Con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, las calles de Ciudad Real se llenarán mañana de comparsas carnavaleras y de espectadores ávidos de disfrutar de un desfile que dura unas cuatro horas y al que, como cada año, pone colofón el camión que recoge las sillas. Será un nuevo Domingo de Piñata, una parada llena de artilugios motorizados de todo tipo, efectos especiales varios y vatios y vatios de sonido a todo volumen para que los danzantes disfrazados no pierdan el paso. A todos suenan los nombres de peñas asiduas al desfile de Ciudad Real, como Harúspices, de Tomelloso, o Guiomar Pardo Tavera, de Fernán Caballero, formaciones históricas entre las que descolló a principios de los años noventa El Circo, peña de Torralba de Calatrava cuyos montajes eran de los más celebrados por el público que abarrotaba las calles de Ciudad Real.
El Circo se creó en 1979 y estuvo en activo dos décadas, hasta 1999, año de su última participación en el Domingo de Piñata. Empezaron unos pocos y acabaron siendo más de 200 personas y una de ellas, que empezó muy niña y permaneció hasta el final hecha toda una mujer, Inmaculada Casero González, ha querido evocar con La Tribuna cómo fueron aquellos años en los que la peña iba de pueblo en pueblo con su desfile, nómada como casi todos los circos.
Inmaculada habla de todo aquello sin perder la sonrisa porque son recuerdos ligados a la fiesta y al carnaval y dice que la primera vez que la disfrazaron tenía diez años y participó en una fantasía titulada 'Érase una vez' en la que interpretaba el papel de Caperucita Roja y en la que «me lo pasé pipa».
Corría el año 1981 y era el segundo montaje que realizaba la comparsa El Circo, que había creado un par de años antes un grupo de amigos aficionados al carnaval capitaneados por María Teresa González Marín.
La idea de esta troupe no era otra que pasarlo bien recogiendo el testigo de la tradición carnavalera local, apunta Inmaculada.
Y es que, como señala José Luis Loarce en el prólogo del libro Carnaval torralbeño, Cultura y tradición de una fiesta popular, Torralba es «un pueblo vertebrado gran parte del año en torno a su carnaval», una fiesta que ha pasado históricamente por el «festón de bailes finos de salón de principios de siglo, murgas de adoquín y morapio, y agrupaciones multitudinarias (El Circo y La Torre) que rellenaron hasta colmatarlo el carnaval de finales del siglo XX, dejando estela de su buen hacer más allá de los límites locales».
Lo cierto es que los de El Circo le echaban mucha imaginación y ganas, y con el paso de los años se consolidaron como una de las comparsas más relevantes tanto por la ambientación de sus montajes y la capacidad de improvisación de los participantes como por la crítica que encerraban los mismos: «Siempre estaban muy al tanto del día a día y cada año sacaban el tema que estaba en el candelero», apostilla Inmaculada tras recordar que dieron los primeros pasos con un montaje sobre 'La crisis del petróleo'.
La primera salida a la calle de la comparsa fue en 1980 con 'El mundo del circo' como protagonista. No tardaron apenas en pegarse a la actualidad y en 1982 los protagonistas fueron los personajes de los dibujos animados que emitía TVE (Los Picapiedra, Petete, la abeja Maya) y entre los que no faltó Naranjito, la oronda mascota del Mundial de Fútbol.
Sin límites. Al principio la comparsa no salía de Torralba, pero pronto llevaron su imaginación y originalidad por otras localidades cercanas, como Bolaños, Miguelturra, Puertollano o Ciudad Real. Poco después cruzaron las fronteras de la provincia para triunfar en Madrid, Pamplona y Jaén, entre otras ciudades españolas.
En 1984, con un montaje sobre el televisivo 'Un, dos, tres responda otra vez', obtuvieron su primer gran éxito en la provincia, ya que por la mañana se alzaron con el premio especial del Domingo Piñata de Ciudad Real y por la tarde lograron el primer premio en Miguelturra.
