Editorial

Un desenlace tan previsible como los peajes que tendrá que pagar Sánchez

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Se cumplió el guion previsto, como se cumplirá, salvo sorpresa mayúscula, el próximo viernes. Núñez Feijóo salió de la segunda jornada del debate de investidura con los mismos apoyos con los que llegaba: los diputados de Vox y el respaldo de Unión del Pueblo Navarro (UPN) y Coalición Canaria (CC).172 votos que le dejan a las puertas de la Presidencia del Gobierno. Golpe de realidad para el líder popular y por extensión a un partido al que le ha pasado factura su obligado acercamiento a la formación liderada por Santiago Abascal.
A pesar de lo previsible del resultado, caer en la tentación de tildar de «inútil» la tentativa del Partido Popular solo es un intento más de dinamitar la ya encolerizada vida política, además de cuestionar una herramienta democrática activada por el rey Felipe VI al encargar la investidura a Feijóo. Pese a estar abocada al fracaso, las dos jornadas de debate sientan las bases de lo que será la oposición del Partido Popular si Sánchez conserva el poder y los peajes que tendrá que pagar éste para tratar de prorrogar su mandato. Pese a que el presidente del Gobierno en funciones, en una huida hacia adelante, ha tratado de esconder el elefante en la habitación que es la amnistía, desde Esquerra Republicana (ERC), a través de su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, y del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ya se han encargado de recordar al candidato socialista que a esta medida de gracia le tendrá que seguir un referéndum pactado a lo largo de la legislatura. Si desde filas socialistas hablan de la soledad del Partido Popular, incapaz de subir a su barco a partidos de similar espectro ideológico como el PNV, la multitudinaria compañía, sujeta con prebendas, que hará de nuevo a Sánchez presidente del Gobierno, tampoco es para alardear.

Otra de las conclusiones que se extraen del primer asalto de Feijóo a la Presidencia es la incapacidad de los dos principales partidos de establecer un debate sereno que trascienda los meros intereses de una y otra formación. Por momentos, la puesta en escena del candidato popular parecía dirigirse a buscar los aplausos de su propia bancada y reforzar su liderazgo dentro del partido tras unos resultados, los del pasado 23J, que estuvieron lejos de ser los esperados. Por su parte, la estrategia de Sánchez, a mitad de camino entre la arrogancia, el infantilismo y la falta de valentía para abordar cuestiones acerca de la amnistía, evidencia una falta de respeto hacia los resortes institucionales y democráticos y por extensión hacia el conjunto de la ciudadanía. Pone de manifiesto esta sesión de investidura, como lo harán las venideras, que, pese a que el bipartidismo vuelve a mandar con claridad en lo numérico, la verdadera influencia la tienen los extremos gracias a la incapacidad de PP y PSOE para alcanzar puntos de encuentro. Para desgracia de una sociedad española, en su generalidad, instalada en el centro político.