La amenaza terrorista vuelve a Mali

Agencias-SPC
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Al Qaeda y el Estado Islámico se hacen fuertes en el país tras la salida de Francia y en plena retirada de la ONU

La amenaza terrorista vuelve a Mali - Foto: Europa Press/Contacto/Nicolas Re

Mali ha sido tradicionalmente uno de los mayores escenarios del terrorismo yihadista. Pero, durante los últimos años, la presencia de tropas extranjeras ha limitado la actividad de los radicales. Una suerte que parece acabarse, ya que las ramas de Al Qaeda y del Estado Islámico (EI) que operan en el país han visto reforzada su posición tras la retirada de las tropas francesas de la operación Barkhane y están aprovechando también el vacío que dejará la ONU, que ya ha comenzado a desmantelar su misión en la nación africana -Minusma- y deberá haber completado antes de final de año, según advierten los expertos.

El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y el Estado Islámico Sahel (antiguo Estado Islámico en el Gran Sáhara, ISGS) han sabido aprovechar el vacío dejado por las tropas francesas, obligadas a salir de Mali en agosto de 2022 por la junta militar que gobierna el país después del segundo golpe de Estado en abril de 2021. Y ahora también están tratando de ganar terreno en el marco de la retirada de la Minusma, que ya ha evacuado algunas de sus bases en el norte.

En lo que se refiere a la filial del EI, «en menos de un año casi ha doblado sus áreas de control», según señalan los expertos. El grupo terrorista ahora controla todos los círculos rurales de la región de Ménaka (noreste), y también amplias zonas del círculo de Ansongo en la región de Gao (norte), desde donde presiona a otras áreas. «En el momento de la salida francesa, la insurgencia en Mali no había sido disuadida o derrotada, pero sin lugar a dudas se ha deteriorado desde entonces», sostienen, destacando que el grupo ha reivindicado 26 ataques desde entonces -en 2021 hubo 14, en 2022 un total de 29 y en 2023 se contabiliza una treintena con cientos de muertos-.

Refugio seguro

Advierten también que la salida de la Minusma de Ménaka el pasado agosto no solo dejará a los desplazados que hay en esta zona sin la ayuda que brindaban los cascos azules, «sino mucho más vulnerables» a que el EI pueda terminar tomando la ciudad -buena parte de la región ya está ocupada-. 

Además, «aumenta la probabilidad de una mayor impunidad por todas las partes», subrayan, tras denunciar que, más allá de los ataques de los grupos terroristas, la población civil es víctima de los abusos por parte de las tropas malienses así como de los mercenarios rusos de Wagner que les apoyan en su lucha contra el yihadismo. De hecho, los radicales han incrementado sus ataques durante el verano y se teme una nueva campaña en los próximos meses.

Asimismo, los expertos alertan de que pese al aparente «riesgo bajo» actual de que desde estos territorios se puedan planificar ataques fuera del Sahel, «la historia muestra que cuanto más tiempo el grupo posea un refugio seguro y la oportunidad de ampliar su régimen, más capaz será de planear operaciones», como ya se vio en Siria, Libia y Afganistán.

El Estado Islámico Sahel «está consolidando y ampliando el control en la zona de la triple frontera entre Burkina Faso, Mali y Níger» y el golpe de Estado en este último país podría generar un aumento de los ataques.

Peligro en Bamako

Por lo que se refiere al JNIM, el último informe de la ONU también subraya que «está expandiendo y fortaleciendo su área de operaciones más allá de Mali, sobre todo a Burkina Faso».

El grupo que comanda Iyad ag Ghali «está sufriendo fuertes bajas y no parece capaz de resistir los firmes avances de ISGS» en la zona de la triple frontera, en el este. En estas circunstancias, la filial de Al Qaeda ha apostado por reforzar su posición en el centro del país, avanzando hacia el oeste y «ha rodeado la capital», consolidando con ello su control de las zonas entre Bamako y las fronteras oeste y sur.

El JNIM ha incrementado el ritmo y la gravedad de sus ataques en el norte de Mali, explotando el vacío dejado por la retirada de las fuerzas de la ONU, acordada a finales de junio, y ha quintuplicado los ataques durante julio y agosto en comparación con la primera mitad de año, centrando sus esfuerzos en las ciudades de Tombuctú y Gao.

El asedio como táctica

Además, el JNIM ha usado de forma regular tácticas de asedio para forzar a la población civil a acuerdos de paz en el centro de Mali, empujando a los líderes locales a aceptar adoptar aspectos de la sharia, impuestos y no cooperar con las fuerzas de seguridad locales a cambio de el fin del asedio.

Esto sería precisamente lo que está ocurriendo en Tombuctú, la histórica ciudad que el grupo terrorista tiene bloqueada desde principios de agosto. La llegada de suministros por carretera ha quedado prácticamente interrumpida mientras que las comunicaciones fluviales y aéreas también lo están. 

Todo un cerco que podría ir a más y extenderse por la zona.