2001. Wikipedia, una odisea del espacio enciclopédico

Carlos Dávila
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2001. Wikipedia, una odisea del espacio enciclopédico

En España tardó cinco días. Se estrenó el 15 de enero y hasta el 20 no se registró Wikipedia en nuestro país. La mejor y más rigurosa biografía de Wikipedia está, naturalmente en... Wikipedia. No se trata de un ejercicio cultural desmesurado: Wikipedia la bautizó como tal su creador Larry Sanger, que se fue hasta Honololu para realizar una contracción de 'Wikiwiki' que en el idioma polifónico de la isla parece que significa rápido, con una adición explicativa: Enciclopedya. Así se llama para la posteridad el más universal y parece que definitivo glosario que inserta las grandes bondades y también -es lo propio- miserias de personajes más o menos conocidos, de acontecimientos parcial o globalmente relatados y de descubrimientos, aún incluso por acomodarse a la realidad. En España comenzamos a usar la enciclopedia que mató a los Espasas de turno aquel 20 de enero que puso a buen recaudo nuestra curiosidad. Si hubiera amanecido siete días antes, habría recogido ya una de las más importantes manifestaciones convocadas contra ETA. Tuvo por escenario Vitoria, y acudieron 50.000 personas hartas de asistir empavorecidas a los sucesivos atentados de aquella banda de criminales que, en ese primer semestre de 2001, asesinó a un dirigente popular que se aprestaba a ser presidente de Aragón: Manuel Giménez Abad. Los pistoleros le dieron cinco tiros y su hijo, al lado del cadáver de su padre, lanzó alaridos de llanto y desesperación.

Era este 2001 un año muy especial que, según se presumía muy anticipadamente, podía terminar con el predominio del nacionalismo al frente del Gobierno vasco. Jaime Mayor Oreja, ministro del Interior, renunció al cargo y viajó hasta Vitoria como base principal de una campaña que se tildó de antemano como histórica. Al final resultó un fiasco porque los abertzales de toda condición se movilizaron como nunca y evitaron que la presumible coalición PP-PS (Mayor-Nicolás Redondo) ganara Ajuria Enea. El PNV cosechó 33 escaños, el PP 19 y el PSOE sólo 13. Allí terminó la aventura propiamente vascongada de dos partidos, que por entonces sí creían imprescindible desalojar a los sabinianos del poder.

 Fue un fracaso de proporciones aún sin catalogar que sumió en una especie de letargo de iniciativas al Gobierno de José María Aznar, aún con mayoría absoluta en el Parlamento Nacional. Tenía el presidente por aquel tiempo un obsesión de las que marcan territorio; territorio y ríos porque encargó a su ministro de Medio Ambiente, Jaime Matas, luego abatido por corrupciones más ajenas que propias, un Plan Hidrológico Nacional destinado a repartir las aguas de la Nación y combatir la tópica «pertinaz sequía» de Franco. El Plan naufragó antes de experimentarse porque el PSOE, con unas miras chatas, se negó a apoyarle. A cambio propuso una fiesta interminable de desaladoras que tampoco hoy ofrecen agua suficiente para regar los secarrales y, además, a unos precios desbocados.

