La que nos espera

Pilar Cernuda
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En los próximos dos meses tendrán lugar las elecciones vascas, catalanas y europeas donde Pedro Sánchez se juega su futuro después de ser muy criticado por la Ley de Amnistía, el 'caso Koldo' o las acusaciones que hay sobre su mujer

El socialista atraviesa un mal momento ante los casos de corrupción de su partido y sus relaciones con los independentistas. - Foto: EFE

En el espacio de dos meses se celebrarán tres elecciones en las que el partido de Gobierno puede jugarse su supervivencia. Al mismo tiempo, desde un palacete en las afueras de Bruselas, el más polémico aspirante a la Presidencia de la Generalitat vivirá un período de infarto siguiendo el trámite parlamentario de la ley de amnistía y analizando si le interesa más volver a España para tener protagonismo al ser detenido, o espera a poder hacerlo entrando en territorio nacional sin que ningún juez pueda toserle porque le ampara la amnistía ya aprobada.

En estos dos meses viviremos en campaña permanente, seguiremos de cerca alianzas y peleas por formar parte de las listas, y se agudizarán las acusaciones relacionadas con el caso Koldo y el escándalo de las mascarillas, porque afectarán directamente al prestigio de los candidatos y a los resultados electorales. Y, en este tiempo, se verá qué ocurre con un asunto que preocupa de una forma muy especial al presidente de Ejecutivo: la acusación de que su mujer pueda estar implicada, y él mismo, en un delito de tráfico de influencias. 

Lo que nos espera es un escenario demoníaco. Las tres elecciones, vascas, catalanas y europeas por orden de fecha, cambiarán el mapa político. 

El personaje que centra toda la atención es Carles Puigdemont, que ha ganado todas las partidas al líder socialista para escándalo de quienes piensan que el presidente socialista ha dado prioridad a conseguir los siete votos que maneja. Toda la atención está puesta en qué hará y en qué momento volverá a España 

En esos siete votos ha puesto Sánchez toda su fuerza, todo su empeño, y aunque se llevó un susto cuando Junts se abstuvo en la primera votación de la Ley de Amnistía y le obligó a ir a una segunda sesión donde, finalmente consiguió el respaldo de esta formación secesionista. 

Un acuerdo por el que cedió sin fisuras ante Puigdemont que, papel en mano, indicó a los negociadores de Moncloa desde la fecha que marcaba la retroactividad de la ley, hasta los delitos que debía incluir para que afectara a todas las personas que quería el dirigente independentista catalán. 

Llega la hora de la verdad, y el PSOE no se encuentra en la mejor situación para afrontar ninguna de las tres elecciones. La última, la catalana, le pilló de sorpresa y en el peor momento político, tanto que incluso el CIS recoge la caída de la intención de voto socialista a pesar de la tradicional cocina de Tezanos. 

Los diferentes casos de corrupción a los que se enfrenta el Partido Socialista relacionados con Koldo y sus negocios con las mascarillas, con implicación de importantes figuras del sanchismo, colocan a Ferraz en una situación de tanta debilidad que los resultados de las tres citas electorales son impredecibles y decidirán el futuro político de Pedro Sánchez en el PSOE.

A la baja

En el País Vasco hace tiempo que el PNV no es lo que era. Un porcentaje alto de sus ciudadanos, sobre todo jóvenes, se resisten a vincular a Bildu con el terrorismo, lo consideran un partido acorde con los nuevos comportamientos sociales, mientras ven al PNV como un grupo político viejuno. A Ortúzar le va a costar ganar las elecciones, mientras el PSOE solo aspira a conseguir los escaños suficientes para formar coalición con los peneuvistas. Pero si es Bildu el que único que le garantizaría el Gobierno, nadie duda que Sánchez no tendría ningún recelo en gobernar con el partido que repugna a una parte importante del PSOE porque no olvida sus orígenes terroristas.

Esos orígenes importan a los sanchistas, que no se cansan de repetir que el PSOE de Felipe no pinta nada, está muerto, pertenece a otra época. Podría ocurrir, lo hemos apuntado porque es un rumor creciente en el País Vasco, que con los resultados en la mano, PNV y Bildu decidieran llegar a un acuerdo para gobernar. En ninguna de las dos formaciones sienten una admiración por Pedro Sánchez, la relación con él es la de socios que se necesitan mutuamente. Punto.

