El Irica ilumina los materiales de Alarcos

Diego Farto
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Carlos Rivera, químico del Servicio de Instrumentación, tiene sobre su mesa objetos y adornos recuperados por los arqueólogos de la Facultad de Letras en la necrópolis ibérica

El Irica ilumina los materiales de Alarcos - Foto: Rueda Villaverde

El químico Carlos Rivera se vuelca sobre una diminuta pieza redonda bicolor, una cuenta de collar de la que debe extraer toda la información posible sobre su composición y estructura. Su puesto de trabajo se encuentra en el Servicio de Instrumentación, una dependencia del Instituto Regional de Investigación Científica Aplicada (Irica) dedicada a facilitar el trabajo de otros grupos de investigación y empresas. En este caso, está trabajando sobre diversos materiales rescatados el pasado verano en la Necrópolis Ibérica III de Alarcos por el equipo que dirige la arqueóloga Rosario García Huertas.

La también directora del Parque Arqueológico señala que los elementos que se envían a analizar son aquellos de los que se desconoce su composición «o piezas que sabemos qué son, pero necesitamos una información más detallada». Al mismo tiempo, explica que en la arqueología «usamos mucho las ciencias complementarias» para analizar los diversos tipos de materiales que recogen durante el trabajo de campo (cerámicas, vidrios, utensilios, armas, restos de animales o residuos de alimentos...). Ello conlleva que los laboratorios con los que colaboran los arqueólogos de la Facultad de Letras de Ciudad Real sean de muy distintas especialidades y estén situados por diferentes universidades (Madrid, Valencia, Jaén, Santiago de Compostela...). Incluso, las pruebas de carbono 14, para datar los restos encontrados, se realizan en Estados Unidos, aunque ahora el laboratorio ha abierto otra sede en el Reino Unido. Desde luego, el laboratorio más cercano con el que colaboran es el del Irica, situado al otro lado de la avenida Camilo José Cela.

El rastro de la prehistoria.

Estos análisis pueden brindar información que de otro modo no llegaría a los arqueólogos, «como la procedencia de determinados materiales, la tecnología con la que están hechos o en el caso de la cerámica, la temperatura a la que están cocidas», lo que a su vez se convierte en testimonio de las relaciones que una comunidad de la antigüedad mantenía con su entorno, «hasta donde van a cazar recursos, qué tecnología utilizan» o del comercio que realizaban a cortas o grandes distancias. «Se trata de conseguir el mayor número de datos para que la interpretación sea más completa», añade la arqueóloga.

El Irica ilumina los materiales de AlarcosEl Irica ilumina los materiales de Alarcos - Foto: Rueda VillaverdeEn el caso del laboratorio del Irica, el trabajo que está realizando se centra con más detalle en diferentes adornos, como colgantes o cuentas de collar, que pueden ser desde elementos de cerámica o piezas de ámbar, cuarzo, pasta vidriada y otros elementos.

Carlos Rivera recuerda que la pieza con la que se ha sentido más sorprendido en su trabajo con los fondos de Alarcos ha sido el escarabeo egipcio que hoy forma parte de la exposición Atempora Ciudad Real. «Costó bastante averiguar de qué material era», puesto que este tipo de artículos se realizaban sobre distintos minerales. «Al final resultó ser saponita», detalla el químico.

Para realizar esa exploración que le solicitan, los arqueólogos realizan procesos como la difracción de rayos X o la observación mediante el microscopio de alta resolución. Rivera reconoce que este trabajo le brinda muchas satisfacciones más allá del cumplimiento de esa tarea de servir a otros investigadores, porque «dentro de todos los grupos de colaboración que hay, es el más diferente», puesto que la mayoría de las veces trabaja para otros grupos relacionados con la química, «en un campo que tampoco conocía, pero me gusta mucho».

El Irica ilumina los materiales de AlarcosEl Irica ilumina los materiales de Alarcos - Foto: Rueda VillaverdeSin embargo, trabajar con este tipo de materiales tiene también sus dificultades. El químico revela que la forma más habitual de realizar un análisis de la composición de una determinada muestra pasa por reducirla a polvo. Ese paso no es posible con la gran mayoría de los materiales arqueológicos, puesto que el objetivo principal es preservarlos.

La observación se realiza primero mediante difracción de rayos X, que puede durar entre unos15 minutos o una media hora, pero también puede analizarse por infrarrojos antes de llevar la pieza con el microscopio de alta capacidad.

La observación con estos aparatos se convierte en gráficos que muestran la composición de la pieza en estudio hasta el nivel del átomo. Sobre estos gráficos, el químico debe hacer su estudio para llegar a unas conclusiones que sean útiles para el equipo de arqueólogos.

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El Irica ilumina los materiales de Alarcos - Foto: Rueda Villaverde
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El Irica ilumina los materiales de Alarcos - Foto: Rueda Villaverde

De esta forma, el periodo de estudio de una única muestra requiere un mínimo de dos horas de trabajo. Mientras llega el turno de cada una de ellas, se guardan en pequeñas bolsas de plástico perfectamente identificadas.