El voto útil, el anhelo de los 'grandes'

EFE
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PP y PSOE reclaman con vehemencia en estos últimos días de campaña que los apoyos de la derecha y de la izquierda se concentren en torno a sus siglas para reforzar sus resultados en detrimento de los partidos minoritarios

El voto útil, el anhelo de los ‘grandes’

Se acerca el día de las elecciones y se multiplican los llamamientos al voto útil. Un concepto algo manido pero que suele apelar a que ningún sufragio se pierda, que cada papeleta tenga su reflejo en escaños y que, de paso, se facilite la formación de mayorías parlamentarias sólidas. Como es natural, son habitualmente los partidos más grandes, en detrimento de los pequeños, los que piden con insistencia ese voto útil porque sobre el papel les permite optimizar sus resultados en las circunscripciones en las que las formaciones minoritarias pueden entrar o quedarse fuera del reparto de diputados.

Según las últimas encuestas publicadas, las elecciones del domingo se están jugando en menos de 20 circunscripciones, esas en las que hay un último escaño que está bailando por apenas unos miles de votos. De esos últimos asientos depende en buena parte que el PP obtenga una mayoría con o sin el apoyo activo de Vox o que, por el contrario, sea el bloque de la izquierda, encabezado por PSOE y Sumar, quien tenga posibilidad de reeditar la investidura gracias a algún tipo de acuerdo con ERC y EH Bildu.

Las dos formaciones mayoritarias lo saben y están echando el resto en los últimos días de campaña acudiendo a esas plazas -Sánchez abandonando la Cumbre UE-Celac antes de la cena oficial para ir a un mitin en Huesca es el ejemplo más claro- para dar un postrero empujón que les permita tocar el triunfo. Sin embargo, el voto útil puede ser eficaz en unos sitios pero no en otros porque podría debilitar, al rebajar el número de escaños, a sus potenciales socios en el gobierno, Sumar y Vox.

Unificar los apoyos

En España, lo importante no es el porcentaje global de votos, sino cómo están repartidos. Bien lo saben históricamente en Izquierda Unida y en comicios más recientes en el PACMA, una formación que ronda los 228.000 votos y el uno por ciento de los sufragios del total nacional pero que una y otra vez se queda fuera del Congreso, pese a superar en apoyos a Coalición Canaria (124.000 votos), BNG (120.000), Nafarroa Bai (99.000), el Partido Regionalista de Cantabria (68.000) o Teruel Existe (19.000). A diferencia de los animalistas, todos estos partidos -que se presentan en una sola circunscripción- han contado con escaños en el Congreso. Parece claro que concentrar el voto optimiza el resultado. Si además se hace en circunscripciones poco pobladas, el efecto se potencia.

Esta distorsión de la representación electoral viene dada por varios factores, pero el más importante es el número de escaños que se reparten por provincia o circunscripción. El sistema D´Hondt, al que en ocasiones se culpa de todos los males, tiene una influencia limitada y en ocasiones nula.

Lo cierto es que cuanto más escaños se reparten, el resultado es más proporcional y la apelación al voto útil, en cierto modo, puede perder algo de sentido. Por ejemplo, en Madrid se reparten 37 asientos, cantidad suficiente para que cualquier partido que supere el mínimo del tres por ciento fijado por ley obtenga diputado. En noviembre de 2019, Más País obtuvo dos asientos con el 5,7 por ciento. Eso sí, cada uno de los 37 parlamentarios por Madrid costó entonces unos 100.000 votos. En Soria, donde se reparten dos, vale con apenas 15.000 sufragios. De esta manera, la provincia soriana mantiene inalterado el resultado desde hace lustros: el partido más votado se lleva un escaño, el segundo, el otro. En este caso, la apelación al voto útil carece de sentido. No hay posibilidad de un tercero en discordia y PSOE y PP tienen casi garantizado su diputado.

La gran batalla

Así las cosas, parece que la clave de ese supuesto voto útil está en las provincias medianas, esas que reparten entre cuatro y siete diputados y en donde hay partidos, como Sumar o Vox, con porcentajes cercanos al 15 por ciento que pueden conseguir escaño o quedarse fuera por apenas un puñado de votos. Y claro, son las formaciones grandes, normalmente PSOE y PP, las que se benefician de esas papeletas tiradas a la basura. 

Este fenómeno se aprecia con claridad en circunscripciones como Jaén, con cinco asientos en juego. Volviendo la mirada a 2019, los socialistas obtuvieron tres diputados con el 39,1 por ciento de los votos; los populares lograron uno, con el 22,68 por ciento; y el partido de Santiago Abascal se quedó con el último, con el 19,89 por ciento. Según los datos, cada uno de sus tres diputados le costó al PSOE 47.000 votos, al PP 82.000 y a Vox 71.000. Una clara distorsión entre número de apoyos y diputados obtenidos. Los socialistas rentabilizaron muy bien sus papeletas, justo lo contrario que Vox, y sobre todo el PP. Una ligera caída de apoyos de la formación de Abascal habría dado un vuelco al resultado, sacando a Vox del reparto de escaños en favor de los populares, que habrían obtenido dos asientos en lugar de uno.

Se produjo un caso parecido en Salamanca, donde se reparten cuatro escaños aunque esta vez el beneficiado fue el PP. Los populares obtuvieron dos diputados con 67.000 votos, el PSOE, solo uno, con 57.000, y Vox, el último parlamentario con 34.000.

Jaén y Salamanca son solo dos ejemplos que ahora, de cara al domingo, puede repetirse en una veintena de provincias según los últimos sondeos. Se calcula que hay entre 20 y 30 parlamentarios en disputa por un margen que oscila entre los 4.000 o 5.000 votos. Una minucia entre los 37,5 millones de ciudadanos llamados a las urnas que, sin embargo, puede ser decisiva.