Más de un 40% de los activos del sector agrario supera ya los 65 años y, por el contrario, no llegan a un 4% quienes tienen menos de 35 años. Las previsiones para la próxima década, según los datos manejados por la Administración, apuntan al agravamiento de esta situación de envejecimiento con los consiguientes efectos, tanto sobre la actividad agraria como sobre el territorio, especialmente de la España interior, más Asturias o Galicia, donde la despoblación amenaza ya a casi al 50% de las poblaciones.
El envejecimiento acelerado de los activos en el sector agrario, con las dificultades para el relevo generacional de fondo y los efectos de las herencias en la división de los patrimonios, han provocado una segmentación o fragmentación de las explotaciones. Estos procesos, junto al importante desembarco en la tierra para usos agrarios vía la compra o arrendamiento de grandes superficies por parte de fondos de inversión o de grandes grupos del sector agroalimentario, están marcando la evolución de las explotaciones agrarias en los últimos años, tanto por los precios al alza como por la dimensión de las mismas. Eso sí, desde dos posiciones opuestas.
En unos casos está aumentando el número de explotaciones por encima de las 100 hectáreas, con un crecimiento de casi un 8% en los últimos años, según los datos manejados por el grupo Cocampo, especialista en el sector de compraventa de suelo rústico. En el otro extremo, desde la fragmentación, destaca el crecimiento de miles de pequeñas o muy pequeñas explotaciones cuya viabilidad, desde la perspectiva de las producciones agrarias, es más que dudosa. En muchos casos el objetivo de contar con una explotación-tierra agraria se limitaría simplemente a disponer más de una vivienda en una pequeña parcela en el medio rural, donde la producción agraria sería el objetivo secundario.
El encarecimiento de la vivienda en el medio urbano ha propiciado a su vez el desarrollo de un nuevo mercado de microfincas como espacios de residencia con una construcción y a la vez con un pequeño terreno agrícola. Este fenómeno se estaría desarrollando fundamentalmente en el entorno de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o diferentes provincias andaluzas, aunque el fenómeno es general en toda España con mayor o menor intensidad. Se trata de parcelas con menos de 10 hectáreas como media que permitan (o no) la construcción de una casa en el campo que se pueda convertir en vivienda habitual o solamente para los fines de semana.
En el último año, con el suelo rústico como base, las operaciones de transmisiones por herencias ascendieron a 180.000, mientras las de compraventa se situaron en unas 160.000.
Diferentes informes sobre la estructura del suelo rústico, tanto a partir del Censo Agrario de 2020 como a través de la Encuesta sobre la Estructura de la Explotaciones Agrarias, apuntan datos clarificadores de la situación y evolución de las explotaciones. Casi el 20% de las mismas tienen menos de una hectárea, más del 65% tienen menos de 10 hectáreas y solo un 6,2% supera las 100 hectáreas, pero suponen el 58% de toda la Superficie Agraria Útil (SAU).
Desde 2016, de acuerdo con datos manejados por el sector, las explotaciones con menos de una hectárea han registrado un crecimiento superior al 40%. En la parte contraria, las explotaciones de más de 100 hectáreas han registrado un crecimiento del 8%.
El tamaño importa.
La viabilidad de una explotación agraria, no depende exclusivamente de su dimensión, sino que está igualmente en función de su orientación productiva y de sus posibilidades para operar en los mercados. Pero, en líneas generales, salvo en algunas de producciones intensivas, al margen del funcionamiento histórico del minifundismo en territorios como Galicia, Asturias o la Comunidad Valenciana, la dimensión es importante.
El conjunto del sector agrario se sustenta sobre una Superficie Agraria Útil que en los últimos tres años, desde el Censo de 2020 a la Encuesta de 2023 sobre la estructura de las explotaciones agrarias, ha experimentado un recorte del 1,6%, pasando de 23,9 a 23,5 millones de hectáreas. A su vez, el número de explotaciones, también en base a diferentes fuentes y con datos no coincidentes, se podría situar desde las 895.000 que se manejan en el Censo, a las 784.141 que se contemplan en la Encuesta.
La Superficie Agraria Útil media por explotación se incrementó un 13,2% en los últimos años desde las 26,9 hectáreas a las 30,5. El comportamiento por territorios es muy variable. Así, en Castilla y León se pasaba de 63 a 75 hectáreas por explotación, con un incremento del 19%. En la parte alta se halla igualmente Aragón donde creció el 15% desde 53,7 a 61,8 hectáreas; un 17,8% en Extremadura desde las 43,7 a 52 hectáreas; el 20,7% en Madrid desde 39,3 a 47,6 hectáreas. Mientras, en la parte baja, casi en la estabilidad se hallan Navarra, que pasa de 40,1 a 40,9 hectáreas (1,9%), y Cantabria, en donde crecen un 2,6% (de 30 a 30,7 hectáreas).
También cabe destacar que de la Superficie Agraria Útil, el 62% se explota en régimen de propiedad y el 38% en sistema de arrendamiento.