«La poesía es como un pálpito, pero no es premeditado»

D. A. F.
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La almagreña Montserrat Rayo acaba de sacar de la imprenta su poemario 'Vivir en verso', el segundo libro de su trayectoria

«La poesía es como un pálpito, pero no es premeditado» - Foto: Rueda Villaverde

Montserrat Rayo acaba de sacar de la imprenta Vivir en verso, su segundo libro, un poemario que contrasta con su anterior novela histórica. Nació en la localidad gerundense de Vilajuïga, aunque desde muy joven se asentó en Almagro, donde ejerció de maestra hasta su jubilación.

¿Qué es Vivir en verso? ¿Cómo se ha formado este libro?

Se ha formado sin querer. Los poemas los he ido haciendo a lo largo de la vida y han ido cayendo en distintos cajones. Bastantes de ellos han desaparecido por eso de que haces limpieza y dices: «¡Uy!, un papel, bueno, lo tiro, no tiene mayor importancia». Otros han sobrevivido por estar archivados de otra manera. En un momento dado, Tana, que es mi compañera de ilustraciones y de vida, me sugirió recopilarlos y mandarlos a las editoriales. Le hice caso. Esperaba que me contestaran diciendo, «se lo agradecemos, pero no». Pero dos editoriales me contestaron y de ésta que elegí, Nuevos Ekkos -la dirige Lidia González, que es un encanto- me llamó y me dijo que eligiera la colección a la que quería incorporarme. También me dio la posibilidad de que fuera un libro solidario, eso me animó aún más. Es decir, una parte de sus beneficios, van a parar a un proyecto solidario que en España lo lleva una ONG que se llama Itran, que en el idioma del Atlas marroquí, significa «estrella» y va dirigido a que las niñas de estas poblaciones más deprimidas del Atlas, no abandonen la escuela.

Se dice que la poesía nunca se acaba de hacer, que siempre está en revisión, ¿le ha costado hacer la versión definitiva de algunos de estos poemas?

Realmente sí, estaban guardados, había que desempolvarlos, y con el paso del tiempo encuentras aristas que pulir. Es un problema ser perfeccionista con el idioma o con la escritura. Eso es una tortura, porque nunca acabas, pero me pareció que si los tocaba mucho, iban a perder la esencia de cuando se escribieron. Solo pulí algunas cositas y ya.

Su anterior experiencia editorial fue con la narrativa, ¿en que cambia pasar de un género a otro?

Pues cambia bastante. Porque en una narrativa tu alma no se queda desnuda. En la narrativa puedes poner mucho de ti, mucho de tu vida, pero, al final, no te muestras, pero en la poesía sí. Me tiene que llamar la atención algo, me tiene que tocar algún momento del día o de la noche, me tiene que sugerir este verso. La poesía es como un pálpito, pero no está premeditado, es un pálpito arrítmico que va surgiendo en los momentos que surge. Con la narrativa me siento a la hora que sea, me pongo y escribo, pero con la poesía no.

Mencionaba antes el carácter solidario del libro, su relación con la educación, que también forma parte de su trayectoria. ¿En qué medida influye su condición de maestra en su faceta de autora?

Creo que en un porcentaje muy elevado, tanto como el 50%. Yo había sido corresponsal de Agencia Efe, era colaboradora de la revista Mirador, escribía, pero cuando yo afronto un momento literario, lo afronto desde la escuela porque la poesía en la escuela es una herramienta definitiva. La manera de captar la atención de los alumnos y de las alumnas en la escuela a través de la poesía es decisiva, porque ellos se sienten muy atraídos por el ritmo, por la musicalidad, por la palabra. La poesía nos daba a las maestras y los maestros infinidad de posibilidades para trabajar el vocabulario, la expresión oral, la expresión corporal... Yo les hacía incluso poesías para explicarles el funcionamiento de la división, que es muy compleja. Entonces, les hacía poesías muy rítmicas, muy chocantes.

Almagro está presente en el libro, ya desde la portada. ¿Qué es para usted Almagro?

Almagro es una belleza que no se le escapa a nadie pero es una belleza muy singular, es un entorno que es inspirador, te puede llevar, en un momento dado, a escribir. Anoche, por ejemplo, había una luna estupenda rodando por los tejados de la plaza, a solas, a las doce de la noche. Pues, si quieres, es un momento poético, y te sientas y te puedes sentar en un banco y decir, pues ahora escribiría yo un poema.