Lo que vivimos el sábado pasado en el Comité Federal del PSOE expresa claramente la situación:el sanchismo se ha apoderado del PSOE y sus cosas hasta extremos inverosímiles. Los abucheos a Emiliano García-Page en la calle Ferraz protagonizados por partidarios de Pedro Sánchez, y lo que además le dijo en el interior Oscar Puente, son una nítida manifestación del estado de las cosas. No se admite la disidencia. Sánchez ha alimentado la polarización entre los españoles y también dentro del seno del PSOE. La infección corre por los tuétanos más profundos de la histórica sigla. No hay debate posible, un bunker se ha apoderado del partido y del gobierno. El PSOE parece malvivir en un túnel en el que no crece nada. Cuanto más sea el empecinamiento en esta tendencia más dura será la catarsis precisa para continuar viviendo. No veo posible un sanchismo sin Sánchez porque Sánchez no representa nada en términos ideológicos, es un puro oportunismo, una obsesión por el poder, pero sí tendrá que haber un debate entre la vuelta a una socialdemocracia con vocación de centralidad o convertir los acuerdos con las periferias independentistas en la norma de existencia habitual del PSOE. En ese caso el PP se quedaría como el único partido netamente constitucional, lo que no deja de ser un contrasentido, si tenemos en cuenta que la Constitución, para que tenga pleno sentido como marco de convivencia entre todos, debe ser sostenida por un abanico amplio de tendencias y por dos grandes partidos al menos. Tengo dudas de que ese escenario se pueda recuperar.
La situación actual del PSOE es la consecuencia lógica del último vericueto de Pedro Sánchez y su atrincheramiento pertinaz. Con un Secretario de Organización, Santos Cerdán, en prisión preventiva y el otro , José Luis Ábalos, investigado por el Tribunal Supremo, el Secretario General del partido, Pedro Sánchez, lejos de asumir responsabilidades, que las tiene, al menos por fallar en la vigilancia de lo que hacía su entorno más cercano, opta por crear un relato de resistencia frente al supuesto acoso de las cavernas ultraderechistas y se pone al frente de la lucha contra la corrupción que por lo que sabemos ha crecido en sus entornos más cercanos. Rocambolesco, surrealista e increíble, pero cierto. Y para completar tan grotesco giro de guion organiza un Comité Federal, el máximo órgano de decisión del partido entre congresos, que resulta ser un concierto de aclamaciones enloquecidas y vítores al líder en el que el único que osa expresar alguna dosis de cordura es abucheado. Un concierto de aclamaciones que a punto de estuvo de naufragar antes de comenzar al conocerse las denuncias por abuso a Francisco Salazar, otro de los habituales del círculo más íntimo de Sánchez.
En ese contexto rocambolesco Emiliano García-Page se atrevió a describir una situación tan real como cierta. España está en una situación sin salida y hace falta aire. Solamente se puede conseguir o bien convocando elecciones, o bien sometiéndose el Gobierno a una cuestión de confianza para recabar en el Congreso, si fuera posible, los apoyos necesarios para continuar con la legislatura. Esto, tan de sentido común, se convierte en un clamar en el desierto en un partido secuestrado por la obsesión patológica de un Sánchez en huida hacia delante. Sus explicaciones de este miércoles en el Congreso de los Diputados serán la culminación de un proceso de decrepitud total . El relato lo puede aguantar todo, pero la realidad se acaba imponiendo, necesariamente, y las voces cuerdas que quedan a esta hora en el PSOE lo saben, y son conscientes que cuanto más tarde en llegar la reacción más dura y problemática será la reconstrucción, Parece claro que el PSOE tiene que ajustar las cuentas consigo mismo y plantearse cual es el traje que quiere usar para el futuro después del desquiciamiento total provocado por Pedro Sánchez. Hay que remontarse a 2015 para poner toda la historia en su contexto y ese compromiso firmado y reiteradamente incumplido de ser un partido diferente al PP pero inequívocamente alineado con la Constitución y, por tanto, sin nada que negociar con los que quieren reventar el marco de convivencia que representa. Volver a ese punto de partida será asumir que la aventura de Sánchez finalmente ha terminado.