Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


La deliberada confusión entre el qué y el cómo (Aprendizaje y competencias II)

17/03/2023

Nos suele ocurrir a los humanos que en algunas ocasiones nos dejamos deslumbrar tanto por lo nuevo que somos capaces de aborrecer todo lo anterior y de entregarnos por entero a lo recién descubierto. Podríamos poner muchos ejemplos de casos de esto y en los que  pasado el tiempo del deslumbramiento nos lamentamos de aquello, y de haber pagado caro los errores  buscando la forma de remediarlo. Admiramos entonces la resistencia de algunos a sucumbir a las nuevas modas y damos las gracias a aquellos que a contracorriente fueron capaces frente a todos de salvaguardar y proteger lo que era valioso. No es fácil discernir entre lo valioso y lo que no tiene valor, entre lo que verdaderamente supone progreso de lo que no, y por eso deberíamos estar especialmente atentos a todas las voces y no silenciar la de aquellos que son capaces de la crítica. Me parece que hoy la educación está sometida a una gran transformación y que hay que afinar la capacidad de discernir entre lo que merece la pena conservar y lo que hay que desechar porque hay quienes enarbolando la bandera del progreso y la innovación  han decidido que ha llegado el momento de arrasar imprudentemente con todo lo  que teníamos hasta ahora.

En esta construcción del nuevo edificio de la educación se han puesto los cimientos en "las competencias", concepto que ha supuesto un giro copernicano y que ha desplazado el objeto y la finalidad de la educación, que hasta ahora era considerado la transmisión de conocimientos (a esto ya me referí hace unos artículos). Muy estrechamente relacionado con el concepto e importancia que las competencias han adquirido en este nuevo modelo que se está implantando está el "proceso de psicopedagogización" que está sufriendo la enseñanza. Este proceso ha llevado a la confusión entre  el cómo y el qué,  para terminar convirtiendo el cómo en el qué.   Por eso, el nuevo perfil que se busca para el profesorado no es el de un especialista en su materia, alguien preocupado por profundizar a lo largo de su carrera académica en su especialidad sino, más bien, la figura de un generalista muy formado, eso sí, en técnicas psicopedagógicas. Está claro, que en determinados niveles, especialmente en las primeras etapas de la enseñanza, es muy importante el conocimiento de los métodos pedagógicos, pero a partir de los ciclos más altos de la educación primaria estos aspectos deberían ir perdiendo importancia a la vez que lo debería ir adquiriendo la transmisión de conocimientos. En los niveles de educación secundaria, ESO y por supuesto Bachillerato, la preocupación debería estar en qué se trasmite y no tanto en el cómo se trasmite. En este sentido, se está llevando a cabo un difuminado entre las distintas enseñanzas en un proceso de  infantilización de todos los niveles. Esta tendencia se ha visto reforzada a partir de la conexión, en las últimas décadas, entre pedagogía y psicología y en la reciente deriva de la pedagogía hacia una neuropedagogía, implantando un modelo teórico que parte, entre otros presupuestos, de que los procesos de aprendizaje son procesos explicables totalmente desde el funcionamiento del cerebro y controlables en la medida que se identifiquen las variables que intervienen en estos procesos. El profesor debe ser alguien ducho en el funcionamiento de los procesos cognitivos, un experto en los mecanismos psicológicos del conocimiento. En definitiva, la nueva propuesta es la de un modelo basado principalmente en la estimulación de estos procesos, quedando condicionado, por tanto, el éxito del aprendizaje a la estimulación adecuada. Se olvida que la auténtica enseñanza solo es posible sobre el sustrato de la libertad y la responsabilidad. Que la motivación más importante no debe encontrarse en estímulos externos ante los que alumno responda de manera refleja y automática sino en su deseo profundo de saber, su responsabilidad o su sentido del deber. No hay motivación más fuerte en la vida que el convencimiento de lo que se debe hacer. Condicionar la enseñanza a la estimulación es una involución, una manera primitiva de abordar el aprendizaje porque los seres humanos hemos sido capaces de trascender en nuestra evolución estos esquemas biologicistas de comportamiento. Actuar con el viento en contra de los estímulos, forzar la voluntad, aprender hoy para utilizar esos conocimientos mañana, fiarse, forma parte de lo que es la educación.  El aula es un lugar de personas, donde la espontaneidad, la  rutina, el aburrimiento, el cansancio, el tedio, la desmotivación, el no saber para qué, tiene también su lugar y su sentido, y que habrá que afrontar no a fuerza de estimulación sensorial sino de una adecuada formación del carácter, de la voluntad y del sentido del deber. 

 

ARCHIVADO EN: ESO, Innovación, Bachillerato