Después de haber escrito hace dos años las páginas más bonitas del su historia, y quizá del deporte local;después de haber añadido un componente épico obligatorio a su relato en el último curso entre la elite y de cerrar esa aventura con los tintes de una tragedia, el Puertollano Fútbol Sala está a punto de cerrar el libro de su existencia. Tal cual. El conjunto rojillo apuró ayer el plazo de candidaturas a la presidencia de la entidad sin que nadie se decida a hacerse con el timón de un barco que aparece con el casco lleno de agujeros, hasta tal punto de que nadie confía en que sea viable echarlo a la mar. Tampoco la LNFS, que cerró ayer el plazo de inscripción para la Segunda División sin que los industriales hayan apuntado su nombre en la lista. En realidad, sin que se hayan apuntado de manera oficial en ninguna. Así, el club alarga el plazo de candidaturas hasta el día 8 de julio, momento en el que podría anunciar el inicio de su proceso de disolución.
En este tiempo, la junta gestora no ha parado. Los jugadores han hecho un último esfuerzo para tratar de encontrar a alguien que creyera en un proyecto que siempre consideraron viable, pero los intentos, las llamadas, han sido en vano. El club debería haber pagado ayer algo más de 12.000 euros para formalizar su inscripción en Segunda, y no lo hizo. Podría haber abonado alrededor de 6.000 y haber avalado el resto para pagarlo hacia la mitad el curso, pero tampoco lo hizo. El club debería haber conocido ayer los candidatos a la presidencia de la entidad, pero no los hay. En ninguna de las batallas que el Puertollano Fútbol Sala libraba estos días por su supervivencia ha encontrado una victoria. El PFS se acaba.

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