«El año que estuve jugando con el Barcelona me sentí muy extraño y solo»

M. Sierra / ciudad real
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oscar m. leguizamón / exjugador de fútbol

Oscar Martín Leguizamón en su tienda de deportes de Ciudad Real - Foto: /Fotos Rueda Villaverde

El Calvo Sotelo de Puertollano fue sancionado en 1977, podría decirse, por la excesiva implicación de los seguidores del equipo de Puertollano con los suyos. La sanción, además de una multa de 50.000 pesetas (como recoge la hemeroteca de El País) se saldó con el cierre del campo durante dos partidos y el traslado de los últimos minutos del encuentro contra el Gijón al campo del Getafe. La causa, desde la perspectiva de la afición puertollanera, «que se dio por válido un gol de Quini (jugador del Sporting de Gijón) sin pitar la falta sufrida por el jugador local Legui». Casi 40 años después de aquello resulta que «no hubo tal falta». Lo dice Óscar Martínez Leguizamón, 'Legui'. «Yo iba marcando a Quini por la banda y en un momento me hizo un amago hacia delante para después retroceder. Yo respondí echando el cuerpo hacia delante y después hacia atrás de manera tan forzada que parecía que me habían empujado y claro, llegado el gol, la afición saltó al campo». El objetivo de los puertollaneros era uno, dejar las cuentas claras al árbitro, en cuya defensa tuvo que intervenir la Guardia Civil.

No fue la única vez que vivió de cerca el ánimo de la afición. También como jugador del equipo de Puertollano, contra el Rayo Vallecano y como espectador, pero desde el césped, fue testigo de una lluvia de piedras con la que se recibió al portero del equipo madrileño.

Dice el refrán que 'Cuando Dios quiere...' y debió ser que dios quiso en el caso del que también fuera jugador del Manchego, porque solo así se explica que su pasión por el fútbol convirtiera a este paraguayo en un manchego convencido, de esos de pura cepa, aunque «con el corazón dividido» si una eliminatoria pone al mismo tiempo a jugar a Paraguay y España. No entra al trapo sobre cuáles son sus preferencias en este punto y zanja la cuestión con una sonrisa y una afirmación: «Es mi gran secreto».

20 niños tras un balón. Lo de 'Legui' por el fútbol comenzó cuando solo era el hijo pequeño de Esther y Aurelio. En aquellos años, la década de los 50, las circunstancias también jugaron un papel muy importante en su futuro como profesional, ya que jugar al fútbol en su barrio a veces requería mucha técnica si se quería tocar el balón. «No había las facilidades que hay ahora. Allí teníamos un balón para jugar 20 o 30 niños, que realmente nos limitábamos a ir tras el balón porque tocarlo era verdaderamente difícil».

Su esfuerzo por hacerse con el codiciado esférico dio resultados. Con apenas 13 años «empecé a jugar en el Oriental, el equipo de mi barrio». Era el año 1962, y a aquel lado del charco todos coincidían en destacar el juego del chileno Elías Figueroa («Dios» para el mismísimo Maradona), mientras a este lado, el Madrid arrebataba al Barcelona de Ladislao Kubala la Copa del Generalísimo, hoy Copa del Rey.

Por aquel entonces ni se le había pasado por la cabeza viajar a España, tenía bastante con buscar un hueco para jugar al fútbol. «Trabajaba con mi padre, entrenaba por la tarde y estudiaba por la noche ingeniera industrial». «Si no hubiese jugado al fútbol lo mismo estaba ahora metido en la construcción», apunta a modo de inciso. (Más información en la edición impresa)