Un oasis de vocación en mitad de un desierto de crisis de fe

A. Criado
-

La Catedral de Ciudad Real acoge mañana la ordenación sacerdotal de cuatro diáconos que pretenden tender un puente entre Dios y una sociedad necesitada de «ilusión y esperanza»

Un oasis de vocación en mitad de un desierto de crisis de fe - Foto: Rueda Villaverde

Este sábado será un día muy especial para Miguel Carretero, Martín Tébar, Pascual García y Ángel García, sus familiares y la comunidad católica de la provincia. La Catedral de Ciudad Real acogerá la ordenación sacerdotal de estos cuatro diáconos, una celebración que dará comienzo a las once de la mañana y que presidirá el obispo, Gerardo Melgar. Entregarán su vida a Dios y a los hermanos después de muchos años de preparación y una última semana de ejercicios espirituales en el convento de las Hermanas Clarisas de Villarrubia de los Ojos.

Miguel Carretero tiene 27 años  y encontró su vocación en la parroquia de Villanueva de los Infantes, donde reside, aunque es natural de Puerto Lápice. A través del coro descubrió la figura del sacerdote e ingresó en el seminario menor. Interrumpió su formación en Teología durante dos años para estudiar Magisterio en Ciudad Real, un periodo vital que resultó clave: «Gracias a la parroquia de San Pedro, a sus sacerdotes, familias y jóvenes, descubrí que el mundo necesita a Dios, a personas consagradas y comprometidas con Él y con el mundo, para servir a las personas y que encuentren esperanza y sentido a sus vidas». 

Aguarda la ordenación «con mucha alegría y nervios», y ve el futuro sacerdotal con «una mirada de entrega a los hermanos». «Vivimos en una sociedad herida que busca a Dios y necesita consuelo, y el sacerdote está ahí para mostrar ese consuelo, esa esperanza de Dios al mundo. Dios sigue llamando, pero a veces nos cuesta responder», apostilla.

Un oasis de vocación en mitad de un desierto de crisis de feUn oasis de vocación en mitad de un desierto de crisis de fe - Foto: Rueda Villaverde

La vocación de Pascual García también se basa y se fundamenta en Dios, «pero con el matiz de entrega a los demás, que es propio de Cristo». Natural de Valencia, aunque creció en el municipio ciudadrealeño de Villahermosa, considera que más que crisis vocacional, «hay una crisis de esperanza y también de miedo a todo lo que implica la vocación, a asumir como tuya la voluntad de Dios cuando te llama». «Esta elección implica renuncias que mucha gente no está dispuesta a asumir», subraya.

Pascual García tiene 25 años y entró en el seminario con 11, en 2009, para estudiar el primer curso de la ESO: «El sacerdote del pueblo nos llevó de visita y me impactó mucho ver cómo vivía la gente y lo que hacían, y decidí probar».

La Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid en 2011 iluminó el camino del manzanareño Martín Tébar, de 27 años: «Tenía mis planes, que eran estudiar Informática y crear una familia, pero a partir de ese momento empecé a preguntarme qué quería Dios de mí, me planteé la vocación, fui hablando con sacerdotes, llevando un discernimiento».

Un oasis de vocación en mitad de un desierto de crisis de feUn oasis de vocación en mitad de un desierto de crisis de fe - Foto: Rueda Villaverde

En 2015, después de estudiar los grados medio y superior de Informática, entró en el seminario, donde estudió Teología y siguió creciendo como persona. «En esta sociedad hay crisis de fe y vocación, pero también es verdad que la gente busca a Dios. Como sacerdote, pretendo hacer de puente para que la gente pueda llegar a Dios y Dios pueda acercarse a la gente a través de mí», enfatiza.

Vocación tardía. La vocación de Ángel García fue tardía. Natural de Tomelloso, el octavo de diez hermanos, ejerció la profesión de pastor antes de ingresar en el seminario en 2015, con 40 años, después de comenzar estudios superiores de Matemáticas: «Estuve seis meses en un monasterio para ver si mi vocación era real y una vez que me di cuenta de que aquella convivencia con la comunidad de sacerdotes era lo que quería seguir haciendo, di el paso y entré en el seminario».

«Durante estos años me he estado formando para ser un buen sacerdote y acercar a Dios, con esperanza y alegría, a una sociedad que le necesita y que muchas veces no lo encuentra porque no hay intermediarios», explica. Además de la formación académica en el seminario, Ángel García se formó pastoralmente en el Cottolengo de Cáceres, en el centro de encuentro y acogida Siloé de Cáritas Diocesana de Ciudad Real, en el Hospital General Universitario de la capital manchega y en otros municipios como Valdepeñas, Guadalmez, Alamillo, San Benito y Torralba de Calatrava.