Un silencio reverente envuelve la iglesia de San Sebastián mientras los doce danzantes aguardan, en formación, el momento exacto de iniciar el ritual. No hay música aún, solo el crujido leve del serrín bajo los pies, el murmullo contenido del pueblo que aguarda en la plaza y la mirada fija en la custodia que preside el templo. Es Corpus Christi en Porzuna y, un año más, el tiempo parece detenerse.
«El Corpus constituye una de las principales señas de identidad de Porzuna, es único en el mundo por albergar la tradicional y llamativa Danza del Corpus», asegura el alcalde, Carlos Jesús Villajos, convencido de que esta fiesta es el alma cultural y emocional de su pueblo. La considera, sin titubeos, «lo más grande que tenemos», una afirmación que no suena a tópico cuando uno recorre las calles engalanadas con alfombras de serrín, siente el esfuerzo de decenas de vecinos, o se emociona al ver a las generaciones más jóvenes participar con la misma devoción que sus abuelos.
El Corpus de Porzuna no es solo una cita religiosa. Es un fenómeno colectivo que trasciende la fe para convertirse en celebración compartida, escaparate turístico, motor económico y, sobre todo, en un ejemplo de cómo el patrimonio inmaterial puede mantenerse vivo con implicación y voluntad. Este año, como explica Villajos, unas 120 personas se han volcado en la elaboración de las alfombras, «para lo que se han teñido unos 5.000 kilos de serrín», además de la creación de altares y la preparación de las danzas. «Todo el municipio está implicado y deseando celebrar esta fiesta», subraya el regidor, quien destaca también el impacto positivo en la hostelería y el comercio local.
Pero si hay una imagen que resume el espíritu del Corpus porzuniego es la del grupo de danzantes que, con sus movimientos solemnes y su colorido atuendo, acompaña a la custodia por las calles. Entre ellos está Ángel Luis Rojas, concejal de Turismo, quien vive la jornada desde una doble perspectiva: la institucional y la personal. «Es un enorme privilegio poder danzar en esta procesión y ser parte protagonista de esta tradición», confiesa. «Compatibilizar mi labor como concejal con la de danzante es un reto, pero también una forma de entregarme por completo a lo que somos como pueblo».
Rojas, que además trabaja como enfermero en el hospital de Ciudad Real y es padre de un bebé de cinco meses, reconoce que saca tiempo «de donde no lo hay» para llegar a todo. Pero no lo cambiaría por nada. «El momento de iniciar la danza dentro de la iglesia y salir por el arco lateral sin dar la espalda a la custodia, viendo a toda la gente esperando y las primeras alfombras... es muy emotivo. Se me sigue poniendo la piel de gallina», dice.
Más allá de lo emocional, el Corpus de Porzuna se apoya en una estrategia de crecimiento ordenado y sostenido. Este año se han renovado muchos de los telares que adornan las calles y se han incorporado nuevas actividades, como una ruta ciclista y otra turística con limonada popular incluida, que culmina justo antes del inicio de la procesión. «Queremos que el pueblo se sumerja por completo en un ambiente festivo, religioso y emotivo», explica el concejal, destacando que se trabaja desde todas las áreas del Ayuntamiento para que no sólo el domingo sea un día grande, sino también el fin de semana completo.
En ese empeño, la danza juega un papel clave como herramienta de promoción cultural y turística. Declarada Fiesta de Interés Turístico Regional y Bien Inmaterial de Interés Cultural desde 2014, esta manifestación ancestral -con orígenes que algunos sitúan en la Edad Media- es, en palabras de Rojas, «fundamental para atraer visitantes y consolidar Porzuna como destino».
No faltan tampoco los reconocimientos a quienes hacen posible que todo esto siga vivo. «Seguimos manteniendo el homenaje a las personas que colaboran con el Corpus Christi», recuerda Villajos. «La rondalla, los danzantes y los alfombristas son tres elementos fundamentales de esta fiesta, que le confieren esos rasgos diferenciadores de los que nos sentimos tan orgullosos».
Pensando en el futuro, el alcalde tiene claro el camino: mantener la implicación ciudadana, sumar nuevos reconocimientos -como la aspiración a obtener la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional- y seguir cuidando una tradición que está más viva que nunca. «Todos estamos muy motivados para que el Corpus siga conquistando nuevas metas», dice.
Y mientras tanto, cada mes de junio, Porzuna vuelve a ser el escenario de una liturgia colectiva en la que cada gesto, cada paso de danza y cada puñado de serrín teñido habla de raíces, de comunidad y de orgullo. El Corpus no es solamente una fiesta: es el latido de un pueblo que, año tras año, se entrega con cuerpo y alma a su tradición más querida.