Los Dioses de la lluvia

j. villahizán (spc)
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El cambio climático y la escasez de precipitaciones en muchas partes del mundo ha provocado que cada vez sean más los países que recurren a la siembra de nubes para paliar los episodios de sequía

Los Dioses de la lluvia

La amenaza del cambio climático, el aumento de los fenómenos extremos, sobre todo las sequías, y el cambio de ciclo medioambiental han puesto a muchos países del mundo en alerta ante la escasez de lluvias. Por eso, un destacado grupo de territorios, especialmente los más afectados, han recurrido a la tecnología para crear este líquido elemento y así salvar sus cosechas y recolectar agua potable para sus poblaciones. 

En consecuencia, son ya medio centenar de Estados, incluido España, los que han optado por experimentar con un sistema denominado siembra de nubes en el cielo con el objetivo de producir lluvia. Pero el modelo no es ni tan fácil, ni tan sencillo, ni tan eficaz como parece a primera vista.

La siembra de nubes es una técnica de modificación del clima que implica dispersar distintas sustancias en estas aglomeraciones para estimular la precipitación sobre un lugar determinado. 

Aunque existen diferentes métodos, uno de los más utilizados es la propagación de yoduro de plata, un compuesto químico que tiene una estructura cristalina similar a la del hielo. Al dispersar este elemento en las nubes, se pretende proporcionar núcleos adicionales alrededor de los cuales las gotas de agua pueden condensarse o congelarse, lo que en teoría aumentaría la probabilidad de precipitación. 

Para realizar esta labor, los gobiernos utilizan aviones, drones o cohetes para dispersar estas partículas, aunque lo normal es que el aparato se sitúe encima del estrato y trace líneas por medio del yoduro de plata.

Aunque la siembra de nubes ha sido utilizada y sigue siéndolo en algunos países, aún hay debates sobre su efectividad y su impacto en el medioambiente. Así, mientras algunas investigaciones han revelado que la siembra de nubes ha aumentado la cantidad de precipitación, otros estudios han concluido que la diferencia es tan escasa que no merece la pena dedicar tiempo y dinero a este proceso. 

Unos de los ejemplos positivos en este ámbito es el de México, que ha realizado cientos de vuelos experimentales para provocar la lluvia o para combatir los fuertes incendios que asolan muchas zonas del país.

Israel es otro país puntero en este tipo de técnicas. De hecho, el Estado judío comenzó en la década de los 60 a realizar sus primeros ensayos con notable éxito en la zona norte y este del país. Tanto, que lograron aumentar las precipitaciones un 13 por ciento de media una década después, con picos de hasta un 22 por ciento. 

Sin embargo, en los últimos años el extra de precipitaciones no ha dejado de bajar, sobre todo en proyectos llevados a cabo en las zonas más secas del país, las regiones del centro y del sur. 

La explicación que dieron las autoridades hebreas es que a diferencia de los aerosoles del mar, los de la arena no facilitan el proceso de nucleación. Dada la escasa aportación de lluvias, el Gobierno de Jerusalén decidió abortar el proyecto en 2020.

En España hubo ensayos ya en la década de los años 70, pero no llegaron a terminarse por sus escasos resultados. En la actualidad, no hay ninguna investigación en curso. 

El caso asiático

Sin embargo, estos parones no han desanimado a otros territorios, empezando por China, que usa drones, generadores terrestres, aviones y hasta cohetes lanzados desde tierra para provocar la lluvia.

Aunque el gigante asiático ha estado tratando de alterar el clima desde mediados del siglo pasado, no ha sido hasta 2008 cuando se tomó en serio esta práctica, a raíz de que Pekín fuera sede de los Juegos Olímpicos. La intención de las autoridades orientales era garantizar un clima seco en la capital durante la celebración de este gran evento deportivo.

Hoy en día, China utiliza todo lo que tiene a su alcance -satélites, aviones, estaciones de radar móviles e inteligencia artificial- para tratar de predecir el movimiento del aire húmedo y así llevar a cabo sus operaciones de siembra de nubes.

Pero no es oro todo lo que reluce, ya que para que tenga éxito la operación de fabricación de lluvia deben darse una serie de condiciones meteorológicas y mucha constancia, además de la utilización de medios técnicos muy caros, para que la famosa siembra de nubes sea efectiva.  

Este método, además, ha sido objeto de controversia científica, debido a su posible impacto en el medio ambiente y en la salud humana. En la actualidad, los investigadores siguen debatiendo este extremo y sugieren la realización de más estudios que analicen este asunto para evaluar su eficacia y su impacto real a largo plazo.