Xabi Alonso, el jugador que ya era entrenador sobre el césped, heredará el trono de Ancelotti. A falta de una firma, como en una reunión ejecutiva en la que ya se ha dicho todo con las miradas, el guipuzcoano tomará las riendas del Madrid para intentar lo que Carlo no ha logrado: ensamblar las piezas de una maquinaria ofensiva como ninguna en la historia del fútbol moderno.
En un curso de aprendizaje heredado, al estilo del alumno superdotado que supera los ciclos de dos en dos, el viaje del mediocentro hacia los banquillos se traza con la velocidad y precisión a la que viajaban sus pases de 50 metros. Nada más colgar las botas como pie ejecutor de tardes de gloria, Xabi enganchó un infantil en Valdebebas para demostrarse aquello de la primera fase: que era capaz de trasladar a sus futbolistas desde la banda lo que hizo durante 'X' temporadas en activo desde la sala de mandos del verde.
Pertenece a esa generación de técnicos jóvenes que ven el fútbol 'de otra manera'. Teóricos que no han necesitado reciclaje porque han vivido la transformación del juego hacia el frenesí actual, donde todo sucede a una velocidad endiablada y solo triunfan quienes tienen un plan trazado y estudiado: su amigo y vecino de la infancia Mikel Arteta, Tedesco, Julian Naggeslman, Rúben Amorim, Farioli…
Revolución
Desde sus inicios como entrenador, Alonso se convirtió en uno más de esos nuevos revolucionarios dispuestos a cuestionar el 'statu quo' del deporte: la figura del preparador que viaja con un sistema fijo en la maleta y lo implanta como sea está en vías de extinción. El (casi) nuevo técnico blanco, como muchos otros en la modernidad, quiere equipos versátiles, capaces de adaptarse a las muchas fases diversas de un mismo partido. La Real Sociedad B, adonde llegó en 2019, era un ejemplo perfecto para detectarlo: un 4-3-3 de base, que a veces se convertía en un vibrante 4-2-3-1 ofensivo, otras en un 3-5-2 de laterales muy largos… La versatilidad fue la piedra angular de aquel ascenso a Segunda en la 20/21, la primera vez que el filial 'txuri-urdin' tocaba la categoría de plata desde la 60/61.
No logró mantenerse y dejó el cargo, pero había puesto la semilla de la que brotaría una oferta inesperada, desde Leverkusen, para rescatar a un equipo que acababa de despedir al suizo Gerardo Seoane porque en la 9ª jornada de la Bundesliga era 15º (de 18) con apenas ocho puntos sobre 27 posibles. Xabi aterrizó con su método: quería a un equipo que mezclase lo mejor de la verticalidad con lo mejor de la posesión. Un bloque que arriesgase y combinara aquello que vivió como futbolista en el duelo Mourinho-Guardiola, en los triunfaba quien lograba imponer su estilo.
Le costó. A pesar de estrenarse como técnico de élite con un 4-0 sobre el Schalke, seis partidos consecutivos sin ganar pusieron en tela de juicio su contratación. «Xabi está trabajando», fueron las palabras de Simon Rolfes, director deportivo del Leverkusen, como enunciado premonitorio de lo que estaba por llegar: cinco victorias consecutivas en invierno, 14 choques sin perder en primavera… y aquel equipo joven con pintas de desahucio terminó en Europa. Un sexto puesto que solo era el cimiento de la increíble 23/24, en la que Xabi Alonso lograba que el Bayer lograse la primera Bundesliga de su historia: 28 triunfos y seis empates. Ni una sola derrota. Un sistema flexible y revolucionario (podría dibujarse con un 3-1-1-4-1) para dinamitar la competición y ganarse el premio al mejor entrenador del año.
Con menos fortuna este curso (Kompany, otro de esos técnicos jóvenes, ha logrado la reacción del Bayern), el Leverkusen termina segundo y el donostiarra anuncia su adiós rumbo al Bernabéu. El maestro está de vuelta:el gran reto de su vida le llega con solo 43 años.