«La fantasía no pone límites a la imaginación»

Antonio Criado
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Ana María de la Torre Bermúdez (Valdepeñas, 1995), traductora en el Parlamento Europeo, en su sede de Luxemburgo, presenta este jueves en su localidad natal, en el Centro Cultural La Confianza, 'El ocaso de la madera'

Ana María de la Torre Bermúdez. - Foto: LT

El ocaso de la madera es la primera novela que saca al mercado, con la que cumple un sueño que llevaba persiguiendo muchos años.

¿Cómo fue el proceso creativo de esta obra?

Es una novela, pero nació de un relato que se llamaba Walnuss y que salió de un sueño que tuvo mi novio, donde el protagonista tenía una relación bastante especial con un robot. Me lo contó y me dijo que podía escribir algo al respecto. El tema de los robots me gusta, pero ya lo veía muy trillado en el mundo de la ciencia ficción y pensé en llevarlo a otro terreno. Y así, dándole vueltas, pensé en escribir una historia sobre la inteligencia artificial y lo que es la vida artificial en general, ambientada en un mundo más fantasioso. Después, un amigo leyó el relato y me dijo que se había quedado con ganas de más, y como yo también me había quedado con ganas de más, seguí escribiendo y lo convertí en una novela corta, que están muy de moda en el mundo de la fantasía. 

¿Con qué se va a encontrar el lector?

Se va a encontrar una historia de fantasía, pero de fantasía oscura, no es una historia dirigida a niños. Trata temas complejos sobre la existencia, la naturaleza y la ambición del ser humano y cómo intenta amoldar el mundo a su antojo. Es una obra que tiene también un poquito de intriga y, según me dice gente que ya la ha leído, un poquito de terror, algo que no pensé cuando la escribía. Es, en definitiva, una obra de fantasía oscura con un hilo de misterio y unos personajes intensos y complejos. La novela, que tiene dos partes, comienza con un herborista que parte al bosque acompañado de un artilugio alquímico para resolver un misterio.  

¿De dónde le viene esa debilidad especial por la fantasía y la ciencia ficción?

Es un género que me llama la atención desde pequeña.  Cuando estaba en Primaria, leía a muchos autores de fantasía, como Laura Gallego y Cornelia Funke, y todos los libros de Harry Potter. Cuando ya pasé al instituto y podía elegir los libros que quería leer, la fantasía era lo que más me llamaba la atención porque es un género que no pone límites a la imaginación, donde todo es posible. Ahora mismo leo de todo, pero cuando se trata de escribir, opto más bien por la fantasía y la ciencia ficción. Me parece que es el género más libre: bastantes reglas tengo que seguir en la vida diaria.

Ha citado antes a algunas autoras. ¿Tiene algún referente literario en este u otros géneros?

Ahora mismo me gusta mucho Nnedi Okorafor, que es una escritora de ciencia ficción estadounidense de ascendencia nigeriana. Tiene una prosa muy delicada, muy poética y emotiva, y mezcla un poquito la fantasía con la ciencia ficción. Y todo ello lo impregna de la cultura y el folclore nigeriano. Es una autora en  la que pienso para inspirarme y mejorar como escritora.

Se trata de una obra autoeditada, un camino que cada vez eligen más escritores. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene?

Esta editorial, en concreto, Ediciones Arcanas, está más receptiva con los autores noveles y abierta a explorar muchos formatos, como el digital o la venta en países de Latinoamérica. Me da mucha libertad para expandirme y que la novela se lea en muchos sitios. Entre las desventajas está el factor económico, porque los autores tenemos que poner dinero y existe el miedo de no saber si la cosa va a salir bien o no. Y la publicidad que te dan, por supuesto, no es la misma que en otras editoriales más grandes.

 

La traducción es su otra pasión. ¿Por qué eligió estos estudios?

Estaba en segundo de Bachillerato, preparándome para hacer la Selectividad, y tenía que pensar qué quería estudiar. Y pensé en hacer algo relacionado con la literatura, pero lo veía todo demasiado teórico: no quería aborrecer la literatura, con todo lo que me gusta. Por otro lado, me gustaban mucho los idiomas, disfrutaba con la traducción de textos en las clases de latín y griego, y pensé que sería algo práctico e interesante, una manera de ganarme la vida también escribiendo. De pequeña pensaba que me iba a hacer escritora y vivir de la escritura, pero luego me di cuenta de que sería difícil.