Julia Navarro

ESCAÑO CERO

Julia Navarro

Periodista y escritora


El Parlamento de Babel

23/08/2023

Vaya por delante que creo firmemente que el catalán, el vasco y el gallego, son lenguas españolísimas, tanto como el castellano. De manera que me parece bien que se ponga en valor estas tres lenguas y que a todas las consideremos nuestras aunque, por desconocimiento, no las hablamos y porque la realidad es la que es, el castellano o español es la lengua que hablan y en la que nos entendemos todos los que habitamos este viejo país.
Preguntarse si en el Congreso y otras instituciones se puede hablar en cualquiera de las cuatro lenguas de España es una cuestión práctica, amén, sobre todo, de dinero. Por ejemplo, que haya traductores simultáneos.
Se equivocará el PP si da la batalla en contra de la utilización del catalán, vasco y gallego, y añadamos el valenciano y el aragonés y ya puestos el bable. Lenguas minoritarias puesto que se hablan en determinados ámbitos territoriales, pero todas ellas, insisto, lenguas españolas.
Otra cosa, insisto, es si es práctico o no, teniendo una lengua común, que sus señorías se tengan que entender a través de traductores. Aún recuerdo lo chocante, por no decir casi ridículo, que hace años resultó escuchar al entonces presidente de la Generalitat, José Montilla, discurseando en catalán en el Senado para responder a Manuel Chaves, andaluz como él, y este con cascos para entender a su correligionario.
Si hace años el idioma internacional era el francés, hoy en día es el inglés, que se ha convertido en la lengua franca, es decir, en la que nos intentamos entender todos cuando nos reunimos por motivos de trabajo, vacaciones, negocios, etc., con personas de otros lugares del mundo.
Siempre hay una lengua que predomina sobre otras, lo que no resta ni un ápice de importancia al resto de las lenguas.
Eso es lo que sucede con el español respecto al vasco, catalán, bable, gallego, aragonés, etc., que es la lengua en la que nos entendemos todos. Si un vasco quiere entenderse con un gallego lo hará sin dificultad en español, salvo que echen mano de un traductor.
El problema es que los partidos independentistas consideran su lengua como seña de identidad para diferenciarse del resto y han venido utilizando la lengua como un arma. Y los nacionalistas españoles, tontos ellos, han caído en la trampa y en vez de hacer suyas el resto de las lenguas que se hablan en España las han considerado ajenas.
Por tanto, asumamos que todas las lenguas que se hablan en España son españolas, aunque haya una que se habla más que todas las otras.
Si en el Congreso, en el Senado, en las instituciones y donde sea, se decide que se puede hablar cualquiera de las lenguas de España, hay que exigir esa reciprocidad a los gobiernos de las comunidades autónomas en las que, además del español, tienen lengua propia. En Cataluña podrían empezar por suprimir la "policía" de la lengua, esos profesores que están atentos a qué idioma hablan los niños en el recreo para reprenderlos si lo hacen en castellano. Una práctica realmente fascistoide. O los que se niegan a que los castellano parlantes puedan estudiar en su propia lengua. Por no hablar de la exigencia en Cataluña de que el nombre de los comercios sea catalán.
Normalicemos de una vez por todas el uso de las lenguas que se hablan en España, son de todos, aprendamos a conocerlas, pero tampoco seamos ingenuos, lo que los independentistas catalanes pretenden no es otra cosa que reafirmar que son diferentes, que son un país y que cuando acudan al Parlamento y al Senado, lo hacen como pueden asistir a las sesiones del Parlamento Europeo. De manera que la petición de convertir nuestro Parlamento en Babel no es por amor a su lengua, sino que lo que pretenden es ir desnaturalizando todo lo que nos es común como el español.