El Sáhara, presente en el país de la esperanza

Ana Pobes
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Seis niños saharauis con diferente grado de discapacidad pasarán el verano en Cabezarados gracias a Vacaciones en Paz

En una casa de campo, a pie de carretera y a pocos kilómetros de Cabezarados, en un azulejo blanco y azul, al lado de la puerta de entrada, reluce el nombre de Villa Esperanza. La denominación y el azulejo llevan tiempo instalados en la vivienda, pero por casualidades de la vida reflejan el sentimiento con el que llegaron a la provincia  en la madrugada del domingo unos 40 niños saharauis bajo el programa de Vacaciones en Paz. 

Esa esperanza se respira ya nada más cruzar la puerta de esta casa que hasta primeros de septiembre será el hogar de seis niños saharauis con diferente grado de discapacidad. Ellos son la novedad de la edición de este año de Vacaciones en Paz, una iniciativa que se creó en el año 1976, y que a pesar de las dificultades y vicisitudes por las que ha pasado se ha mantenido en el tiempo. Y todo, gracias a la solidaridad de los vecinos de la provincia, pero también a la colaboración de instituciones como el Ayuntamiento de Puertollano y la Diputación de Ciudad Real, que desde los últimos años financia, entre otros muchos servicios, el viaje de estos pequeños, de entre ocho y doce años, que son acogidos en estos meses por familias residentes en España. La solidaridad y la Institución provincial son pilares «claves» para que Vacaciones en Paz continúe, si uno de ellos se desploma, «cae el programa», comenta con preocupación María Luisa López. Ella es la familia que Brahim, Aziza, Asmaa, Sidamu, Dagna y Nafmen, con diferente grado de discapacidad, tendrán en los próximos meses en España, el país al que han llegado huyendo de una tierra torturada con escasa sanidad, educación y de inexistentes derechos humanos. 

Hace ya más de cuarenta años que el pueblo saharaui tuvo que exiliarse a la vecina Argelia para huir de la ocupación y represión en el Sáhara Occidental. Desde entonces, casi 200.000 refugiados habitan permanentemente la hammada argelina, donde en 1976 levantaron las primeras jaimas cerca de la ciudad de Tinduf (Argelia), base militar en el sur del país. Allí, en una tierra árida en la que no hay nada, se les raciona el agua y en invierno la temperatura baja de los cero grados y en verano puede llegar a superar los 50 grados. Por ello, ante esta situación, «estar entre verde, tener piscina y divertirse en los columpios es un lujo para ellos», incluso para sus monitores Mohamed y Seinia, profesores del Centro de Educación Especial Smara, un centro que atiende en los campos de refugiados de Tinduf a menores discapacitados. 

El sáhara, presente en el país de la esperanza El sáhara, presente en el país de la esperanza - Foto: Rueda VillaverdeBrahim, Aziza, Asmaa, Sidamu, Dagna y Nafmen observan todo con detenimiento. Para ellos, todo es nuevo. Con ilusión juegan en el suelo, como lo hacen en su país, se dan un chapuzón en la piscina o se entretienen hablando por videollamada con su familia, con la que mantienen el contacto permanentemente. Una vida bien distinta a la que tienen en su país, a más 1.900 kilómetros y en mitad del desierto, donde «no todos tienen un grifo de agua, y antes, en muchas viviendas tampoco había luz». 

Una de sus primeras paradas nada más pisar suelo manchego fue el centro de salud de Almodóvar del Campo, donde ayer a algunos de ellos se les hizo el primer reconocimiento médico. Durante estos meses son sometidos a revisiones de la vista (dañada por el tremendo sol del Sáhara), del oído, de sangre y orina. El objetivo es incrementar las opciones de un desarrollo físico saludable, algo de vital importancia en un entorno de condiciones extremas como en el que viven. 

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El sáhara, presente en el país de la esperanza
El sáhara, presente en el país de la esperanza - Foto: Rueda Villaverde
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El sáhara, presente en el país de la esperanza - Foto: Rueda Villaverde
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El sáhara, presente en el país de la esperanza - Foto: Rueda Villaverde
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El sáhara, presente en el país de la esperanza - Foto: Rueda Villaverde

Apenas hablan español pero intentan pronunciar algunas palabras, como gracias. Son conscientes de que están en España, en Cabezarados, gracias al apoyo y ayuda de muchas familias de acogida, aunque «cada vez son menos», lamenta López, quien con nostalgia recuerda esos primeros años en los que arrancó Vacaciones en Paz y en los que llegaban a España una media de 11.000 niños saharauis. Una cifra muy lejana a la de hoy, que apenas llega a los 3.000. «Son españoles, pero para muchos son los 'putos moros', no hay ese apego histórico. Se les abandonó. Los derechos humanos se olvidan», lamenta.

Tras la pandemia. Después del parón de la pandemia, la Federación de Asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui de Ciudad Real recupera este año el programa 'Vacaciones en paz'. La Federación es también una parte esencial en esta historia en la que además de esfuerzo, trabajo y dedicación pone los recursos necesarios para que todo esto funcione y para que esta experiencia de solidaridad, salud, amistad, cariño y cultura no caiga en el olvido.