Después de la llegada del hombre a la Luna, el gran reto de la Humanidad en el espacio es encontrar vida en Marte. Una posibilidad que parece cada vez más próxima, gracias al hallazgo de un meteorito marciano, que recaló en la Tierra y que da esperanza a los científicos. «No hay otra teoría más convincente», señala Philippe Gillet, autor de un informe sobre el descubrimiento del asteroide. A esta conclusión llega Gillet después de analizar detalladamente las huellas de carbono orgánico encontradas en el cuerpo estelar, que apuntan a su probable origen biológico.
Así, en un trabajo publicado en la revista Meteoritics & Planetary Sciences, estos expertos sostienen que la sustancia presente en la roca interestelar podría haber llegado a sus fisuras cuando todavía estaba en el planeta rojo, gracias a la infiltración de un líquido que era rico en materia orgánica.
Expulsado de Marte después de que un cuerpo celeste se estrellara en su superficie, el meteorito, llamado Tissint, cayó en el desierto de Marruecos el 18 de julio de 2011, a la vista de varios testigos.
En su exploración se encontró que la roca extraterrestre tenía pequeñas grietas que se llenaron con la materia que contiene carbono. Pero, aunque varios equipos de investigación demostraron que este componente era de naturaleza orgánica, hasta ahora no existía un consenso respecto a su origen.
Los expertos llevaron a cabo un análisis microscópico y de isótopos de la sustancia que les levó a la conclusión de que era biológica, pero no era química perteneciente al planeta, y también abrió un abanico de posibles explicaciones acerca de su procedencia.
Con este trabajo, los investigadores desafían las teorías descritas previamente, que proponen que las huellas de carbono estaban originadas por la cristalización de alta temperatura del magma. Según el nuevo estudio, una explicación más probable es que los líquidos que contienen compuestos orgánicos biológicos se infiltraron en la roca madre de Tissint a bajas temperaturas, cerca de la superficie marciana. Unas deducciones apoyadas por varias propiedades intrínsecas de la materia del meteorito, como por ejemplo su proporción de carbono 13 a 12. Esta resultó ser significativamente menor que la que hay en el CO2 de la atmósfera de Marte, medido por los rover Phoenix y Curiosity.
Por otra parte, la diferencia entre estas cifras se corresponde perfectamente con lo que se observa en la Tierra entre un trozo de carbón -que es de origen biológico- y el carbono en la atmósfera. Los investigadores señalan que la materia también podría haber llegado del planeta rojo cuando los meteoritos muy primitivos (condritas carbonatadas) cayeron sobre él.
Sin embargo, los científicos consideran que este escenario es poco probable debido a que tales asteroides contienen muy bajas concentraciones de materia orgánica. Así, Gillet se muestra abierto a que «otros estudios puedan contradecir estos hallazgos». «Sin embargo, nuestras conclusiones son tales que van a reavivar el debate sobre la posible existencia de actividad biológica en Marte», apunta.