 Los socialistas desaprobaron asimismo otro de los programas-estrella de Aznar que azarosamente, nunca mejor dicho, enarboló su Gobierno gracias a la contribución decisiva de la ministra, llamada entonces de Empleo, Fátima Báñez: la Reforma Laboral. Ha durado poco más de 20 años y ha sido barrenada por el Gobierno social-comunista de Sánchez. No fue un absoluto chasco porque en su vigencia consiguió una dinamización del trabajo en una España que entonces crecía muy por encima de lo que lo hacían los demás países de la Unión Europea. Aznar se inventó el eslogan: «España va bien» que levantaba los gritos de la oposición en el Parlamento nacional. Esto sucedía en la política rabiosa del momento, pero la crónica social de España se escribía entonces con otros parámetros. Nada menos que con la primera novia oficial del Príncipe de Asturias, hoy Felipe VI. Eva Sannum, que así se llamaba la escogida, era lo que en lenguaje doméstico hispano se puede llamar una «real moza». Guapa a lo nórdico y muy desenvuelta había enloquecido al candidato al Reino. El país se dividió literalmente en dos hasta que una hermosa fotografía de la pareja asistiendo arrebolados a un acto oficial en el extranjero terminó con el rosa y un tanto escandaloso lance. Sannum, antigua modelo de lencería fina, lució para aquella ocasión un atrevido traje de terciopelo azul con un escote de los que las damas recogidas denominan de «¡Madre de Dios!». La Zarzuela no resistió el embate y el pobre Príncipe renunció al amor de la noruega. Eso sí, advirtió: «Esta será la última vez que me pliego; me casaré con quien quiera y no con quien deba», y a fe que cumplió con su advertencia.

 Aznar, que también participó activamente en la polémica y no precisamente a favor de Noruega, tomó una decisión controvertida fruto de sus acuerdos de investidura con el nacionalismo catalán. En el Pacto del Majestic se oficializó la desaparición del Servicio Militar Obligatorio y así ocurrió que el último día del año, con las uvas preparadas en todas las mesas de la nación, se dio carpetazo a la famosa mili que había sido concebida desde luego como instrumento de formación castrense, pero también de igualación social. Al cabo del tiempo, alguno de los que apoyaron la obligada medida, la critican acervamente. El Gobierno del PP la presentó como una guía de progreso en unos momentos en que sufría episodios de incertidumbre y disputa con Marruecos. Anticipo de lo que un año después cuajó en la toma por parte del Reino aluita del islote español de Perejil.

 EEUU, o sea, Georges Bush Jr, no quería disputas en el sur europeo, después, claro está, de la gran conmoción que su República, también el mundo entero, sufrió el 11 de septiembre cuando en un atentado múltiple, la Yihad islámica atacó, con sendos aviones suicidas, las Torres Gemelas de Nueva York, el Pentagóno y Shanskville en Pensilvania. El resultado fue brutal: 3.016 muertos. De aquella catástrofe surgió la lucha sin cuartel declarada por EEUU contra el Eje del Mal, en el que participaba, desde la totalitaria Irak, el temido Saddam Hussein. Aquello terminó -se sabe- con una deposición, la de dictador que, no encontrándose las armas de destrucción masiva que justificaron la invasión, deparó una enorme reacción en contra desencadenada por la izquierda internacional que en España hizo perder el oremus.  Luego, el poder tras los atentados de Atocha al propio Aznar.

 Los Beatles, que se reunieron por última vez en Nueva York el 11 de noviembre, un mes después de la hecatombe, cantaron aún por vinilo una Oportunidad para la paz del asesinado John Lennon. El convocante Georges Harrison no resistió la emoción y se marchó al otro barrio 17 días más tarde. En España fue más tronada la muerte del gran Paco Rabal por lo que su interpretación en Los santos inocentes llenó en aquellos días las pantallas del país. También falleció un intelectual arrepentido del franquismo, don Pedro Laín Entralgo, catedrático de Historia de la Medicina, cuyo Descargo de conciencia es todo un resumen de cómo un erudito así puede confesar, al final de su vida, que se ha equivocado de bando. Un guion que se cumple escrupulosamente en la serie más longeva de la Televisión, Cuéntame como pasó, estrenada en septiembre de aquel año, casi al tiempo de otro acontecimiento musical: la Operación Triunfo que aún ahora se enreda en mil copias con mayor o menor fortuna. 

También en agosto finalmente se nos murió Miguel Gila. Dejó para la posteridad del humor vítreo aquella pregunta de como quien no quiere la cosa: «¿Dónde pongo este muerto?». Entonces el muerto fue él.