Gobierno de coalición, no lo quiere el PSOE. En el PP no lo ven claro, pero tampoco imposible. En cuando a pactos puntuales... Podría estudiarse.
En Génova y en Ferraz, como es lógico, han saltado las alarmas ante el avance imparable de Podemos que auguran las últimas encuestas -que se completarán con otra en la misma línea de la revista de Alfonso Guerra, Temas, en los próximos días-, y que si tienen reflejo en las próximas elecciones generales, impedirían que populares y socialistas pudieran gobernar en solitario con una mayoría suficientemente sólida, estable.
Esas encuestas han reabierto el debate sobre la oportunidad de que los dos partidos mayoritarios formaran un Gobierno de coalición para detener al populismo que abandera Pablo Iglesias, la gran coalición a la que se refiere desde hace meses Felipe González. Precisamente desde que las elecciones europeas supusieran un fuerte varapalo para los dos bloques hegemónicos y marcaron el inicio del espectacular despegue de Podemos.
En el PP no es difícil encontrar voces autorizadas que, en privado, abogan por una fórmula de coalición si en las próximas generales se produce un importante avance de un partido que, si gobernara, sería un desastre para España, y ponen siempre como ejemplo el caso de Alemania, con una tradición muy implantada en Gobiernos mixtos o la situación que se vive ahora en el Reino Unido, cuando Cameron buscó mayor estabilidad para los conservadores al pactar con los liberales de Nick Clegg.
Pero en el otro lado, cuando se hurga en esa posibilidad, es difícil encontrar un dirigente socialista que acepte un Ejecutivo de coalición con el PP si es la primera fuerza. Es decir, consideran una buena salida que los socialistas formen parte de un Gobierno presidido por el PP, pero se advierte el desconcierto cuando se les pregunta si aceptarían formar parte de un Ejecutivo de coalición presidido por el PSOE.
Pedro Sánchez ha advertido en los últimos días que, en ningún caso, gobernaría con «populismos» si ganara las elecciones sin lograr mayoría absoluta. Se refería a Podemos, evidentemente. Cuando se le insistió sobre ese mismo asunto respondió lo mismo, pero añadió que si ganara las elecciones, pero sin alcanzar un resultado contundente, más que un Gabinete de coalición buscaría pactos puntuales para cuestiones que fueran básicas para el bien del país, y se interpretó que abría así una puerta a Podemos. No es tal: desde su entorno se asegura que no pretende llegar a acuerdos con Pablo Iglesias. Y si cuando se celebren las generales quedan PP y PSOE como principales partidos, pero en retroceso, lo que buscaría es llegar a acuerdos con Rajoy.
Carta magna.
Un inciso. Desde ese entorno, y debe ser lo que traslada el líder socialista a los suyos, a su equipo, el único escenario que se contempla es que Pedro Sánchez vaya a ganar los próximos comicios. Por tanto, cuando se pregunta por posibles coaliciones o pactos, la respuesta siempre llega contemplando a Sánchez como quien ofrece al PP determinados pactos, no el que responde a las ofertas que le hace Rajoy. Y otro inciso, a pesar de la rumorología, alentada por periodistas más que por dirigentes del PP, Sánchez está absolutamente convencido de que su adversario va a ser Rajoy. Porque sabe que nadie importante del PP le cuestiona y porque sabe también que si el partido optara por otro candidato significaría que reconoce el fracaso del actual Gobierno, y pondría en bandeja la derrota del PP y daría vía libre al PSOE, o incluso a Podemos, para ganar las próximas elecciones.
¿A qué tipo de acuerdos se refiere Sánchez cuando abre esa posibilidad de pacto de legislatura? A tres principalmente: reforma de la Constitución, financiación autonómica y fórmulas para facilitar las relaciones entre las distintas regiones, y entre las comunidades autonómicas y el Gobierno central, lo que abriría puertas a analizar una a una la oportunidad de ampliar o reducir competencias.
En el PP no ponen mala cara a que en lugar de un pacto de coalición se lleguen a acuerdos concretos aunque, al igual que ocurre con el PSOE, cuando se menciona la palabra coalición en su respuesta se advierte que se refieren siempre a Ferraz como segunda fuerza. Dan por hecho que el PP y Rajoy serán los ganadores de las generales, aunque aceptan que no alcanzarán la mayoría absoluta.
Están conformes con llegar a un pacto sobre financiación autonómica para corregir la ley actual que fue aprobada por un Gobierno de Zapatero; aceptan también que se deben buscar vías para mejorar las relaciones entre las regiones entre sí y con el Ejecutivo central y, respecto a la reforma constitucional, no la descartan, pero pretenden que no se abra en canal el texto sino solo aquellos artículos que deben ser revisados y adaptados a los nuevos tiempos.
El PSOE está convencido de que Rajoy no tiene la menor intención de plantear la reforma constitucional en la próxima legislatura, por lo que tampoco entra en excesivos detalles sobre sus propuestas autonómicas a la llamada Declaración de Granada en la que, hace meses, la dirección del partido y los barones territoriales plasmaron su proyecto autonómico.
Lo que sí se advierte en el equipo de Pedro Sánchez es un interés máximo en presentarse como un partido con sentido de Estado, que saben que es lo que se busca en el actual secretario general tras el relevo de Rubalcaba, un político cuestionado, que no acertó como máximo responsable del PSOE, pero del que nadie duda que era un hombre que defendía con convicción los intereses de España.
Sánchez, dicen, habla con Rajoy más de lo que parece, han abordado todas las cuestiones que preocupan a los españoles y, en lo importante, están de acuerdo.