Trabajos con jornadas reducidas, gastos disparados por la inflación y una familia que mantener. Son los condicionantes que se están encontrando muchas familias en esta nueva crisis que golpea tras la pandemia y con la guerra de Ucrania y que ha hecho que entidades sociales como Cruz Roja, Cáritas o el Banco de Alimentos se hayan convertido en una tabla de salvación, incluso para personas que cuentan con un empleo.
Este es el caso de Paulina Tigsama, que trabaja en la ayuda a domicilio, cuidando durante unas horas por la mañana a una persona mayor, y en la limpieza, por las tardes en un bar. Su sueldo entre ambos empleos: 750 euros. Lo complementa con el de su marido, con el que tiene tres hijos, dos chicas que están en la Universidad, y un hijo de 23 años que trabaja por temporadas en el campo, casado, con su mujer actualmente en el desempleo y una niña pequeña, por lo que Paulina hace todo lo posible para que cubrir sus necesidades.
Esta usuaria de Cruz Roja explica que han acudido de nuevo a esta entidad social con el fin de ayudar a su hijo a afrontar la situación. «Como mi hijo hay días que trabaja y días que no, él necesita de una ayuda y en Cruz Roja le han ayudado a pagar el alquiler y ahora le han pedido las facturas de la luz para ver cómo le pueden ayudar», dijo Paulina, de tan sólo 40 años, madre y abuela. Se casó con 17 años y junto a su marido vinieron a España desde Ecuador en busca de una vida mejor. Recuerda que en Cruz Roja siempre han encontrado ayuda para cualquier gestión que necesita en cuanto a becas, extranjería u otras cuestiones que no entendía. «A mí Cruz Roja siempre me ha tratado muy bien», asevera.
Con la cesta de la compra por las nubes, estira todo lo que puede el dinero a la hora de ir al supermercado. «Vamos cogiendo lo indispensable», al tiempo que agrega que también selecciona mucho los productos y echa mano de las marcas blancas. En casa no se desperdicia nada e intentan ajustar todo lo posible los gastos.
«El alquiler no nos sube de momento, pero está muy complicado», comenta Paulina, que indica que le insiste a su hijo para que se forme más y pueda tener así un trabajo más estable y un futuro mejor.
Cruz roja reacciona. Y este es, precisamente, uno de los objetivos fundamentales del plan Reacciona que puso en marcha Cruz Roja tras el COVID-19 y que persigue «dar respuesta con urgencia a las consecuencias de la pandemia, el cambio climático y la guerra de Ucrania», poniendo el foco «en las personas más vulnerables», que cuentan con trabajos precarios y que se chocan ahora con el alza del IPC, afirma su delegada especial en la provincia, Rosario Lafuente.
Además de las ayudas económicas que se conceden para afrontar gastos como la luz, la calefacción o el alquiler, desde Cruz Roja impulsan cursos para formar a los usuarios en nichos de empleo. La finalidad: dar herramientas para que las personas que llamen a su puerta superen la situación y afrontar sucesivas crisis.
En este caso, Cruz Roja constata que claramente ha cambiado el perfil de demandantes de ayuda. Se ha pasado de mayores o dependientes que durante la pandemia necesitaban la atención, a gente «más joven, pequeños autónomos y madres con menores a su cargo y en muchos casos migrantes».
El 70 por ciento son mujeres, sobre todo madres con hijos menores. En concreto, en estos primeros cuatro meses del año, Cruz Roja Ciudad Real ha atendido a 661 hogares, de los cuales 266 se corresponden con familias «que han tenido un trabajo, pero que es tan precario que no llegan a fin de mes». Otras 166 son familias que han perdido su empleo y 27 se corresponden con personas sin hogar.
«Este plan pretende paliar esta grave situación, especialmente para las familias vulnerables con recursos escasos», apostilló Lafuente, al tiempo que comentó que en España, los datos apuntan a que el 27,8 por ciento de la población está en riesgo de pobreza y que ahora se sufre un incremento de alrededor del 10 por ciento «de servicios básicos».