Es la memoria viva del Registro Civil de Ciudad Real. Lleva once años jubilado pero cada martes se acerca a su antiguo lugar de trabajo para no perder el contacto ni con quienes fueron compañeros ni con todo lo que afecta a un trabajo que fue y sigue siendo toda su vida. Quizá esa sea la razón por la que el proyecto de Ley de reforma del Registro Civil del ministro Gallardón, que quiere vaciarlos de contenido y transferir a notarios y a registradores sus competencias, no le gusta «ni un pelo». Ángel Hervás es un hombre curioso que nunca ha dejado de actualizar sus conocimientos, que guarda como oro en paño copias de documentos y normativa acumuladas en sus 46 años de vida laboral en el Registro de Ciudad Real y que se sigue apasionando cuando habla de inscripciones y expedientes de nacionalidad.
Nació en Almodóvar del Campo en 1938. Su padre era maestro de música y director de la banda de Almagro, donde se trasladó la familia cuando Hervás tenía dos o tres años. Más tarde marcharon a Piedrabuena, donde vivió hasta los 18 años. Cursó el Bachillerato en el Instituto Juan de Ávila de Ciudad Real y después comenzó a preparar las oposiciones para el Cuerpo Administrativo del Ministerio de Justicia animado por su padre que acabó haciéndose agente judicial. Las aprobó y el 16 de octubre de 1957 tomó posesión de su cargo en el Juzgado Municipal que se ubicaba en el entonces Palacio de Justicia, donde hoy está el edificio de Correos. Ingresó con un sueldo de 11.160 pesetas al año (enseña divertido la nómina) y dos pagas extraordinarias.
Recuerda que el Palacio de Justicia se ubicaba en un caserón viejo. El edificio albergaba el Juzgado Municipal que tenía adscrito el Registro Civil, un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción y la Audiencia Provincial que estaba en la planta superior. La situación era precaria, un caserón viejo, con poca luz.
Además de pocos medios materiales, la plantilla era escasa. «La formábamos un juez, un secretario, un fiscal y cinco administrativos, uno estaba en Civil, dos en Penal y dos en el Registro Civil. Yo llevaba certificaciones y también trámites de expedientes relacionados con el Registro Civil, certificaciones, fe de vida... No había más medios materiales que una máquina de escribir antigua, una Underwood, hoy una pieza de museo, un bolígrafo y una pluma, una plumilla para hacer las inscripciones. Las certificaciones literales, que se hacen cuando había una herencia, obligaban a sacar toda la inscripción y copiarla a máquina y había días que te encargaban 27 o 28. Tenías que ir por las tardes porque no te daba tiempo», apunta.
1981, año revolucionario. En 1981, se trasladaron a la calle Caballeros, al edificio que hoy todos conocemos. Según Hervás, «el cambio fue notable y, aunque el mobiliario nuevo no era nada del otro mundo, decíamos por fin adiós a las mesas viejas que remendábamos con hule y grapadora».
Ese mismo año los juzgados municipales se convirtieron en juzgados de Distrito, que más tarde pasarían a ser los actuales juzgados de Primera Instancia e Instrucción. Es decir, Ángel Hervás viene del Juzgado Municipal, luego pasó a los de Distrito y, por último, a Primera Instancia e Instrucción, en concreto al número 3, al que está adscrito al Registro Civil.
Aquel año, además, «llegó una cosa que nos liberó, las fotocopiadoras. Hasta entonces las partidas de nacimiento, que nos llevaban un tiempo enorme, se hacían todas a mano. Cuando empecé a trabajar lo copiaba a máquina. Yo era un fenómeno escribiendo a máquina, rápido y sin mirar, pero las fotocopiadoras nos liberaron porque ya cogía los libros y se fotocopiaban las partidas», rememora.
Ángel Hervás había aprobado la oposición con 18 años y desde el principio pensó que «la mejor forma de aprender era leer todo lo que caía en mis manos relacionado con el Registro Civil, circulares, comentarios, órdenes, comentarios a la ley, etc.» Y le gustó tanto que siguió leyendo mucho y sigue haciéndolo y, gracias a ello, «dentro de mis limitaciones, porque no tengo la carrera de Derecho, he conseguido tener muchos conocimientos. Si al juez le costaba una hora interpretar algún hecho, a mi me costaba dos, pero al final llegaba al mismo resultado con el doble del trabajo pero no me importaba. No tenía la preparación que tenían ellos porque mi padre no me pudo dar carrera, eran tiempos difíciles, pero mi interés me llevó a leer mucho y a adquirir conocimientos», explica con orgullo.
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