Renacer tras una ducha y un cáncer de mama

Hilario L. Muñoz
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Carmen Cañas es la socia más joven de Amuma. Con 27 años se descubrió un bulto, en el baño, que le ha cambiado la vida

Renacer tras una ducha y un cáncer de mama - Foto: Rueda Villaverde

Con 27 años solo se piensa en vivir. En construir los sueños de una vida por delante, más que en volver a nacer, como le ocurrió a Carmen Cañas. Hace poco más de un año, duchándose, sintió que tenía un bulto en un pecho. «No le das mucha importancia ni paras a pensar qué es eso». 'Eso', a lo que se refiere, es la posibilidad de que fuera cáncer de mama. Una consulta con el médico y unas pruebas después mostraron que tenía un tumor. 

«En ese momento te paras a pensar tantas cosas. Piensas: ¿Qué hago con mi vida? ¿Cómo sigo con mi vida?», relata esta joven miguelturreña, que es la socia más joven de Amuma a sus 28 años. Llegó a la asociación recomendada por una amiga y allí encontró apoyo y capacidad para asimilar una noticia con la que «te tiemblan hasta las pestañas», relata, al pensar en aquel momento que vivió junto a su madre, Juani. 

Un año después lo recuerda con pasión, tras pasar por una quimioterapia, porque el tumor que le descubrieron era grande, de unos cinco centímetros, y fue necesario reducirlo antes de ir al quirófano. De hecho, solo pasaron seis días desde el diagnóstico hasta la primera sesión de tratamiento. «A mí me ponían el tratamiento de quimioterapia un viernes y estaba deseando que llegara el lunes para venirme al trabajo», recuerda la paciente de ese periodo de varios meses en el que recibía dosis de quimioterapia cada 21 días, en los que optó por no faltar a su empleo. «El trabajo te conecta, sientes que no estás enferma, por así decirlo», indica, mientras se toca el pelo nuevo, que empieza a crecer. Como ella. «Ahora me ha salido más fuerte», cuenta, viendo a «la nueva» Carmen. «Me siento más fuerte porque, si he podido con esto, con qué no voy a poder». A la vez cambian los valores, porque se da con lo auténtico, con aquellas personas que están en un momento tan duro. 

Renacer tras una ducha y un cáncer de mama
Renacer tras una ducha y un cáncer de mama - Foto: Rueda VillaverdeTras el tratamiento de quimioterapia llegó una operación para extraer el tumor, que se hizo de tal modo que pudiera conservar el pecho. «Me dieron la opción de quitarme el pecho o no», también de reconstruirlo en el momento, pero pensó en lo «petrificante» que hubiera sido mirarse en el espejo con 27 años y una operación de ese calibre. Por suerte, el tumor resultó ser hormonal, no genético, que además hubiera implicado una operación de mayor impacto para salvarle la vida, quitarle «los dos pechos y los ovarios». Después llegó la radioterapia, 15 sesiones, y ahora, un tratamiento hormonal. Con todo, pese a estar en remisión, ahora toca la parte psicológica, la más dura, en la que el médico suelta un poco, empieza a verla cada pocos meses, en vez de cada semana. «Estás deseando que llegue» y que diga que sigue «bien».

Carmen es una muestra de la importancia de la autoexploración mamaria. Sin ella no hubiera vivido muchos años más. También es un recordatorio de la necesidad que hay de revisar la edad de las mamografías, que es una de las reivindicaciones de las asociaciones de cáncer de mama, en este 19 de octubre, Día Mundial del Cáncer de Mama. «Si a mí no me hubieran hecho ninguna prueba, cuando yo llego a una mamografía por edad, dónde había estado el tumor», se pregunta Cañas. «En el momento en que a una mujer le baja la regla, deberían empezar a hacer pruebas, porque son vidas», explica, vidas como la suya, que cambió tras una ducha.