«Ciudad Real pudo desaparecer del mapa tras las explosiones de la noche del 30 de julio de 1977»

Pilar Muñoz
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Carlos Montero exdirector de la COPE - Foto: /LT

Cuando se colocó por primera vez ante un micrófono y se puso los cascos ni por asomo imagino que un día podía dirigir la emisora de su ciudad El Ferrol (La Coruña) y menos aún la de una ciudad manchega que se encontraba a casi 800 kilómetros de su casa, a doce horas en coche hace 37 años. Carlos Montero no se cansa de hablar de la radio y confiesa que, a veces, la echa de menos. Algo natural por el amor que profesa a la radio desde que era un chaval y porque ha sido su profesión 42 años. De la ciudad de los astilleros, en el interior de una ría, pasó a la villa de Alfonso X El Sabio, a la llanura manchega.

Carlos Montero (El Ferrol, 1944) se inició en el mundo de la radio como locutor a los 20 años y en 1975 llegó a la emisora de la entonces Radio Popular en Ciudad Real. La COPE (Cadena de Ondas Populares Españolas) no existía como tal; en aquella época lo que había eran emisoras locales independientes entre sí nacidas a iniciativa de párrocos interesados por el nuevo medio y bajo el amparo del obispado respectivo. La COPE se creó en 1982.

Montero desembarcó en Ciudad Real porque un compañero, José Higuero, entonces director de Radio Popular de Cáceres, le ofreció el cargo. En octubre o noviembre de 1974 vino un par de días a conocer la ciudad y a ver si la propuesta le interesaba; por fin, aceptó. En 1975 llegó a Ciudad Real y lo primero que constató es que La Mancha no tiene nada que ver con Galicia. Lo segundo es que «la emisora era muy pequeñita, casi no había programación. Se encendía por la mañana y se apagaba de noche, a las doce». En cuanto a la competencia, Radio Popular peleaba por la audiencia con otras dos emisoras, Radio Ciudad Real, que por aquel entonces ya estaba asociada a la SER, y la Voz de Ciudad Real, perteneciente a la red de emisoras sindicales ligadas al Movimiento, pero «como entonces no existía el Estudio General de Medios -se carcajea- te enterabas de lo que escuchaba la gente saliendo a la calle, a los bares, a las tiendas, …», evoca divertido Montero.

magisterio. Recuerda que el programa más importante era Radio Enseñanza, que ofrecía la posibilidad de sacarse el Certificado de Estudios Primarios y el Graduado Escolar; era un sistema de enseñanza oficial y el propio Ministerio de Educación asignaba un grupo de maestros a la emisora.

No obstante -reconoce- en Ciudad Real nunca tuvo demasiado éxito y en 1978 había más profesores que alumnos, por lo que no tenía sentido seguir con el programa y acabaron suprimiéndolo. Otro programa de éxito era el que dirigía el cura del hospital, José Ballesteros, que se emitía cada tarde.

Carlos Montero llegó a Ciudad Real con la experiencia acumulada en emisoras de otras ciudades de España, por lo que traía ideas nuevas. Cuenta que empezó a mover (atraer, captar) a los oyentes con música, programa de variedades por la mañana, y sobre todo impulsó el deporte. Recuerda a Diego González Ayllón, una pieza clave en propulsar el deporte. «Llegamos a tener tal cantidad de audiencia que una emisora tan pequeña retransmitía todos los desplazamientos del Real Madrid por la Copa de Europa. Esto se debía a la gran afición de Ayllón y nos embarcamos en esa aventura; se fue consiguiendo mucha audiencia, y el trabajo fue formidable».

Asfixiante. Al mismo tiempo, los estudios del pasaje de San Isidro se iban modernizando con nuevos equipos y con obras como la remodelación de locutorios y controles y la ampliación de la discoteca. La última obra que se efectuó en Radio Popular en los siete años en que Carlos Montero estuvo al frente de la emisora fue instalar el aire acondicionado porque «el verano era inaguantable. En pleno mes de agosto cruzabas la plaza Mayor, aparcabas allí el coche -entonces no había aparcamiento subterráneo- y no veías un alma, y te preguntabas «cómo es posible que alguien esté escuchando la radio con la que está cayendo», explica mientras confiesa que aún suda al recordarlo.

