El último día de curso suele ser especial en todos los centros escolares. De hecho, se trata de una mañana en la que los pequeños tienen menos reticencias que nunca para levantarse de la cama y en la que el final de la jornada deja lugar a dos meses en los que los libros dejarán, aunque no del todo, el protagonismo a la piscina y la diversión. No obstante, y aunque la mayoría de los alumnos desea poner fin a nueve meses muy duros, también son muchos los que dicen adiós a las aulas con la nostalgia que produce dejar a los amigos atrás para iniciar el instituto.
En este sentido, las aulas de sexto de Primaria del colegio Ferroviario de Ciudad Real se convirtieron en un ejemplo de cómo la fiesta de la última jornada puede aunarse con algún que otro llanto por la despedida de los que han sido compañeros de pupitre durante mucho tiempo. Así, Prado, que el año que viene cambiará de centro, reconoció que se iría a casa «con pena», al tiempo que se felicitó por poder coincidir con alguno en el instituto; mientras, otros como Alfonso no ocultaron su alegría y las ganas «por empezar una nueva aventura». Eso sí, los dos afirmaron que no dejarán 'aparcados los libros' y que en el periodo de vacaciones también tocará trabajar. (Más información en la edición impresa)