Ambos acudieron para representar ese «apoyo institucional», aunque Page quiso aclarar que «no venimos en son de guerra ni a dar lecciones a nadie», a pesar de lamentar estar enzarzados en un «permanente debate sobre cuál debe ser el porcentaje de idioma que se hable en un sitio o en otro». El objetivo, por tanto, fue la voluntad de que «ningún idioma se convierta en una frontera que genere divisiones». «El idioma tiene que servir para unir, y en el caso de España tiene que ser un vehículo de igualación de derechos. Es la garantía de que cualquier español, nazca donde nazca, puede trabajar, vivir o acceder a servicios públicos sin que el idioma se convierta en una barrera», subrayó.Es por eso que, preguntado por el caso de Baleares, aseguró que las comunidades castellano parlantes «estaremos muy vigilantes, no para que no se hable otro idioma como el catalán, sino para que ese idioma no haga frontera o corralito cultural y nos convierta en españoles distintos o con derechos distintos».