Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Decadencias y esperanza

04/12/2022

Caminaba acompañado con bella dama en mi brazo apoyada, una poeta de profundas miradas, por una de las calles principales de la Corte, después de asistir en el Teatro Real a la Gala de los International Opera Awards, que por vez primera se celebraba fuera del Reino Unido -cada vez más desunido- y esta vez tenía lugar en Madrid, con retransmisión planetaria. Después de las bellas melodías, del acento propio de la BBC, comentábamos la terrible situación de la cultura en Inglaterra, pues después de salir de la Unión Europea no levanta cabeza sino para golpearse con una realidad cada vez más incierta. 

No es solo la recesión ni las huelgas en las universidades, más de 70.000 personas que se unen a los enfermeros, mientras sufren en los supermercados el desabastecimiento... Cada vez más tareas, más problemas, menos dinero, y también menos cultura... Nos había provocado conmoción que la mítica English National Opera declarase que iba a abandonar Londres ante los recortes de las subvenciones que hacen imposible su supervivencia. La cultura ya no cuenta; solo las monedas que, además, otros lejos se las llevan.

Le contaba a mi bella mientras íbamos andando hacia la Puerta del Sol, en medio de la noche y sin más estrellas que las farolas, cómo había surgido entre mis alumnos, en varios cursos, alguno con estudiantes de varios países europeos y norteamericanos, mi frustración al comprobar el hundimiento del nivel educativo en general. No sabían quién era Guillermo Tell, ni la historia del ballestero que disparó a la manzana colocada sobre la cabeza del niño, guardando otra flecha para el tirano, si hubiese fallado, e iniciando la revuelta. No sabían quién era Schiller, ni Rossini, ni de las películas que se hicieron sobre ello; tampoco sabían de Casanova y, así, tampoco de Fellini y su película sobre aquel, ni quién era Haendel... En mi interior lloré.

De pronto, al pasar por un comercio que había sido tradicionalmente muy elegante y todavía conservaba las labradas estanterías de madera, vendiendo objetos religiosos, litúrgicos, esculturas y pinturas, observé cómo se había transformado en una tienda de vinos y jamón serrano... Más adelante, procaz heladería vendía sus golosinas con la evidente forma de los genitales masculinos y entraban jovencitas a comprarlo, pues así tal vez se imaginaban revolucionarias, sin ningún pudor, para lamer luego aquel descocado dulce delante de todos.

 Aquellas imágenes que transformaban la ciudad me entregaron la metáfora de lo que estamos padeciendo como sociedad, una civilización que rechaza lo sagrado y lo cambia por el cerdo, la ebriedad, el bajo vientre...

Mas el Adviento ha llegado y, aunque muchos celebren el cumpleaños de Jesucristo haciendo caso omiso del homenajeado, su mensaje abandonado, la Navidad muestra cómo es posible la esperanza y que en lo más humilde puede renovarse un mundo inmundo de injusticias atroces.