Un análisis del valor de las campanas de antaño

Diego Farto
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El musicólogo y folclorista Antonio Vallejo recuerda que desde los campanarios, además de los toques litúrgicos, se transmitía información necesaria para el día a día de la población

Antonio Vallejo, en el campanario de la ermita del Cristo de la Misericordia de Miguelturra. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Las campanas informaban a la gente de lo que pasaba o iba a pasar», señala a La Tribuna el maestro, musicólogo, folclorista y exprofesor de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Vallejo Cisneros, que comenzó a interesarse por el lenguaje de las campanas cuando empezó a ejercer de maestro en varias localidades.

En sus enseñanzas intentó reforzar el aprendizaje musical y para ello se valió de las músicas tradicionales, lo que le llevó a rescatar con sus alumnos varias canciones y también a recuperar el significado de los distintos toques de campana. Puesto que a través de ellos se anunciaban distintas situaciones en tiempos en los que no existían las múltiples posibilidades de comunicación de hoy en día. Por medio de sus alumnos recopiló lo que las personas mayores recordaban de aquellos toques tradicionales.

Los toques podían ser similares entre diferentes pueblos, pero no eran idénticos, «cuando vinimos de Argamasilla de Calatrava a Miguelturra mi abuela decía: 'No entiendo lo que dicen estas campanas'», recuerda.

El sonido varía además en función de los materiales y la forma del instrumento; la combinación sonora entre las tres campanas que por norma general solía lucir un campanario y también «del conocimiento y habilidad del campanero», un oficio que normalmente era de transmisión familiar. Además en función de las localidades también surgían letrillas que al ritmo del propio toque de campana recordaban la información que transmitían sus repiques o volteos.

Así, el conocido toque a fuego, no sólo alertaba de un incendio, sino que «también decía como era el fuego, si estaba empezando o se estaba apagando e incluso dónde se encontraba», en tanto que en el toque de difuntos «indicaba si el fallecido era un hombre o una mujer», añade.

No es de extrañar que la Unesco declarara el pasado mes de noviembre el toque manual de campanas en España como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Para Vallejo este reconocimiento ayuda a que se valore y preste más atención a este lenguaje, y tal vez pueda ayudar a que de algún modo aumente el interés por su conservación, pero al mismo tiempo es consciente que su utilidad informativa, que fue su razón de ser, está superada en los tiempos de las redes sociales y los móviles.

Las campanas se han convertido también en un recurso expresivo gracias a los carrillones, agrupaciones de varias campanas como la que corona la primitiva casa consistorial de la plaza Mayor de Ciudad Real. Vallejo recuerda por este motivo al músico Llorenç Barber, que ha recorrido diversas ciudades de todo el mundo ofreciendo conciertos de campanas entre ellos uno en Ciudad Real en 2010. En su conversación, el musicólogo se extendió también en los detalles de la Obertura 1812 de Tchaikovsky, con repique de campanas.

Vallejo tiene ya varias publicaciones sobre las capacidades expresivas de este instrumento que incluso ha llegado a protagonizar conciertos de orquesta sinfónica y el viernes pronunciará la conferencia 'Las campanas de torre y su ancestral lenguaje. Una aportación al conocimiento del paisaje sonoro tradicional', como discurso de ingreso en el Instituto de Estudios Manchegos. El acto tendrá lugar en el salón de Plenos de la Diputación a partir de las 19.00 horas.

El folclorista considera «un honor», ingresar en «una institución de prestigio», como el Instituto de Estudios Manchegos, en la que se sienten «investigadores, poetas y también varios musicólogos», reconoció.