"Veía el mundo con cierta inocencia, pero de forma crítica"

Diego Farto
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María Zaragoza regresa a Campo de Criptana, el pueblo de su infancia, para presentar su libro más reciente, 'El infierno es una chica adolescente', ilustrado por AxMxAxLx, también criptanense y amiga de la infancia

"Veía el mundo con cierta inocencia, pero de forma crítica"

María Zaragoza regresó a Campo de Criptana, el pueblo de su infancia, para presentar su libro más reciente, El infierno es una chica adolescente, ilustrado por AxMxAxLx, también criptanense y amiga de la infancia. Juntas dieron forma a una obra de género gótico para adultos.

¿Cómo surge esta obra, esta mixtura entre la fantasía y las obsesiones adolescentes?
Durante la pandemia, cuando estábamos encerrados en casa, tuve una especie de regresión a la infancia y la adolescencia. Me dio por comer lo que me gustaba cuando era pequeña y por recordar un montón de cosas, anécdotas, sensaciones... Recuperaba de forma muy vívida lo que eran los sentimientos de la infancia y la adolescencia. Tuve que ponerme a escribir sobre ello, intentando respetar cómo veía las cosas entonces. Era un mundo inmerso en la fantasía, lleno de personas que hacían cosas, pero también de monstruos y unicornios y de sensaciones mezcladas, turbias, en las que todo podía suceder. El mundo de mi infancia en los 80 y mi adolescencia en los 90 creo que está reproducido con bastante fidelidad, a pesar de que los cuentos son fantásticos en su mayoría.

¿Su adolescencia fue así de fantástica? 
Yo siempre he sido muy fantasiosa desde pequeñita. He sido una adulta feliz, pero no una niña feliz ni un adolescente feliz. En Cría cuervos, de Carlos Saura, hay una escena en la que Geraldine Chaplin dice que no entiende por qué los adultos dicen que la infancia es la época más feliz de sus vidas, que ella lo recuerda como una época de incertidumbre. Me sentí muy identificada con eso, pero añadí los monstruos. Yo tenía la sensación de que había algo monstruoso. 

Aprovecha los relatos para deslizar crítica social. Cuestiona la apropiación de los patios escolares por los chicos, o cómo funcionan las academias de ballet, ¿cómo surge todo eso?
Si quería ser fiel a lo que era cuando era pequeña y cuando era adolescente, he sido siempre, y sobre todo de pequeña, de forma muy intensa, muy analítica y establecía paralelismos de comportamiento entre la gente. Entonces, si quería mantener ese espíritu, también tenía que mantener eso. A eso se suma trabajar con Ana, la ilustradora, que es amiga mía de toda la vida. Ella, que tiene un estilo que roza el terror y lo gótico, al mismo tiempo es muy dulce, creo que reflejaba muy bien cómo yo veía el mundo con cierta inocencia, pero al mismo tiempo de forma crítica. Eso tenía que estar presente en los relatos. 

¿La protagonista de todas estas escenas podría ser la misma muchacha? 
No. Todos los relatos son independientes unos de otros. De hecho, hay protagonistas de los relatos que entre ellos jamás se hubieran llevado bien en la vida real. Porque tienen principios o formas de actuar muy opuestas. Es verdad que sí hay temas que están reflejados de forma repetida, como esa sensación cuando éramos pequeñas de que a las niñas se nos quitaba, de alguna forma, la autonomía y el ser personas individuales. Era como si todas las niñas fuéramos la misma niña. Y eso, por ejemplo, está muy presente a lo largo de los relatos y cómo resulta muy complicado encontrar tu individualidad, sobre todo cuando estás creciendo y eres una chica. Yo soy de 1982 y creo que se ha hablado muy poquito de esa infancia post transicional, con lo cual lo que sí es el libro es muy generacional. Refleja un tipo de infancias y de adolescencias de una época muy concreta, pero todos los niños son completamente diferentes e individuales.

¿La fantasía de las chicas es distinta a la de los chicos?
No lo creo. Cuando éramos pequeños, en la calle jugábamos todos mezclados y podíamos montar a He-Man encima de Mi pequeño pony. Todo eso estaba junto, revuelto, y teníamos el mismo tipo de ideas. Ahora bien, la sociedad nos va empujando hacia fantasear de una determinada forma, nos va empujando en direcciones opuestas, incluso en aquello que nos ilusiona, nos emociona, nos potencia la imaginación. Cuando la sociedad se infiltra en lo que somos de forma auténtica es cuando aparecen las diferencias.

Ésta es una obra ilustrada, ¿cómo surgió la colaboración? 
Cuando Ana y yo éramos adolescentes, en Campo de Criptana, éramos las dos amigas que una dibujaba y la otra escribía. Al final este libro ha cerrado un círculo de 25 años. Nosotras, entonces, de forma natural, hacíamos cosas juntas: yo escribía cosas, ella las ilustraba; ella hacía dibujos, yo le ponía texto. Siempre había querido que en algún momento eso se pudiera transformar en algo que el resto de la gente también pudiera ver y disfrutar.