Homenaje a los trabajadores de Calvo Sotelo (I)

José López Hidalgo
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Muchos habían estado combatiendo en la Guerra Civil, en los peores frentes, como el Puente de los Franceses en Madrid, y procedían de los oficios más diversos de nuestra tierra en aquellos años, como labradores (gañanes), pastores o mineros

Homenaje a los trabajadores de Calvo Sotelo (I)

Con 42 años de servicio en la Petroquímica y la Refinería del Grupo Repsol de Puertollano y Tarragona, donde he impartido como jefe de Seguridad de una de las Petroquímicas, cientos de cursos a trabajadores de todas las categorías y procedencias, y de los que yo he obtenido hablando con ellos información de los duros trabajos en los orígenes de la Fábrica; me dirijo a las autoridades locales para que tengan en cuenta y no olviden en sus celebraciones, las dos almas de este nuestro pueblo, la minera y la Industrial, y puedan todos los ciudadanos al estilo del Minero, rendir un Homenaje a los Primeros Trabajadores de Calvo Sotelo, que desde cero 'la génesis de la Fábrica', fueron capaces de construir lo que hoy conocemos como el Complejo Petroquímico de Puertollano.

Una fábrica que yo al haber llevado tantos años en ella, la he visto crecer y transformarse de la pizarra bituminosa al petróleo, hasta llegar a ser hoy día una multinacional entre las ocho primeras petroleras del mundo; y de aquí que me atreva a escribir esta Carta Abierta con el sentir de muchos de estos trabajadores. 

Unos hombres, que muchos habían estado combatiendo en nuestra Guerra Civil de 1936, en los peores frentes como el Puente de los Franceses en Madrid; y procedían de los oficios más diversos de nuestra tierra en aquellos años, como labradores (gañanes), pastores, porqueros o mineros, de pueblos de la comarca como Mestanza, Hinojosas, Cabezarrubias, Argamasilla, Almodóvar y otros de la provincia, algunos escasamente sabían leer y escribir, pero con una voluntad de hierro que les hizo adaptarse en muy poco tiempo a las tareas de su nueva Empresa que ellos estaban construyendo. 

No en vano, en una reunión multidisciplinar de varios centros de trabajo, a la que yo asistí con un directivo de Calvo Sotelo, don Plácido, surgió la pregunta de a quién se le iban a encargar ciertos trabajos, y don Plácido sin dudarlo respondió: ¡a gente de Puertollano!, tal era la seguridad que él tenía de estos trabajadores llegados de los pueblos de la provincia y de otros lugares de España.

Eran tiempos de hambre, muy difíciles para todos, en especial para estos hombres, pues muchos venían en bicicletas de sus pueblos, y algunos incluso andando por caminos de sierra, con bajos sueldos y largas jornadas de mucho trabajo, entre los que se encontraban mis familiares, donde los accidentes laborales eran frecuentes dada la precariedad de los medios de protección de la época y las herramientas utilizadas.

Una vez en la fábrica, o en los otros tres frentes que abrió la empresa como el poblado, el túnel de Mestanza y la presa del Montoro, la mayoría hacían trabajos de excavaciones, y otros incluso partiendo piedras de las canteras de la sierra de Mestanza para luego llevarlas en borricos con serones para hacer las calles y las cimentaciones de los equipos y la maquinaria de la nueva Fábrica, cuyos mandos eran en su mayoría alemanes, pues de ellos era el know how de las instalaciones. No había coches ni para el director, que en el comienzo de las obras las visitaba montado en un caballo.

No quiero olvidarme de los mineros que abastecían de carbón las cinco calderas de la central térmica, para producir electricidad en los turboalternadores suizos Brown Boveri de 12.500kVA que mantenían en funcionamiento todos los equipos de la fábrica. (Uno de estos turboalternadores ya fuera de servicio, fue donado por Repsol Puertollano a la Escuela de Ingenieros Industriales de Ciudad Real). 

Era el día 1 de octubre del año 1962 del calendario gregoriano de la era cristiana del monje Dionisio El Exiguo, cuando yo entré como aprendiz en la fábrica entonces llamada Calvo Sotelo. Lo hice junto a otros 15 aprendices amigos: Eugenio, Serrano, Solera, Eléjaga, Polaino, Túnez, Cuevas, Agapito, Acedo, etc.

Cuando yo entré, faltaban cuatro años para que el anterior jefe del Estado Francisco Franco y su ministro de Industria, Gregorio López Bravo, inauguraran la refinería, el 6 de junio de 1966; y cinco años para que se cerraran las minas de pizarras, en septiembre del 1967. El alcalde, Millán Aguilar, inauguraba este año en los jardines del Paseo de San Gregorio, un monumento a Juan Antonio Suanzes Marqués de Suanzes y presidente del INI (Instituto Nacional de Industria), por ser el propulsor de la industrialización de nuestra ciudad, frente a la opción de Aranjuez; a la hora de instalar la refinería. 

La primera visita de Franco a Puertollano fue en febrero de 1940, recién acabada la Guerra Civil, para conocer la destilería de Calatrava, dando órdenes al INI a que creara la empresa Calvo Sotelo que se constituyó el 24 noviembre de 1942, para explotar y aprovechar todos los recursos de la cuenca minera, dado el boicot económico que las potencias aliadas de la II Guerra Mundial le hicieron a España. En el poblado se construyeron tres residencias y un grupo de viviendas para: Ingenieros, empleados y obreros, con su economato, clínica, iglesia, cine y piscinas, para acoger al personal cualificado llegado de otros lugares de España. En 1943 empezaron los trabajos de reclutamiento de personal y en mayo de 1952 Franco inauguro el complejo industrial. ¿Qué hubiera sido de Puertollano sin la refinería y con las minas amenazadas de cierre?