Dice Javier Lambán Montañés, presidente del Gobierno de Aragón, y a propósito de los precoces incendios primaverales de 2023, que responden a la tipología de 'incendios de sexta generación', que son aquellos tipos de incendios, cada vez más frecuentes y de imposible combate con los medios de extinción disponibles –y eso que cada vez se cuentan con medios más adecuados y más eficaces para la lucha contra el fuego en el monte–, dada la elevada temperatura alcanzada –que dificulta el combate de los bomberos y de los agentes forestales– y la génesis descendente, de arriba hacia abajo: del viento al suelo y no al revés –que dificulta el desempeño de los medios aéreos–, como debe ser usual en otras tipologías de fuego menos violentas. 
Al margen del elevado porcentaje de incendios provocados –qué gran conflicto y qué gran problema en el mundo rural–, Lambán establece otras cuestiones que señalan a esa rara e inquietante precocidad del fuego en los montes en época primaveral. Cuestiones tales como la acumulación de biomasa en las faldas de los montes –que hacen de ese ramaje y de ese follaje del sotobosque un factor de riesgo elevadísimo– y al cambio de modelo productivo en el medio rural, que señala a la desaparición de ciertas actividades de pastoreo, carboneo y limpieza de restos procedentes de la población vegetal, como factores añadidos y desencadenantes. Junto a las no menos significativas de la imparable despoblación y la desatención del monte, la sequía prolongada y los elementos añadidos provocados por el cambio climático, con un anticipo de elevadas temperaturas. Todo ello compone un retrato robot del monte en extinción –como prolongación de la vida rural– y de la ausencia de una clara y nítida política forestal, como dan cuenta los repetidos incendios en las últimas semanas, asolando Cantabria, Asturias, Aragón y la Comunidad Valenciana, con varias decenas de focos activos y varias decenas de miles de hectáreas de monte afectado con serios problemas económicos derivados.
Hace 60 años, en 1963, Gabino-Alejandro Carriedo publicaba su volumen de poesía, al que denominó Política agraria, de la que Antonio Martínez Sarrión, en el prólogo de la antología Nuevo compuesto descompuesto viejo (1980) escribía su «carácter de poesía de urgencia» y destacaba el tono «del título eufemístico que debió significar en el ánimo del autor algo así como 'revolución campesina'». El equivalente hoy de un Carriedo en activo debería de dar salida a un tono poético y elegíaco de forma parecida y bajo el cobijo de política forestal. Antes de que sea tarde.