Ha fallecido, recientemente, José Carlos, vecino de esta ciudad durante muchos años y a quien se le conocía como el chino o 'Sheni'. Su muerte repentina, con tan solo 51 años, nos ha conmocionado a las personas que habíamos tenido la suerte de conocerle. Y, por supuesto, su altruismo, su compromiso social, trabajo y entrega hacia el colectivo de refugiados y hacia todas las personas que pudieran necesitarle nos ha venido a la mente al saber que se encuentra, mucho antes de lo que hubiéramos deseado, en otras dimensiones. Cualquiera de sus amigos podríamos asegurar que es una de esas personas de las que muy poca gente o quizás nadie tenga un mal recuerdo. Por eso, en estas situaciones, cuando nos enfrentamos a estas despedidas, debemos aprender y recordar esta lección que nos enseña lo importante que es cultivar con esmero, en vida, el recuerdo que seremos después.
De esa tristeza que produce el despedirse de una persona apreciada nos consuela, sin duda alguna, el recordarla con un buen sabor de boca. Encontrar solo momentos agradables, compartidos y situaciones que nos han ayudado a crecer a su lado nos ayudan a conservarla, de algún modo, a nuestro lado. Esas bonitas memorias se convierten en tablas a las que agarrarnos en determinados momentos, en los que, muy probablemente, nos arrancarán una sonrisa.
Personalmente, recuerdo haber coincidido con Sheni en recitales de poesía, en concentraciones por la paz, reuniones de amigos, en actos del Día del Refugiado o encontrándomelo paseando a su Merlín, un perro entrañable y muy cariñoso. Como yo, muchos componentes de los grupos donde nos juntábamos tienen hoy esa sensación de paz y bienestar al pensar en él. Y esa ha sido la preciosa reflexión que hemos podido alcanzar estos días. No es necesario ser perfectos ni gustarle a todo el mundo, pero sí intentar construir ese puente de solidaridad y buen trato a los demás.
Qué hermoso resulta hacer el bien mientras vivimos, pero también dejar un hermoso poso en quienes nos conocen y, por tanto, seguir haciendo ese bien una vez que ya nos hemos marchado.
Héctor Abad Faciolince titulaba a su preciosa novela sobre su padre El olvido que seremos, pero yo he querido transformar ese título para este artículo. Durante un tiempo, tras nuestra partida, seremos recuerdo y el que este sea hermoso y reconfortante depende de cómo lo vayamos construyendo en vida.
Y es tan breve, en resumen, el tiempo que estamos aquí que no merece la pena comenzar a empañarlo conscientemente. A pesar de nuestros defectos y de algunas situaciones incómodas que puedan crearse de manera inconsciente con otras personas, deberíamos encontrar el barro adecuado para amasar de una manera hermosa esa memoria que dejaremos de nosotros.