Le acometió con una navaja que le dejó clavada en el cuello. Luego subió a su cuarto, en el piso superior de la vivienda familiar (calle Santiago de Socuéllamos), cogió una mochila, metió la cartilla del banco y las tarjetas de crédito y huyó por la ventana. Así lo considera probado la fiscal, que mantiene la petición de 13 años de cárcel para el procesado Carmelo Izquierdo Guardiola, de 43 años, por la muerte homicida de su padre Domingo Izquierdo Álvarez, de 82 años, la madrugada del 14 de mayo de 2019.
La fiscal ha pedido al jurado, que enjuicia el crimen en la Audiencia Provincial de Ciudad Real, que no se deje engañar por la apariencia del acusado, que se ha presentado como un hombre desvalido, indefenso, al que maltrataba su padre; "no dejen que les lleve al huerto» por qué por muy severo que fuera, como han dicho él y sus hermanas, por mucho que le fustigara con que no trabajaba ni hacía nada, sólo emborracharse y, por mala que fuera la convivencia, no hay justificación alguna para un crimen. «Carmelo Izquierdo mató a su padre», ha remarcado la fiscal en su alegato final, dos horas antes de que la magistrada presidenta del Tribunal y de la Audiencia Provincial, María Jesús Alarcón, entregara al jurado el objeto de veredicto en el caso del parricidio de Socuéllamos.
Para la fiscal, concurren las circunstancias agravantes de parentesco, «hay un vínculo de sangre», era su padre y merece un reproche mayor; abuso de superioridad, la desigualdad de la fuerza «es clara y evidente» , sobre todo en cuanto a la «fuerza instrumental», ya que la víctima no tenía armas. El octogenario «se vio acorralado, indefenso, no pudo hacer uso de arma alguna», ha defendido la fiscal tras recalcar que el hijo tenía 43 años y el padre 82. En el plenario la defensa también ha ahondado en ésta y otras diferencias entre padre e hijo, pero de forma contraria, es decir, respecto a que el progenitor era más alto y corpulento que su vástago.
Además, "no tenía enfermedad alguna y su hijo padece un trastorno mental" (un ligero retraso), ha esgrimido la defensa.
Pues bien, según el informe de la autopsia, el octogenario tenía una patología cardiaca.
«La tormenta perfecta». La abogada Gema Pozuelo, que defiende al encausado, ha tratado de demostrar cómo Carmelo Izquierdo llegó a esta situación, al parricidio.A juicio de la letrada, «esa noche se dio la tormenta perfecta para que actuara de una forma tan violenta, llevado por el miedo que le tenía a su padre». Había ingerido gran cantidad de alcohol y cocaína tras ir a Tomelloso en busca de trabajo y de una ayuda social que no consiguió. Al regresar de madrugada «el padre le regañó, le insultó, le empujó, hubo un forcejeo y el padre cayó herido de muerte por una herida inciso contusa en el cuello, una fatalidad». Según la letrada, huyó por miedo al padre, creía que estaba vivo cuando salió del cuarto.
La fiscal ha refutado las tesis de la defensa en cuanto a los atenuantes de arrebato u obcecación, confesión y arrepentimiento. Hasta esta mañana, en el uso al derecho a decir la última palabra, no se le ha oído al procesado pedir perdón. Hoy, ante el jurado, ha leído una carta en la que pide perdón. «Tengo 44 años y el 14 de mayo de 2019 cometí el delito, sin querer, de quitarle la vida ( a su padre) porque iba bebido y drogado y no sabía lo que estaba haciendo. Me arrepiento mucho».
Sobrecogedora y disparatada grabación. Los 6 minutos y 10 segundo que dura la grabación de la llamada de la hija de la víctima al 112 son sobrecogedores y disparatados. Cuando la teleoperadora del servicio de emergencia atiende la llamada se escucha a una mujer pidiendo ayuda. «Está ahogando a mi padre». Al otro lado del teléfono le inquiere: ¿dónde se encuentra, dónde vive. «En Socuéllamos, en la calle Santiago, número 50», responde la mujer.
«¿Quién ahoga a quién?, le pregunta. La mujer llorando y muy nerviosa dice: «mi hermano está ahogando a mi padre». «Le voy a poner con el médico» «¿Tiene algún trastorno su hermano? ¿Está herido su padre?».
«Lo está ahogando», repite llorando y asustada.
«Escuche, señora escúcheme: ¿cómo está su padre?» «Lo está ahogando», vuelve a decir sin parar de llorar.
«¿Necesita ayuda sanitaria?» «Si», responde.
«Le pongo con el médico». «¿Necesita ambulancia?».
«Lo está ahogando».
«¿Pero ya lo soltó?» , dice el médico. «¡No!"
«¿Cómo está su padre? ¿Mire a ver cómo está su padre? ¿Le está pegando?»
«No, lo tiene agarrado por el cuello».
«¿Está encima de su padre? ¿Ya lo soltó? ¿No puede estar encima todo el rato?», dice el médico del 112.
Lloros, lloros ... «Está yendo la ayuda», le indica el facultativo.