Lo que más preocupa a Moncloa electoralmente es Cataluña. La Ley de Amnistía, tanto el líder de Gobierno como sus seguidores la presentan como la ley de la reconciliación y la convivencia, solo la han celebrado con abrazos efusivos en la aprobación en el Congreso. 

Después de tanto tiempo de ser dos partidos distantes y rivales, la mayoría de quienes siguen la política catalana la han interpretado como algo preocupante: los independentistas van a luchar juntos, muy juntos, para lograr lo único que les une y que Sánchez les ha puesto en bandeja, la independencia. Y esa ley que entrará en vigor cuando regrese del Senado, es el camino que les abre esa posibilidad tan esperada por los secesionistas.

Con el pie cambiado

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, adelantó la fecha electoral para coger al PSOE con el pie cambiado. Pero también a Puigdemont, que si regresa a España antes de que se apruebe la ley sería llevado a la cárcel porque debe responder por los delitos de los que se le acusa, ya que no ha sido juzgado. 

Puigdemont podrá presentarse a las elecciones, incluso si está en prisión, pero se le complican las cosas. Sin embargo, audaz como es él, desafiante como es él, y con la ayuda de su abogado Boye, podría presentarse en España antes de ser amnistiado, y utilizar su conducción ante el juez como una baza electoral. La mejor, la más eficaz. Y el principal damnificado de esta situación sería Pedro Sánchez.

Salvador Illa, líder de un PSC que obtuvo un magnífico resultado el 23 de julio y aspiraba a repetir el éxito en las catalanas, previstas para finales de este año o ya en 2025, cuando correspondería, se encuentra en debilidad manifiesta por su implicación en los numerosos casos de presunta corrupción relacionados por la compra de mascarillas. Era entonces ministro de Sanidad y su papel está hoy muy cuestionado, con indicios de que podría haber caído en la falta de responsabilidad por no vigilar suficientemente los contratos de compra o, incluso, podría haber delitos en algunas de las operaciones que llevó a cabo su propio ministerio.

Paradójicamente, el adelanto electoral que tanto perjudica a Sánchez y a Illa, lo ha provocado una vicepresidenta de Gobierno, Yolanda Díaz. No fue capaz de convencer a su amiga y compañera de Sumar, Ada Colau, para que apoyara los presupuestos de Aragonés y su respuesta fue convocar elecciones. 

Yolanda Díaz es hoy una pesadilla para el PSOE: no consiguió nada en las elecciones gallegas, tiene a Sumar completamente roto antes incluso de que se celebre dentro de unos días su asamblea de constitución como partido, ha dejado escapar a Podemos con sus escaños, que eran fundamentales para gobernar, y no es capaz tampoco de convencer a Colau, su más importante socia en Sumar, para que apoyara a Aragonès y no provocara una situación que echa por tierra el calendario que tenía previsto Moncloa. En él, Illa sería el ganador indiscutible de las elecciones catalanes mientras que ahora, aunque gane, será con peor resultado del que le auguraban las encuestas hasta hace una semana.

No se prevén grandes cambios en los comicios europeos, de circunscripción única y en la que el PP espera lograr una subida suficientemente amplia como para que dejen de presentarle como un partido cuyo futuro depende de las alianzas con Vox. Feijóo está en otra operación, lograr acuerdos con algunos de los miembros de Ciudadanos que sobreviven a la crisis del partido de Rivera y Arrimadas. 

Pero el popular se juega menos que el socialista en estas próximas fechas. Ha sumado triunfos desde que fue elegido presidente del PP, aunque ganó las elecciones sin poder gobernar. No está en riesgo su futuro político, nadie le intenta mover la silla aunque siempre hay quien señala con el dedo a Isabel Ayuso, sin que la madrileña haya dado motivo de que se pueda pensar que aspira al sillón de Feijóo. Sin embargo, Pedro Sánchez encontrará un escenario muy complicado si no sale bien parado de las tres próximas citas políticas. 

Ha jugado muy fuerte, y después del fracaso de Galicia no puede permitirse que el PSOE entre en un círculo en el que se afianza la idea de que Puigdemont ha toreado al inquilino de Moncloa, sigue su ruta hacia la independencia e, incluso, podría sentarse en el despacho más importante de la Generalitat.