José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Vino y agua

10/05/2023

Hay quien contrapone –como un juego más de contraposiciones a las que tan proclives somos en tiempos simplificados y polarizados como los actuales– el exitoso Fenavin en su decimosegunda edición –con todos los pabellones, por primera vez, en estructuras permanentes, cercanas las superficies expositivas a los 30.000 metros cuadrados y con la cifra récord de 1.900 expositores– con un hipotético Fenagua –que sería ya una feria nacional del agua de incierta ubicación: ¿Villarrubia de los Ojos, Villafranca de los Caballeros o Daimiel? –, pero de claro contenido. 
Y ello, merced a la creciente necesidad de revisar todo lo concerniente al universo hidráulico y sus derivadas actuales de uso, disfrute y producción. Justo en unos momentos en que la prolongada sequía nos hace revisar y cuestionar buena parte de la planificación hidrológica, tanto en los respectivos planes de cuenca como en el comprometido y alterado Plan Hidrológico Nacional. Y es que, en alguna medida y con los recientes datos, el sector agrario –consumidor final del 80% de los recursos hidráulicos– ve comprometido su futuro y su sostenibilidad, con un horizonte de recursos hidráulicos disponibles decrecientes, que obliga a una reconversión del sector, con una efectiva reducción de las superficies regables y de las concesiones existentes. 
Como muestra de ese horizonte alterado y comprometido del universo hidráulico, baste ver el reciente anuncio –enorme y prolongado anuncio– del Ministerio para la Transición Ecológica y el reto Demográfico sobre el proyecto denominado Abastecimiento de la llanura Manchega – más conocido como Tubería manchega, que pretende derivar recursos desde la cabecera del Tajo a buena parte de la provincia de Ciudad Real–. Anuncio de bienes y derechos afectados con las obras referidas que, con una extensión de trece páginas, da cuenta de la extensión superficial del problema. Buena parte de las superficies beneficiadas con las citadas obras tienen una inequívoca vocación vinatera, que hace más efectiva la vinculación del agua con el vino. 
Si parte del milagro estival de la llanura manchega y vinatera es contemplar el verdor complacido y gozoso del viñedo en sazón –en un entorno terrizo y seco–, como un contraste de colores y de agriculturas en el territorio, otra parte de ese milagro está conectado con la presencia de algunas masas subterráneas de agua que en la actualidad se ven comprometidas. Por ello la necesidad de vincular el vino con el agua. Que ocurre en unos momentos de orto –no sé si solar o comercial– de Fenavin con un comprometido horizonte de los recursos hidrológicos disponibles en el próximo horizonte.