Inmaculada cree que el éxito y la gran acogida de sus montajes radican en el vestuario, «muy rico y cuidado», la coreografía y en que «siempre iba gente haciendo algo gracioso detrás de las carrozas, como los 'sufridores' del 'Un, dos tres' encerrados en una jaula».
El Circo empezó como una familia y fue creciendo hasta reunir a 240 personas o más el último año entre los que tomaban parte en el desfile y el grupo numeroso de gente encargada de los trajes, las carrozas, la coreografía. Así, Inmaculada destaca la labor en la costura a cargo de muchas mujeres, como Pilar Murcia, encargada del corte y las costureras Emi, Ignacia (su madre), Isabel Madrigal, Maxi, Prudencia, Rosa de la Peña, Isidra, Lola, Alfonsi (carnavalera mayor de este año), María Esperanza y las hermanas Gema y Goyi, muy creativas.
La maquinaria se ponía en marcha pasadas las navidades con reuniones y, a partir de ahí a correr: «Yo a pasar hilos, aprendí a coser allí en la sede de El Circo; nada más terminar la tarea del colegio me iba para allá corriendo a ayudar».
Y mientras las mujeres se afanaban dando puntada tras puntada, los hombres se encargaban de construir las carrozas y el resto de artilugios como los coches de choque, los toros, los caballos, 'manitas' entre los que estaban Juan Carrasco, Domingo Manolón, Luis García Villaraco Torres, Felipe Casero, Jesús Manuel, Boni, los tres 'Ángeles', uno de ellos el marido de Alfonsi, Ceferino, Nemesio, Juan José...
Según Inmaculada, todo se hacía de buen grado y «no había discusión, ni pegas. Todos nos amoldábamos a lo que se decidía por encima de intereses particulares», aunque no le duelen prendas al reconocer que «María Teresa era la persona más importante apoyada por Isabel y Gema, que la asesoraban».
El día del desfile se ponía a prueba todo el trabajo realizado en los meses precedentes, un día que en el caso de Inmaculada empezaba en el salón de su casa donde un grupo iba a maquillarse antes de empezar viaje. Luego, la organización antes y durante el desfile, de la que se encargaba Francisco Moreno, y la coreografía, que corría a cargo de Fernando Hurtado, que «ahora tiene una compañía de teatro: nos enseñaba la coreografía, cada grupo tenía una y luego era un conjunto armónico».
Y cada año era una cosa distinta. Así es que Inmaculada fue saltando del bosque encantado más recóndito, poblado de gnomos, hadas, libélulas, ninfas, duendes y demás parentela, a la catedral de Notre Dame y su jorobado, a los toros, al Arca de Noé o al Far West.
Estas fantasías reportaron a la comparsa El Circo multitud de galardones. A partir del premio especial de Ciudad Real y el primero de Miguelturra, obtenidos en 1984 y ya citados, estuvieron varios años sin bajarse del podio porque nunca quedaban por debajo del tercer lugar. Entre 1990 y 1995 ya fue el no va más: primer premio en Ciudad Real y Puertollano en 1990 y en 1991 con 'Asterix en el carnaval' y 'Juega con nosotros', respectivamente; Premio Especial en Ciudad Real y Arlequín de Oro en 1992, 1993 y 1994 con 'Fiesta nacional', 'Tiempos de feria' y 'Aladino', y primer premio en la capital en 1995 con 'Far West'.
Lamentablemente, después de estos triunfos consecutivos, en 1999, El Circo bajó el telón y se despidió como había empezado 20 años antes, con un montaje sobre el mundo circense. «Nos fuimos en el punto más álgido», señala Inmaculada quien vuelve a citar a la alcaldesa María Teresa González, artífice de El Circo.
De aquellos años Inmaculada se queda con el recuerdo de horas de trabajo, ensayos y baile por las calles y también con anécdotas como cuando «los cochecitos de choque de la fantasía 'Tiempos de feria' no salían por la puerta del taller y tuvieron que deshinchar las ruedas para sacarlos. Fue en el 93. Sacaron los cochecitos, los metieron en el patio de mi abuela y luego nos llevamos el Arlequín de Oro», dice entre risas y un punto de emoción.