El año 2020 fue, sin duda, el del coronavirus, una enfermedad que disparó el número de defunciones en la provincia como no lo había hecho en décadas. Así lo atestigua el Instituto Nacional de Estadística, que cifró en 6.927 las personas que fallecieron el año pasado, 1.704 más que en 2019. Y las cuentas señalan directamente al COVID-19. De un año a otro fallecieron 1.395 personas por SARS-CoV-2 a las que se suman 436 en las que existen sospechas de que el coronavirus fuera el motivo de la defunción.
Echando la vista atrás, no moría tanta gente en Ciudad Real en un año desde 1943, en plena postguerra. El coronavirus es el principal motivo de los fallecimientos que marcan un récord también con la mayor cifra de infartos desde 2015, de caídas accidentales, de ahogamientos y de suicidios. En las últimas cuatro décadas solo 2014 fue peor que este 2020 en cuanto a las lesiones autoinflingidas, hasta 57.
«La pandemia del COVID es lo que ha pasado para que las cifras aumenten», señaló a La Tribuna la psicóloga general sanitaria y coordinadora de Salud Mental de la Fundación Ceres, Laura Morales, una entidad que desde 2020 tiene un programa específico para prevenir el suicidio con sede en Tomelloso y financiado por la Fundación Sociolaboral de Castilla-La Mancha. Para Morales, durante estos meses se ha trabajado en el cuidado de la salud física y se ha dejado de lado la salud mental «y ahora están saliendo las consecuencias. El estar distanciado de seres queridos, dificultades económicas, preocupaciones... han hecho que muchas enfermedades mentales se hayan agravado». Como ejemplo, las recaídas en adicciones. Detrás de ese incremento de la ansiedad y de ciertas emociones hay una situación de «incertidumbre» provocada por el virus y unas normas para combatirlo que han eliminado «la forma de gestionar las emociones como el hobby, el deporte, la rutina o el ocio».
Esto ha tenido, incluso, un mayor impacto en la adolescencia. Hay que tener en cuenta que el suicidio es «un tabú», pese a que en cifras supera ya «los datos de los accidentes de tráfico», explicó Morales. El año pasado, en Ciudad Real murieron casi 30 personas menos por siniestros en la carretera que por suicidios. «Eso dificulta que la persona pida ayuda. Hay muy pocas campañas de prevención sobre el suicidio o la salud mental, cuando sí que las hay sobre accidentes de tráfico, seguridad vial o violencia de género», recordó Morales. Por este motivo y ante el incremento paulatino de la cifra de suicidios, en la provincia de Ciudad Real y en España, la Fundación Ceres lanzó este curso una propuesta para llevar a los colegios clases de apoyo a los estudiantes de los últimos cursos de ESO y de Bachillerato, financiado por la Fundación Sociosanitaria de Castilla-La Mancha. Más de un millar de estudiantes han pasado por estos talleres que se suman a los grupos de apoyo, donde acuden más de un centenar de personas de la comarca de La Mancha que han intentado suicidarse, familiares y también atención individual, con una cifra que va en incremento desde que el año pasado se pusieron en marcha.
La labor implica poner «nombre» al suicidio y recordar que se debe pedir ayuda. «También identificamos señales de alerta en ellos mismos como en sus compañeros o los factores de riesgo, ya que el suicidio no pasa por una única razón, sino que hay una serie de aspectos que hacen una persona más vulnerable». Entre las claves que se dan en este curso está la pandemia, que ha aumentado el suicidio en jóvenes «en un 250%» y qué hacer ante pautas suicidas como «las señales verbales que se dicen del tipo no sé qué hacer o que su situación no va a mejorar nunca».
Uno de los aspectos comunes en las personas suicidas es «la desesperanza», se ve un futuro inamovible, ya que «no son capaces de ver que las cosas pueden mejorar». Hay aspectos como cambios repentinos de la conducta, apatía, aislamiento o consumo de sustancias que se puede utilizar ante el malestar que sienten, comenzar a cerrar redes sociales. La idea, al hablar con los jóvenes, pasa por la necesidad de hacer distante la decisión, aliviar la tensión hablando de lo que ocurre o ir a un especialista, así como no culpabilizar o minimizar su sufrimiento. «Es importante al detectar alguna señal ponerse en contacto con alguien y que haya una intervención rápida», señaló Morales.