Trágicos recuerdos. En la memoria de Carlos Montero han quedado grabados de forma indeleble los dos graves sucesos que sacudieron a la provincia en aquellos años, el incendio en la estación del ferrocarril de Ciudad Real y las inundaciones de Valdepeñas.

 La del incendio «fue una noche tremenda, terrible». Era el 30 de julio de 1977 y «estábamos haciendo el programa musical, y una llamada de teléfono nos alertó al asegurar que algo muy grave estaba ocurriendo cerca de la estación porque la gente salía gritando de allí». Montero cuenta que se pusieron en marcha y que a los pocos minutos ocurrió la primera explosión, que fue tan horrorosa como espectacular porque a las doce de la noche se hizo de día en toda la ciudad. La gente corría por todas las partes y «nos fuimos al hospital de Alarcos, donde veías a la gente sin camisa, se les había quemado, les echaban yodo por la espalda. El panorama era brutal, se vieron auténticas bolas de fuego. En el barrio de Los Ángeles el fuego llegó a entrar por algunas ventanas a las viviendas».

Recuerda que fue una noche «larguísima» pero profesionalmente «maravillosa», sigue contando emocionado. «A las cuatro de la mañana, el gobernador civil, Eduardo Ameijide, estaba en la emisora y comunicó a toda la ciudad y provincia que el peligro había pasado y que la gente podía volver a su casa. La gente salió huyendo despavorida y no hubo accidentes porque Dios no quiso, ya que la gente circulaba por dirección prohibida por las calles con tal de escapar de la ciudad lo más rápido posible». La explosión se vio a muchos kilómetros y Ciudad Real «podía haber desaparecido del mapa», asegura para, a renglón seguido, explicar que fueron dos cisternas de Campsa que contenían treinta mil litros de gasolina cada una, «dos explosiones brutales». «Siempre se había tenido miedo a que ocurriera algo en el complejo de Puertollano, pero mira por donde, sucedió en Ciudad Real».

Otro hecho que Montero tiene grabado en su memoria y «retina» es la tragedia de Valdepeñas ocurrida en julio de 1979. El desbordamiento del canal de La Veguilla provocó 22 muertos. «Fue horrible», además de las víctimas mortales, también «nos impresionó mucho ver flotando los animales muertos por la calle, es algo que no se olvida».

La noche de los transistores. El 23-F también le pilló en Ciudad Real. Carlos Montero rememora aquella tarde y apunta que «nos cogió bastante desarmados, porque no sabes lo que está ocurriendo. Entonces ya teníamos teletipo, del que no disponían en la central, y, curiosamente, nos llamaron por teléfono para ver si podíamos enviarles información», comenta. «Cuando Tejero entró en el Congreso yo estaba en mi casa de la calle Caballeros mientras retransmitíamos el debate de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo». Instantes después corría a la emisora donde pasó una noche muy larga. Recuerda que la Policía «se presentó en la emisora por si pasaba algo y fue otra noche larga porque acabamos cerrando la emisión a las cinco de la madrugada», ríe mientras revive aquellos días.

El 23 de febrero de 1981 fue un día importante en la Historia de España, y también en la historia de la radio. Aquella noche casi todos los españoles estuvieron pegados a la radio para saber lo que sucedía en el Congreso. De hecho se conoce como la noche de los transistores. Después el panorama radiofónico fue cambiando poco a poco hasta el que existe en nuestros días.

¿Qué se ha perdido? ¿Qué se ha ganado? «En el camino se ha perdido un poco de ilusión y espontaneidad», responde Montero que tiene claro que se ha ganado en medios técnicos. Antes era casi un milagro retransmitir in situ noticias como las inundaciones de Valdepeñas. «No había unidades móviles -ríe abiertamente- ni teléfonos móviles, pero las noticias llegaban al oyente con todo lujo de detalles». Recuerda que el primer móvil que tuvo la COPE pesaba muchísimo, varios kilos, y tenía una autonomía de una hora.

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