Oficios o servicios como panaderías, restauración, ganadería, agricultura o el cuidado de los mayores o dependientes en los pueblos, son prestados cada vez más por la población migrante. Un caso lo vemos en el caso del pastor de Miedes o el de Imón; el panadero de Valdelcubo o el encargado del bar de la piscina de Espinosa. Pero no solo se da en pueblos diminutos sino también en otros mayores como es el de Sigüenza. Aquí se vive en gran parte del turismo, y casi el 70 por ciento de los empleados de la hostelería o la restauración son extranjeros porque no hay jóvenes para ello ni personal cualificado. Esto es el claro reflejo de la despoblación, que en el caso de la provincia de Guadalajara se centra en casi toda su extensión, salvo en lo que es el Corredor del Henares.
Pero no es nada nuevo. Es tan solo la consecuencia del éxodo a la ciudad que se viene dando desde hace décadas y que en las pequeñas localidades se hace más palpable, donde, curiosamente, es la población inmigrante la que de manera casi invisible está mantenido colegios y pequeños negocios en activo, integrándose generalmente «muy bien» al entorno.
Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que en más de una veintena de municipios con menos de 500 habitantes un cuarto de su población es ya extranjera. Localidades de la comarca molinesa como Orea, hoy mantiene su escuela abierta precisamente por la migración. Marroquíes, búlgaros, rumanos o venezolanos tienen hoy si vida hecha en pequeños municipios donde regentan el club social o la tienda de ultramarinos. Según manifiesta el responsable de Accem en Castilla-La Mancha, Braulio Carlés, es un hecho más que evidente, convencido de que muchos núcleos hubieran echado el cierre totalmente si no fuera por la gente que viene de fuera, también responsables de la continuidad de muchos oficios en peligro de extinción, afirma.
Y si bien la migración es la auxiliadora de muchas pequeñas localidades, los casos de Torre del Burgo y Heras de Ayuso son especialmente reseñables. Aquí los datos son aún más llamativos. En ambos municipios la población extranjera supera la oriunda. Viven mayoritariamente de la recolección y la preparación del espárrago y se han integrado totalmente en el entorno. Pero estos son tan solo unos ejemplos a los que se suman otros gracias al ofrecimiento de locales y casas por parte de algunos ayuntamientos con el fin de que los pueblos no se vacíen. Todo ello pese a que no existe un plan, una estrategia o política nacional que conciba a las personas migrantes como parte de la solución a la demotanasia.
Pacto en marcha.
Estos días se daba también un paso más en la localidad alcarreña de Brihuega con la firma del Pacto contra la Despoblación de Castilla-La Mancha, un acuerdo auspiciado por el Gobierno regional y en el que, por vez primera, se ha involucrado la Federación Regional de Municipios y Provincias, los agentes sociales (empresarios y sindicatos) y la Red de Grupos de Acción Local (Recamder). Precisamente, Carlés aprovecha para pedirles también una mayor inversión de recursos para que la «interacción del mundo rural y migración habrá más oportunidades». «La llegada de una familia migrante a un pueblo permite que se abra la escuela o el bar», subraya mientras resalta también el papel «fundamental»que tienen los párrocos y que muchas veces se olvida. «Ellos están ahí, apoyando siempre y escuchando a los pocos mayores que quedan y tratando de que los que vienen de fuera se adapten» a esta España vacía, apostilla a la par que resalta también la labor de las distintas entidades que trabajan por la integración como Cáritas, Cruz Roja, Guadacoge o Accem.
Por lo que se refiere al pacto suscito, sus firmantes se muestran confiados en que llegue a buen puerto, aunque alguno ya ha manifestado su esperanza de que no se trate tan solo de ‘un amor de verano’ al que luego se olvida sin que se refleje en partidas económicas concretas. El pacto está en marcha y ahora toca fijar una estrategia conjunta y poner los mecanismos necesarios para elaborar una estrategia regional frente al envejecimiento poblacional y el despoblamiento territorial captando nuevos pobladores. Y para esto hay que garantizar la cobertura de internet de banda ancha y telefonía móvil; mejoras en la fiscalidad y la financiación, apostar por la igualdad de oportunidades, una política de vivienda adecuada y elaborar leyes, planes y programas de inversión.
Una tarea compleja pero en la que todos quieren sumar en la confección de un catálogo de sectores económicos que creen empleo.