Dicen que el fútbol, al final, termina dándote lo que te mereces. Y ayer hizo las paces con Puertollano, aceptando los méritos de su equipo para volver a depositarlo en la Segunda División B. No fue justo que a la ciudad y a sus jugadores se les arrancara violentamente de la categoría de bronce, y tarde o temprano esta injusticia tenía que ser restañada. Y ese día fue ayer. El fútbol cogió de la mano al ‘Puerto’ y lo acompañó para cumplir el sueño del ascenso, para dejarlo otra vez donde estaba, donde se merecía. Ahora vendrán otro tipo de partidos, en los despachos federativos, pero eso al fútbol ya no le importa demasiado porque ya no está en sus manos. Pase lo que pase después, el CD Puertollano y su afición pueden presumir de ser equipo de Segunda B. El 0-0 de ayer ante el Pontevedra, en un encuentro controlado en líneas generales, hacía bueno el 0-2 de Pasarón y cristalizaba el premio. Un premio de sobra merecido para los hombres de Pablo Franco. El premio del ascenso.
El partido comenzó bajo el guión previsto. A los puntos, el Pontevedra fue mejor, pero lo mejor, sin duda, es que no había ocasiones de gol.
Con el paso de los minutos el equipo gallego fue perdiendo fuelle y entonces el ‘Puerto’ fue asomando la cabeza poco a poco. Empezaron a aparecer Javi Pérez y Rubén Gómez, y la figura de Hugo Díaz arriba crecía por momentos. El ‘9’ cordobés lo peleaba todo y lo ganaba casi todo. Firmó minutos extraordinarios y su recompensa estuvo a punto de llegar en el 39, cuando no llegó por centímetros a un pase de Rubén Gómez, con el meta Edu ya superado.
En cuestión de diez minutos, las sensaciones habían cambiado radicalmente. El Pontevedra cada vez creía menos en la remontada y al descanso los cuatro mil aficionados industriales rezumaban confianza.
El técnico visitante, Manuel Fernández, dejó en el vestuario a Fran Fandiño para dar entrada a Tomás en el intermedio. La escuadra gallega quería intentarlo todo para volver a creer. Pero enfrente estaba un Puertollano pleno de confianza. Los azules controlaban la situación, aunque apostaban más por la prudencia que por la ambición. El ascenso estaba más cerca que nunca.
Pero había que seguir peleando. El Pontevedra dio un par de pasos adelante, agotaba los cambios con la salida al campo de Javi Otero y Kevin Presa y volvía a meter miedo a los locales. El balón estaba otra vez demasiado cerca del área de un Reguero con algunos problemas físicos. Después de dos buenas opciones de Rubén Gómez y Alexis, éste último dejaba su lugar en el campo a Valdivia, retrasando su posición Gómez. Franco, inquieto en su destierro en preferencia, quería cambiar la dinámica.
Y el reloj seguía descontando minutos. El sueño se acercaba. El Cerrú apretaba: ¡Puerto, Puerto! El Pontevedra no se rendía. Ya sólo faltaba un cuarto de hora. Parada de Reguero. Nervios.
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