A finales del pasado mes de agosto el poeta Francisco Caro Sierra fue reconocido como piedrabuenero ilustre en su localidad de nacimiento. Profesor de instituto en Madrid, no fue hasta su jubilación cuando empezó a publicar poesía en la que muchas veces se siente el poso de su pueblo.

Le han nombrado piedrabuenero ilustre, ¿cómo lo valora?

Como un acto de aprecio y de cariño de las personas que forman la cofradía de San Bartolomé y que cada año otorgan este título. Creo que viene provocado quizás por mi apoyo a las actividades culturales que se realizan en mi pueblo o bien por mi trayectoria como poeta. Cualquiera de estas causas puede haber llevado a este nombramiento que agradezco y que recibí el pasado 24 de agosto. 

Usted reside en Madrid, pero ¿cómo es su presencia en Piedrabuena?

Vivo en Madrid y en Piedrabuena, voy mucho a mi pueblo, tengo casa allí y participo, por ejemplo, en el premio de poesía Nicolás del Hierro; en el fomento de la escultura, con algunos escultores que hay en el pueblo, hicimos un monumento a los mayeros. Durante un tiempo organicé y produje Mayo de Versos, que era un encuentro de poetas nacionales; también he publicado algunos libros que son referencia en el pueblo. Siempre estoy atento a lo que puedo colaborar. 

Al mismo tiempo, Piedrabuena está presente en su quehacer poético, ¿qué le aporta ser de Piedrabuena en términos literarios? 

Me aporta la luz de Piedrabuena, el paisaje, la infancia, que siempre es un tesoro de recuerdos de donde echar mano; me aporta la familia, la amistad, me aporta mi casa. Yo soy, como me dicen en broma en ocasiones, el poeta del patio, porque mi casa tiene un patio en el que me encuentro muy a gusto y que suele aparecer en muchos de los poemas como un locus amoenus, como un lugar donde yo me siento en paz y en orden conmigo mismo. Eso se transmite en algunos poemas y sobre todo los que reuní en aquel libro que se editó hace dos años con el título de Aquí, con poemas que hacen referencia a mi tierra natal, a mi origen. 

Estaba muy ligado a Nicolás del Hierro, ¿qué compartían aparte de esta condición de poetas y de piedrabueneros? 

Ya es suficiente ser piedrabuenero y ser poeta. Sobre todo lo que compartimos era la amistad y el respeto por la persona y por la obra el uno del otro. Para mí fue un maestro; siempre me apreció con un abrazo fraternal. Compartíamos ese amor por el pueblo, él también tenía casa en el pueblo, aunque nuestros estilos, nuestras maneras de acercarnos a la poesía eran distintos. Cada uno tiene sus modos, sus estilos para estar en la poesía, pero siempre compartíamos el cariño por nuestro origen y una amistad clara y sincera. 

Usted hace de puente entre los mundillos poéticos de Ciudad Real y Madrid, ¿en qué se diferencian?, ¿en qué se parecen estos dos círculos? 

Mi conexión con ambos mundos hace que muchos poetas de Madrid acudan a Ciudad Real y a veces, al revés, algún poeta de Ciudad Real ha tirado de ellos hacia Madrid. Hay una fuerte conexión. El día 13 viene un poeta que es muy amigo mío, Rafael Soler, viene a leer a la tertulia del Grupo Guadiana. Entonces sí es cierto que este ir y venir mío produce una conexión entre estos dos mundos, pero no es que yo haya hecho nada en particular, sino que viene provocado por esta situación mía de transeúnte entre ambos mundos.

¿En qué está trabajando ahora? ¿Qué es lo próximo que podremos leer de su pluma? 

Yo he publicado bastante, 14 libros en 17 años que llevo en esta labor, con lo cual me había planteado que era suficiente, pero sí estoy trabajando. Este verano he estado dando forma a un nuevo libro que no sé cuándo verá la luz, cuando sea oportuno o cuando me urja, pero sí, tengo ya un nuevo poemario dispuesto. Ahora dedico gran parte de mi tiempo a colaborar en la joven editorial Mahalta, una editorial ciudadrealeña que ya va teniendo un amplio bagaje y un nombre consolidado entre las editoriales de poesía española.