Un diablo suelto en el Siglo de Oro

D. F.
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Teo Palacios presenta en el marco del ciclo 'Crónicas. Historia y Letras' su novela más reciente, 'La boca del diablo', publicada por la editorial barcelonesa Edhasa

Teo Palacios confiesa que escribe novelas históricas porque el aprendizaje que tiene que realizar durante la fase de documentación de cualquiera de sus obras «me llena tanto que es con lo que más disfruto».

El apunte es notable porque Palacios estaba ayer en Ciudad Real para presentar en la Librería Serendipia su obra más reciente, La boca del Diablo, una novela cuyo primer atisbo surgió hace siete años y ahora ve la luz de la imprenta de la mano de Edhasa, un sello especialmente dedicado al género de la narrativa histórica. Es esta obra, el autor recurre a un soldado de los tercios, sobreviviente del desastre de la Gran Armanda, para convertirlo en testigo de las andanzas de dos inquisidores, uno dominico y otro franciscano, que deben investigar unas misterisosas desapariciones en la localidad toledana de Casarrubios del Monte, atribuidas al diablo.

Teo Palacios, natural de Dos Hermanas (Sevilla) y residente en la localidad pontevedresa de Cangas do Morrazo, realizó esta presentación en Ciudad Real al abrigo del ciclo Crónicas, Historia y Letras, promovido por la Asociación ManchaArte.

En una conversación con La Tribuna previa a su encuentro con los lectores, Palacios confesó que «tenía la idea sobrevolando mi cabeza durante un tiempo», para centrarse en cuestiones como «el esoterismo, demonolatría, el culto a satán, las brujas, las posesiones demoníacas, pero no terminaba de cuadrar», hasta que en un momento dado se dio cuenta de que el Siglo de Oro, «es cuando se produce el boom de la demonolatría en toda Europa con  la inquisición investigando decenas de casos de brujería, fíjate que fácil era y no me había dado cuenta». Al mismo tiempo, el momento en el que sitúa su novela le resulta especialmente interesante, en 1588, cuando se acaba de producir el desastre de la Armada Invencible.

Por otro lado, en cuanto a la localización en Casarrubios del Monte, Palacios alerta que aunque hoy el pueblo sea muy poco conocido, en el siglo XVII «era de una de las poblaciones más importantes», puesto que si bien Madrid, la capital, tenía 12.000 habitantes, «Casarrubios tenía 3.000».  Pero a la vez, a través de la documentación existente detecta una falta de fe en su entorno, lo que La Iglesia consideraba un elemento necesario para la propagación del culto diabólico.

En Casarrubios encontró un pueblo que aunque en 1565 se había consagrado de una segunda iglesia, la de Santa María, que en 1588, «aún no se ha concluido y parece que en la zona se llevaban a cabo varias romerías que habían caído en desuso y hay varios lugares de oración que ya no visita nadie y todo eso me sirve para indicar que en la zona había falta de fe».

Con todo, el autor sitúa la actuación de los inquisidores en un contexto Eurpeo, con grandes quemas de brujas en Francia y Alemania, aunque en España, «en contra de lo que piensa la gente, la actuación fue más moderada».

De hecho, uno de los personajes, el franciscano Bernanrdo de Salazar, representa ser hermano del inquisidor real Alonso de Slaazar y Frías, cuyo memorial sobre brujas se muestra muy escéptico sobre las acusaciones generalizadas y fue muy utilizado como manual por el Santo Oficio.

Ahora Teo Palacios está enfrascado en las fases previas de una nueva novela que le hará retroceder en el tiempo hasta el siglo XI, cuando se estaba forjando, no sin tensiones la unión entre los reinos de Castilla y León.