José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Escribir, correr

11/07/2023

No hace falta ser un esforzado corredor de fondo, ni siquiera haber corrido nada, para disfrutar la lectura casi automática de este libro, De qué hablo cuando hablo de correr, del japonés Haruki Murakami. El mismo que en octubre recibirá el Princesa de Asturias 2023 y dicen que suena últimamente para el Nobel. Tampoco es, ni mucho menos, un manual de running. Acaso un manual de vida, si el vivir tuviera manuales, y sí es el cuaderno de notas personales de un novelista solitario.
Tomó el título del volumen de relatos cortos de Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos del amor. Y es también seco, corto y directo. Correr como metáfora. Escribir novelas como correr maratones. El esfuerzo físico, la salud mental y corporal para acometer la tarea de novelar la compara el autor con las largas carreras diarias y el sufrimiento feliz al final del maratón, el deporte que empezó ya tarde, con 33 años, y del que no presume de récords ni medallas. La escritura como expresión de sentimientos y de sensaciones corporales va adquiriendo en esta especie de diario un recorrido de introspección personal, de ensimismamiento en el silencio propio (solo la música en los auriculares), en los pensamientos, dice, como nubes que van y vienen; una suerte de ejercicio en el que se emplea todo el que escribe: sean novelas/obras de años de elaboración (fondistas) o textos de entrega rápida y fuego fulminante como pueda ser el articulismo, el sprint corto y explosivo, fugaz, el disparo graneado.
El corredor de fondo anhela llegar, afirma Murakami, el escritor, publicar, comunicar, expresarse, entenderse. Hallar el punto exacto entre fijarse en el paisaje exterior o «concentrarme profundamente en mi interior», para quien vivir, escribir y correr son sinónimos. Sorprende cuando compara sus ritmos respiratorio y cardiaco al trotar sobre el asfalto con el estilo y los modos del lenguaje, con el empeño en la escritura como disciplina física, y que haya podido compatibilizarlo hasta ser un exitoso novelista. Como también desmonta los mitos del escritor atormentado y de vida insana: vitalidad física contra las «toxinas insanas que rodean al escritor». Retos como la ultramaratón de 100 km en la que empleó 11 horas y 42 minutos, que convierte en un relato real que niega la consciencia: «No soy humano. Soy una pura máquina». Ahí, en ese kilometraje de 1996 cruzó por única vez un límite, una dolorosa frontera, un ponerse a prueba existencial. «Corro, luego existo».
Camino por las afueras y al cruzarme con fondistas conocidos, en ese adiós sudoroso y sonriente va la alegría compartida por ver en sus caras de esfuerzo el reto de llegar, de cumplir sueños, de estar vivos, «precisamente porque nos atrevemos a arrostrar esa dureza».