Recordando las palabras que dijo el presidente de la Generalitat Josep Tarradellas cuando volvió del exilio, Serrat saludó ayer al público de su ciudad natal con un «Ja sóc aquí!». «Gracias por venir hoy, el día que solemnemente proclamo mi despedida por voluntad propia», añadió ante un Palau Sant Jordi lleno de amigos, admiradores y personalidades, que le recibieron con una gran ovación.
El pasado mes de junio en Murcia, abrió en el primero de los 40 recitales de la que sería su última gira por España. El autor de temas inmortales como Mediterráneo, Hoy puede ser un gran día o Para la libertad, decidió que este 2022 bajaría el telón a su carrera.
Antes de subirse a los escenarios patrios, este último viaje, bautizado como El vicio de cantar, arrancó al otro lado del charco el 27 de abril en el Beacon Theatre de Nueva York, y siguió luego un largo periplo por Miami, Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia, Costa Rica, Venezuela, Ecuador, Argentina, Chile, Perú y Uruguay.
Ayer, en Barcelona, hizo su última escala. Serrat celebró en su ciudad natal su gran fiesta de despedida: el último concierto de una gira que le ha llevado durante los últimos ocho meses por el mundo.
A cuatro días de cumplir los 79 años (su aniversario es el próximo 27 de diciembre), cierra su carrera en la misma ciudad donde la empezó hace ya 58 años, en 1965, con poca vocación de nostalgia y mucho ánimo de fiesta, porque el cantautor pidió a sus seguidores que lo despidan con alegría.
En todos sus conciertos de partida, agotó entradas a gran velocidad y se vio obligado a redoblar fechas para dar satisfacción a los incondicionales o nostálgicos que se habían quedado sin billete, hasta llegar a la gran cifra final: 74 conciertos, 45 de ellos en España.
La ciudad donde más ocasiones tuvo que subirse al escenario fue Buenos Aires, con cinco recitales muy emotivos en los que narró todo un rosario de anécdotas de su larga y entrañable relación con Argentina, algo que también hizo en otras muchas ciudades de Latinoamérica, un continente que siempre ha considerado su segunda casa.
Ayer volvió, sin embargo, a su primer hogar, donde seleccionó una treintena de las 70 grandes canciones de su repertorio sin dejarse en el baúl temas míticos que el público coreó con una dosis enorme de emoción como Mediterráneo, Lucía o Aquellas pequeñas cosas.
«Se acabó, que el sol nos dice que llegó el final», cantó en el emblemático Palau Sant Jordi de Barcelona rodeado de sus amigos y seguidores, entre los cuales estuvo también el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Lleno apoteósico
El noi del Poble-sec puso el broche final a su dilatada carrera en los escenarios con el último de los tres últimos conciertos que ofreció en el Sant Jordi, cantando para más de 15.000 personas. Ni una butaca libre había en el gran templo de la cultura catalana.
Al igual que él, muchos de los que ayer noche no faltaron a esa cita sentimental, peinaban canas. En sus casas, entre lo más querido de su colección de vinilos, con seguridad figuran varios -o casi todos- de los muchos que Joan Manuel Serrat publicó a lo largo de su vida.
El cantautor catalán volvió a coger la guitarra acústica, su inseparable compañera durante tantos decenios en la carretera para poner música -con su voz de ahora matizada por el tiempo- a esas letras que han marcado a varias generaciones de españoles.
Símbolo musical y también ideológico, sus canciones están en el recordatorio colectivo y forman parte de la memoria sentimental de millones de compatriotas.
El público abarrotó su último concierto, pero nadie, de los miles que se dieron cita en el Palau, hubiese querido escuchar aquella melodía porque todos sabían que Serrat estaba entonando la música del adiós. Su voz guardará ya silencio pero siempre quedará el mito, su recuerdo...y sus discos.