En el minuto 91, y después de otra actuación descolorida, mucho más cercana a lo que fue su temporada en el Barcelona que a lo que se espera de él en la selección argentina y la Copa del Mundo, Lionel Messi recogió una pelota sobre el vértice derecho del área, eludió un rival y armó un remate que superó el vuelo de Haghighi y rescató dos puntos que el conjunto albiceleste ya daba por perdidos.
Pero el segundo golazo del ‘10’ en Brasil no oculta la realidad de lo visto en los 90 minutos anteriores: la de un equipo y una ‘estrella’ que no acaban de arrancar, y que mantendrán abierta en los próximos días la discusión tanto sobre el sistema de juego de Argentina como sobre el verdadero estado del propio ‘crack’ azulgrana.
Impulsado decididamente por el jugador del Barcelona, quien remarcó que se siente más cómodo con tres delanteros acompañándolo en ataque, el 4-3-3 dio muestras de no funcionar contra una defensa numerosa, decidida y ordenada como la que presentó Irán.
Durante el primer tiempo del estreno ante Bosnia, el técnico Alejandro Sabella apostó por un 5-3-2 que no convenció a nadie. Mucho menos a Messi, quien pareció sentirse mucho más a gusto cuando el equipo recuperó su dibujo preferido.
Pero bastaron 45 minutos para comprender las dudas de Sabella. Carlos Queiroz, el entrenador iraní, no ordenó marcas personales sobre Messi sino una especie de ‘corralito’ con el que encerró sus movimientos entre tres o cuatro de sus hombres. Estacionado en la posición de interior derecho, el ‘10’ quedó aislado, sin dar posibilidad a que sus compañeros lo encontrasen, y se vio obligado a volcarse más hacia la banda o a retroceder hasta el centro del campo para hallar espacios libres y recibir la pelota.
El movimiento no aportó soluciones y, más bien, agravó la circulación del juego argentino, cada vez más lento y menos fluido. Con Gonzalo Higuaín apretado por los centrales rivales, Ángel Di María arrancando por izquierda, sector hacia donde también caía Sergio Agüero, y Messi aislado, nadie se hizo cargo de la tarea de nexo entre el discontinuo Gago y los tres de arriba.
El ‘sistema Messi’ tampoco mejoró a ninguno de sus integrantes ante Irán. Ni Di María rinde como en el Real Madrid, ni Agüero es el goleador del Manchester City, ni Higuaín tiene espacios para correr, ni el azulgrana luce sus infinitas cualidades.
El caso del hombre del Barcelona representa, por supuesto, la mayor preocupación de Argentina. Se suponía que el destello de su golazo ante Bosnia iba a servirle de despresurización para que soltara todo su genio. Pero no ocurrió nada de eso. Hasta la última jugada volvió a ser el Messi errático, sin chispa y hasta, en algunos momentos, desganado de buena parte de la temporada en el cuadro ‘culé’, haciéndole un flaco favor al dibujo táctico que propugna.
Con la cortina cayendo sobre el partido y la hinchada implorando, la aparición de su ‘crack’, le dio a Argentina una victoria demasiado sufrida, pero las conclusiones nada tienen que ver con el 1-0 final.
Si es verdad que Messi quiere pasar a la historia ganando un Mundial en el Maracaná tendrá que encender la chispa perdida mucho más que una vez por partido.