José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Moribundia

15/05/2024

Pese a que la voz moribundia no existe en español, existen, sin embargo, las voces moribundo y moribunda que son palabras que se refieren a alguien que está muriendo o muy cercano a morir. Ramón Gómez de la Serna, pese a todo ello, no tuvo objeciones de dar título a una de sus obras autobiográficas con el nombre, precisamente, de Automoribundia y que no consideró suficientemente acabada o definida, por lo que, en Nuevas páginas de mi vida, lo subtitula como 'Lo que no dije en mi Automoribundia'. Y este jugueteo de Ramón con la muerte y lo moribundo es visible en otros trabajos, como fuera el llamado Diario póstumo, verificando una rareza de esa escritura aplazada y puede que apelmazada. Una especie de superviviente de los diarios destruidos por el autor y salvados por Luisa Sofovich. También, el ronroneo mortuorio, denominado Los muertos y las muertas, de 1942, fijaba la curiosidad de Ramón con lo fúnebre y lo tanatológico.
Digo todo esto por la enorme acumulación producida en los últimos días sobre muertos ilustres y conocidos, a los que bien podría –y tendría que haberlo hecho– haber dedicado unas líneas de despedida –como he hecho en estas páginas de La Tribuna, en ocasiones y años diversos, desde Juan Benet a Antonio Martínez Sarrión, desde Miguel Ángel León a Ramón Barreda, desde Aldo Rossi a Rafael Romero y desde Adolfo Suárez a Oscar Niemeyer; por no hablar de los más próximos y familiares– o una suerte de obituario, como texto más extenso, como los producidos también en el digital Hipérbole –desde Umberto Eco a Franco Battiato, desde George Harrison a Alberto Corazón, desde José Luis Sánchez a Vicente Verdú–.
Y ahora, en un mayo corto y recortado, tan cruel como para el poeta Thomas Stearns Eliot fuera el mes de abril y sus lilas, han dado el paso atrás el filólogo y cervantista Francisco Rico; el escritor y guionista americano Paul Auster; la periodista y presentadora de televisión Victoria Prego; el presentador cultural, responsable del programa televisivo francés Apostrôphes, Bernard Pivot; el periodista y radiofonista ciudadrealeño, muerto en Valladolid, Vicente Ballester Montoya; el longevo, pese a todo y pese a sus 94 años, arquitecto Antonio Fernández Alba, autor de la ordenación del campus universitario de Ciudad Real y de algunos de sus edificios singulares; y el aún más longevo arquitecto, con 103 años, José Luis Romany Aranda, parte significativa de la función social de la arquitectura española de los años cincuenta. Todos idos, sin el obituario que sirva de recordatorio y dé anclaje de los días pasados.