de ahora, descubran que las canciones pueden tener melodías, pueden tener varias partes, pueden contar una historia, pueden resultarte divertidas de cantar, pueden transmitirte una fuerza y un placer que tenían los intérpretes de las décadas anteriores. Si tú escuchas la música que oyen los adolescentes, te darás cuenta de que es lo primero que tocaría un chimpancé según se bajara de un árbol. Lo primero que tocaría sería ese ritmo primario, esa melodía. Confío en que los adolescentes descubrirán a los Beatles.