El punto débil de Pedro Sánchez

Pilar Cernuda
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Las acusaciones contra Begoña Gómez han dejado en evidencia a un presidente que toma medidas desproporcionadas para defender a su mujer, lo que le coloca en una situación desconcertante

Imagen de archivo de Begoña Gómez, mujer del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. - Foto: EFE/ Zipi

Los adversarios de Pedro Sánchez le han encontrado el punto débil. Los partidos de la oposición, los que aspiraban a cargos institucionales y se vieron desplazados por personas cercanas al presidente con muchos menos méritos que ellos, o incluso sin méritos; medios de comunicación discriminados por no defender suficientemente al presidente, empresarios mal tratados por la misma razón, jueces hartos de presiones para actuar a conveniencia de los intereses socialistas, incluso miembros destacados del PSOE que se ven postergados porque Sánchez prefiere promover a personas de su entorno aunque su profesionalidad y experiencia sea prácticamente nula… Todos ellos saben ya cuál es el punto débil del presidente: Begoña Gómez Fernández.

Con un título en mercadotecnia y negocios, trabajó como consultora en el grupo Inmark hasta que su marido accedió a la Presidencia, y después fue directora del África Center, del Instituto de Empresa y codirectora de la Cátedra de Transformación Social Competitiva de la Complutense. Hasta principios de 2024, su papel como mujer del presidente se ha limitado a acompañarle en algún acto institucional y protocolario, incluidos viajes al exterior, hasta que el escándalo de Koldo García, el exasesor del ministro Ábalos que presuntamente utilizó su influencia para impulsar importantes operaciones económicas, sacó a la luz que Begoña Gómez podría haber sido intermediaria ante el Gobierno para favorecer a varios de los patrocinadores de sus masters. Desde Moncloa negaron taxativamente estas supuestas mediaciones de Gómez hasta que El Confidencial publicó dos cartas de la esposa del presidente, con su firma, en las que expresaba su interés en algunas de las empresas patrocinadoras de sus másters que había presentado formalmente la solicitud de ayuda al Gobierno. Y que consiguieron. La polémica no había hecho más que comenzar.

Los desmentidos del Ejecutivo a las publicaciones que aportaban cada vez más datos sobre las actividades de Begoña Gómez, así como las descalificaciones a los medios que incidían en las investigaciones, provocaron que el seudo sindicato Manos Limpias presentara una querella ante el juzgado número 41 de Madrid, con unas consecuencias impensables. A las pocas horas, Pedro Sánchez leía una carta en la que expresaba todo su apoyo a su esposa y anunciaba que se tomaba cinco días de reflexión, con su agenda cancelada, para decidir sobre su futuro.

Durante esos días se siguieron publicando noticias que abundaban en el comportamiento irregular de Begoña Gómez, con profesionales que veían claramente un delito de tráfico de influencias, mientras otros afirmaban que no había tal delito, pero salieron a la luz toda clase de detalles sobre las actividades de Begoña Gómez, algunas de ellas muy polémicas porque demostraban que efectivamente los patrocinadores de sus masters fueron muy generosos cuando ella los dirigía o codirigían, y no cuando ella dejó de colaborar con el IE. Air Europa, por ejemplo, pasó de contribuir con 191.000 euros anuales para el Africa Center cuando lo dirigía Gómez, a 2.000 euros cuando dejó de dirigir.

Para desgracia de Sánchez, no sirvieron de nada las presiones al juez titular del juzgado número 41, Juan Carlos Peinado; tampoco que en su trayectoria se encontraran decisiones que demostraban que nunca había dado trato de favor a la derecha, y además se sucedían las declaraciones de compañeros que insistían en que era un juez de reconocida profesionalidad. Se intentó que la Fiscalía del juzgado tomara las iniciativas necesarias para que el tribunal rechazara la querella de Manos Limpias, sin éxito, y los medios siguieron publicando informaciones que afectaban profundamente al estado de ánimo de un presidente que, tras declararse en su carta de estar «profundamente enamorado» de su mujer, no ocultaba su indignación contra todo el mundo.

En el Gobierno, esta desazón del presidente, esa obsesión por lavar la imagen de su mujer, por arremeter contra los que no la defendían con contundencia, pasó factura. Entre otras razones porque coincidía con una campaña electoral para el Parlamento Europeo que la política considera un plebiscito.

Mientras, Feijóo dio instrucciones para mantenerse en la prudencia. Desde Vox se le pidieron querellas, pero se mantuvo firme, ya había una presentada y había que esperar las decisiones judiciales. El pasado jueves, OK Diario publicó que el juez había imputado a Begoña Gómez. Fue torcer la realidad hasta convertirla en falsedad, porque lo que había hecho el juez era ampliar las investigaciones.

El asunto de la mujer del presidente no se ha cerrado, y las conclusiones las determinará un juzgado, como debe ser. Pero, mientras tanto, Sánchez ha podido advertir que cuando vienen momentos de incertidumbre escasean las muestras de lealtad, prima el ponerse de perfil a la espera de acontecimientos.

El líder de la Moncloa, de pronto, se ve en el centro de las especulaciones sobre el futuro de su Gobierno, si aguantará hasta el final  de la legislatura, si apostará por una nueva reestructuración del PSOE y el Gobierno, quién ha dado la talla y quién no. 

Y ha comprendido que, cuando se advierte cuál es el punto débil de un mandatario, ese mandatario pierde gran parte de su poder.