Los nervios de la espera dieron paso a un torrente incontenible de emoción. Sonrisas de oreja a oreja, lágrimas, besos y abrazos presidieron el acto de bienvenida de los 28 menores ucranianos que disfrutarán de las vacaciones de verano en la provincia, lejos de la guerra que asola su país. A las tres en punto de la tarde, con el termómetro marcando más de 35 grados, los niños y niñas bajaron del autobús entre aplausos de las familias que los acogerán en sus casas y de los directivos de la asociación Crean, que ha retomado este programa solidario después de seis largos años de interrupción.
Prado Trujillo repite experiencia. Por su casa de Calzada de Calatrava han pasado ya dos niñas y un niño desde 2008, a los que ahora se suma Ana, de nueve años. Los considera «familia», los lleva en el corazón y mantiene con todos ellos un contacto permanente. De hecho, Yevgenia tiene permiso de refugiada y vive con ella a la espera de que se cumpla su sueño: el fin de la guerra para poder regresar a su país. Su hermana, Polina, vive actualmente en Estados Unidos, y Nazar, al que acogió en 2010, está combatiendo en el frente. Tiene ahora 26 años.
Pedro López y su mujer son novatos en estas lides: «Cuando vimos que Crean retomaba la iniciativa de traer a los peques de Ucrania para pasar el verano, no lo pensamos ni un momento y nos ofrecimos a colaborar. Es algo que ya habíamos hablado cuando estalló el conflicto bélico». Estefanía, de 11 años, compartirá con su hija un campamento de scouts, un concierto de Aitana en Madrid y unos días de playa en Alicante, antes de regresar a Ciudad Real para disfrutar de las actividades organizadas con motivo de la Feria y fiestas.
Un emocionado reencuentro - Foto: Rueda VillaverdeEspecialmente emotivo fue el regreso de Polina a la capital manchega, en la que ya disfrutó de siete vacaciones de verano de acogida cuando era niña y otro más como monitora antes de que estallara la pandemia de coronavirus y la guerra en su país: «Me invitaron y acepté, porque tenía muchas ganas de volver a España y ver a mi otra familia». La mayoría de los niños y niñas procede de Kiev y de otras poblaciones próximas a la capital. «La situación en Ucrania es muy mala y estoy muy contenta de que hayan podido venir para que puedan disfrutar de una vida que es la que todos los niños tendrían que vivir», apostilla.
Las lágrimas se asoman por las mejillas de Esther Castillo cuando rememora el proceso llevado a cabo para volver a poner en marcha esta iniciativa solidaria. «La información que recibimos de los niños es de una situación muy precaria, con sus padres en la guerra o desaparecidos y las madres tirando de un montón de muchachos. Poder sacarlos de allí aunque sean 40 días, para que pasen unas vacaciones 'normales' es muy emocionante», enfatiza la directiva de Crean. Junto con otra compañera, también trabajadora social de profesión, se ofreció voluntaria para desplazarse a las casas de los familiares de acogida para conocer in situ dónde iban a dejar a los menores.
Un emocionado reencuentro - Foto: Rueda VillaverdeEl acto de bienvenida, en la sede de la Universidad Popular, comenzó con unas palabras del expresidente y fundador de Crean, Ramón Serrano, que puso en marcha este proyecto en 1995, con el objetivo de mejorar la salud de los menores de la zona afectada por la catástrofe nuclear de Chernóbil.