Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Yo derogo, tú derogas, él...

27/04/2023

Del último y cruento debate en el Senado entre Pedro Sánchez y Núñez Feijoo me quedé con esta frase del segundo: "derogaremos el sanchismo" (se supone que cuando el Partido Popular llegue al poder, claro). Así, globalmente, 'Derogar' se ha convertido en la palabra del momento: cuando la tortilla dé la vuelta, es decir, cuando el PP llegue a La Moncloa, será mucho lo que se revierta, mucha labor del 'sanchismo' que va a quedar, prometen en la actual oposición, derogada, anulada. Como si la derogación no entrañase una especie de fracaso colectivo: todo lo que se está haciendo hoy, tantos afanes, ¿al final no servirá de nada?
Desde el PP se apuesta más por hacer tabla rasa --cuando se pueda, naturalmente-- que por desarrollar o mejorar lo ya existente. Y es que una de las dos Españas invalida por completo lo que está haciendo la otra, y admitamos que mucho de lo que se está construyendo es, cuando menos, polémico y que en ningún caso es fruto del acuerdo, la concordia y el consenso.
Si se me permite un somero repaso, desde el PP se nos ha dicho que se derogará la ley de viviendo que se aprobaba esta misma semana; por supuesto, la 'ley trans', la de la eutanasia -lo cual va a ser difícil, porque el Tribunal Constitucional ya ha emitido su sentencia-, el aborto (ídem), la reforma del Código Penal en lo referente a sedición y malversación, la reforma laboral, los indultos... Perdone si no soy exhaustivo, pero resulta que este artículo tiene sus limitaciones de espacio. El resumen es que una gran parte de lo actuado en los últimos meses de gobernación (llena de claroscuros, es cierto), quedará anulado si el Partido Popular gana las elecciones de diciembre y consigue gobernar.
¿Nada bueno se ha hecho hasta ahora? No voy a discutir sobre las bondades del planteamiento globalmente derogatorio de la oposición: es una manera de presentar un contra-programa electoral. Ni podría yo afirmar que todo, ni siquiera casi todo, lo que se ha venido haciendo en los últimos zigzagueantes casi cinco años de Gobierno PSOE-Unidas Podemos se ha situado en el camino más correcto, más útil para el ciudadano: no cabe una enmienda a la totalidad ni una bendición 'urbi et orbi' en estos momentos en los que, pensando dónde dirigir nuestro voto, empezamos a hacer recuento de pros y contras en una trayectoria que ha sido de infarto.
La verdad es que el debate, en general, es 'fake': ni nadie pretende acabar con Doñana ni nadie ha querido hacer más leves las penas a los violadores con el 'sí es sí'. Etcétera. Todo es una simplificación mentirosa, munición que se lanzan de un lado a otro de las trincheras.
Enmendar la plana al Gobierno no es mi prioridad ahora, ni denigrar los enfoques de la oposición, sino simplemente proclamar que 'no es esto, no es esto'. Esta política de confrontación total que no hace adversarios políticos, sino enemigos declarados (repase usted el tono de la última batalla parlamentaria, la del Senado de este martes, antes de las elecciones municipales y autonómicas) está, a mi juicio, totalmente equivocada. Al ciudadano le queda, con este afán de aplastar a quien no piensa lo mismo que yo, la sensación de que nada de lo que se está haciendo sirve de nada; que ya casi de manera habitual se confrontan dos visiones contrapuestas de España, la de que todo va de maravilla frente la que piensa que todo está siendo un desastre derogable.
A lo mejor lo que de verdad hay que derogar, olvidándolo para siempre, es este comportamiento de nuestros representantes y de quienes aspiran a serlo. O, si no, habrá quien se sienta tentado a derogarlos a ellos. Si es que, a estas alturas, se puede.