«Cuando un abogado coge un pleito tiene que pelear hasta el final, yo recurría todo»

Pilar Muñoz
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Miguel Gúzman Martínez (Abogado con más de 60 años de ejercicio)

Miguel Guzmán Martínez. - Foto: Tomás Fdez. de Moya

Es una institución entre los abogados ciudadrealeños, que reconocen su erudición, su afabilidad y su vastísimo conocimiento de todos los recovecos del Derecho Procesal. Cuenta a quien le quiera escuchar que le gusta escribir casi tanto como la Justicia y que de joven le tiraba el Periodismo, aunque una beca acabó por conducirle por los caminos del Derecho. Tras sesenta años de ejercicio ininterrumpido es, sin duda, el ‘decano’ de los letrados de la provincia y, a sus 86 años, asegura que aún le queda cuerda para rato, que no ha pensado ni por asomo en la posibilidad de colgar la toga. No obstante, Miguel Guzmán (Fuente el Fresno, 1928)aclara que continúa en la brecha porque «tengo pendientes de resolver» un par de pleitos que se han dilatado en el tiempo por su pertinaz voluntad. Guzmán es, además, un ejemplo del ejercicio de la Abogacía de manera individual, simpático y un buen procesalista,«un fiera», dicen quienes le conocen.

Terminó la carrera a los 23 años y empezó a preparar oposiciones para la carrera judicial. Iba para juez, pero ‘Dios escribe derecho con renglones torcidos’.

Miguel Guzmán cuenta que en la parte escrita del primer ejercicio para la escuela judicial sacó un sobresaliente, pero en el oral se tuvo que retirar porque «me cayó un tema que no había preparado porque no había encontrado ningún libro, y ya no me presenté más». Fue entonces cuando se colegió en Ciudad Real, el 30 de julio de 1954: «Soy el abogado más antiguo de Ciudad Real», dice con orgullo.

Se dio de alta con el número 433 y empezó a trabajar, primero en el pueblo, en Fuente el Fresno y también en Villarrubia de los Ojos, y después se instaló en Ciudad Real. Abrió despacho en el año 1955.

Aún recuerda su primer juicio. Fue un interdicto de retener y recobra, por el camino de Matamujeres, que va desde la Virgen de la Sierra de Villarrubia a Urda, ya en Toledo, porque «los propietarios no querían que la gente pasara por ese camino, pero gané el pleito». Desde entonces ha llevado muchos pleitos más de todas las materias y, aunque la mayoría han sido asuntos civiles y contenciosos, dice que su especialidad es el procedimiento: «Me gustaba mucho y me sigue gustando el Derecho Procesal», apunta sin artificio.

 Otro asunto que perdura en la portentosa memoria de Miguel Guzmán es el que llevó contra un notario de Manzanares que en una cacería erró el tiro y dejó ciego a otro cazador que iba con él. Se encargó del caso y lo ganó, aunque tuvo que llegar hasta el Tribunal Supremo.

También se ha encargado de asuntos penales importantes, como cuando le tocó defender al acusado de una muerte por el Turno de Oficio. Cuenta que su defendido confesó ser el homicida pero que luego, en el juicio, se descubrió gracias a su pericia que había sido su padre. Al final, el Supremo acabó absolviendo a su cliente porque nuestro protagonista peleaba todos sus casos hasta el final y «lo recurría todo», afirma. Poco a poco, se fue haciendo un nombre y cada vez entraban más asuntos en su despacho. Su fama se extendió fuera de la provincia y se tuvo que colegiar en Albacete, Toledo, Talavera de la Reina, Cáceres y Badajoz para poder ejercer, una labor profesional que ha sido reconocida mediante medallas como la de los 25 y 50 años de ejercicio sin tacha: tiene una de oro y brillantes de Madrid, otra de Ciudad Real, otra de Talavera, de Toledo, todas concedidas por los colegios de abogados.

expropiaciones y herencias. Miguel Guzmán suma 60 años de ejercicio y nunca se ha arrepentido de ser abogado. Prueba de ello «es que sigo con 86 años», apunta entre risas.

Está claro que el concepto de jubilación no parece figurar en su diccionario y sigue en la brecha. No se he retirado por completo, «porque tengo unos asuntos pendientes, entre ellos uno muy importante de una expropiación de una mina en Poblete». El pleito está ya en Albacete, en el Tribunal Superior de Justicia (TSJ), y no se ha terminado», explica.

Pero, aunque son 12 años con este litigio, no es el más antiguo que lleva porque tiene entre manos otro de una herencia desde hace más de 15 años. Según cuenta, se trata de un asunto de Almadén, con mucho dinero en juego, cerca de medio millón de euros, a raíz del testamento que dejó una mujer viuda y sin hijos. Al principio «lo enfocaron mal» y «cuando me lo dieron empecé a pelear y ahí andamos», relata tras aclarar que el despacho lo lleva ahora su hijo y él sólo le echa una mano en estos asunto pendientes. La razón de que le duren tanto los pleitos es que «cómo soy un especialista en Derecho Procesal, soy minucioso y lo recurro casi todo» y algunos, por no decir muchos, «prosperan».

Además, Miguel Guzmán es de la opinión de que si un abogado coge un pleito «tiene que seguir con él hasta el final».

¿Y cuáles son las cualidades de un buen abogado? Pues para el veterano Guzmán «debe tener constancia, decir la verdad, defender al cliente con todas las armas que tenga a su alcance y comportarse noblemente con los magistrados, fiscales y compañeros. También tiene que darle al cliente copia y señal de todos los trámites porque muchos abogados no los comunican al cliente, cuando tiene que estar enterado de todos los pasos que se dan», sentencia.

Pocos y de fama. Dice que en sus inicios había pocos abogados y «casi todos de fama», por lo que era difícil abrirse camino debido a su categoría y cree que ahora, aunque haya más letrados, «es más fácil».

No obstante, reconoce que cuando comenzó en la Abogacía no todos se comportaban deontológicamente bien pero, por suerte, «aquello se purificó: el secretario del Colegio de Abogados, Juan Ignacio Morales, y José Luis López de Sancho y Luis Martínez hicieron unas normas deontológicas perfectas que se aplicaron y han funcionado perfectamente».

Muy lejos queda la figura del picapleitos, que tanto rechazo produce en Miguel Guzmán, que defiende a capa y espada la profesión «más bonita» junto a Periodismo, asevera.

Con la misma rotundidad, dice que el nivel de los abogados de Ciudad Real es alto, igual que el de jueces y magistrados y afirma que «hemos tenido unos presidentes de Audiencia estupendos, Julián Pérez Templado que es íntimo amigo mío y José María Torres es extraordinario. Antes que ellos estuvieron Antonio Hernández Díaz, muy competente y muy bueno, y ahora, tanto la presidenta María Jesús Alarcón como la magistrada Carmen Pilar Catalán y sus compañeros togados son muy buenos profesionales, trabajadores, no dilatan los procedimientos, se tarda menos en un pleito que en otros sitios, y además lo llevan muy bien».

También tiene palabras de elogio para los predecesores de Jesús Caballero al frente de la Fiscalía provincial de Ciudad Real: Jorge Sena, Olayo González y Francisco Moreno, y, especialmente, para la teniente fiscal, Carmen Mendiola, que «es una maravilla, trabajadora, luchadora, una gran profesional como pocas, te atiende estupendamente y cumple con su obligación, digna de ser tomada como ejemplo».

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